sábado. 20.04.2024

El imparable avance de la sociedad dual

El único camino real desde una posición de izquierdas, ha sido es y será, promover el desarrollo solidario...

Ahora que en el seno de las sociedades avanzadas se discute si tiene sentido o no la vieja división social entre izquierda y derecha, quiero traer a colación uno de los principios que han servido siempre para definir y diferenciar, las políticas de derecha y de izquierda: la SOLIDARIDAD.

De los siete mil millones de habitantes que tiene el Planeta Tierra, acabamos de saber con datos actualizados de la ONU, que el 48% de esa población mundial, malvive con menos de dos dólares al día. ¡Esta es una realidad insoportable para la izquierda!

Ante las condiciones de semejante tragedia, el reto es enorme. Sobre todo porque no hay ya recetas simples que sean creíbles, para abordar situaciones bien complejas y complicadas.

Por un lado cabalga la desigualdad de la explotación económica a todos los niveles. De las guerras localizadas (fomentadas o no por los países productores de armas) y que malgastan sus recursos en la adquisición de armamentos en lugar de emplearlos en reducir la pobreza. O el “robo” que se produce, descarado o amparado por la legalidad del poderoso, de las materias primas de los países empobrecidos del Planeta.

O, por otro lado y como consecuencia de esa degradación económica, el hecho de que sea precisamente en los países con mayor desigualdad, donde se estén produciendo las tasas de natalidad más altas del Planeta.

Sucede en el África subsahariana, donde en los últimos treinta años la población casi se ha multiplicado por tres. Ciudades como la antigua capital de Nigeria, Lagos, es un claro ejemplo de acumulación de todas las contradicciones. Con sus más de diez millones de habitantes, contiene todos los ingredientes: imparable crecimiento demográfico, desigualdad extrema, corrupción, violencia, enormes bolsas de paro…, que hacen cada vez más difícil a sus habitantes pensar en un futuro mejor.

O el caso de la India, con un fuerte índice de crecimiento económico, y donde ni siquiera la famosa Bombay con sus más de 24 millones de habitantes, y considerada la capital financiera del País, ya que pasa por aportar el 40% del Producto Interior Bruto (PIB) de la India, se libra de las tremendas desigualdades.

Estamos por tanto, ante el reto histórico y permanente, que sirvió y sigue sirviendo, para definir una de las principales diferencias entre la izquierda y la derecha: la redistribución de la riqueza a todos los niveles, en cada País, en cada Continente y en el Planeta Tierra.

Seguimos estando en esa encrucijada, donde, o se cuidan y se reparten mucho mejor los recursos naturales para el conjunto de la población mundial, o se seguirá caminando hacia la autodestrucción del Planeta, las guerras y las sociedades opulentas blindándose o intentándolo frente a la pobreza y el hambre.

Hoy, la insensatez satisfecha, cuya representación política se identifica con la derecha, todavía lo ve como algo lejano…, yo solo les quiero recordar un dato: hace doscientos años en el mundo habían mil millones de personas, hoy somos siete mil millones, de los cuales casi la mitad no tienen nada que perder porque malviven con menos de dos dólares al día.

Por eso, ni las vallas cada vez más altas y extensas que siguen creciendo en las fronteras opulentas, contra el hambre; ni el racismo rampante o a veces disimulado que asoma en muchas partes del llamado primer mundo, pueden ser o dar solución a nada.

EEUU, Europa…, pretenden blindarse “al sur”,  y dicen querer ser ellos quienes seleccionen a quien admiten a participar de las sobras de su opulencia. Pero esa es una batalla perdida y lo saben. Solo es cuestión de tiempo, porque no hay vallas ni policía suficiente que puedan para el hambre y la falta de derechos permanentemente.

Por eso, el único camino real desde una posición de izquierdas, ha sido es y será, promover el desarrollo solidario. Hacer que cada País consiga su propio bienestar. Que cada Continente trabaje para su equilibrado desarrollo…, y la solidaridad  entre continentes. En definitiva, que “las batallas” sean reorientadas a vencer las tremendas desigualdades en el mundo. Porque es eso, o no habrá futuro de paz para nadie.

El imparable avance de la sociedad dual