viernes. 29.03.2024

Las dos Habanas, las dos Cubas

Cuando hablo de dos Cubas y dos Habanas, pienso especialmente en la gente noble y de recta conducta que vive de su trabajo de forma entregada que me he encontrado.

Les decía que me había encontrado dos Habanas y dos Cubas muy distintas durante mi recorrido por la Isla. Y que más allá de algunas realidades que permanecen en materia de educación, salud y seguridad, que ciertamente resultan envidiables para muchos otros países del continente. Existe una necesidad urgente de hacerle frente a la corrupción de todo tipo que está socavando los propios cimientos del sistema.

Y hay además otro aspecto no menor, que es igual de urgente su reforma si se aspira a que Cuba, la Cuba que hoy conocemos, pueda tener un futuro con las reformas que alimenten una transición ordenada, en un espacio de tiempo relativamente corto, de entre cuatro y cinco años. Que es el tiempo que pueden tardar en desarrollarse las fuertes inversiones que asoman ya desde el Norte.

Porque es eso o que sean otros quienes acaben marcando el rumbo y el ritmo del desarrollo que inevitablemente asoma ya en el horizonte del final del bloqueo.

Entre tanto, se ha ido tejiendo un sector de cubanos, teóricamente al margen del Estado, a los que le va muy bien alquilando habitaciones para los turistas o coches para transportarlos. Cobran en divisas, y en una semana ganan más que el mejor especialista médico de Cuba o el más reconocido de sus ingenieros. Un auténtico disparate provocado por la existencia de dos monedas en el País: una, para lo relacionado con el turismo (CUC) y otra, el peso cubano (cup) moneda en la que cobran el salario todos los cubanos.

Me viene a la memoria la anécdota que me contaba uno de los taxistas con los que hablé. Su hija, había terminado los estudios universitarios con una gran calificación, y la Universidad quería que siguiera como profesora. Pues bien, lo había desechado y se dedicaba a hacer pulseritas que vende a los turistas y cobra en divisas. Con ello obtiene varias veces más que lo ofrecido por la Facultad en cuestión. El padre me lo contaba resignado pero reconociendo que la hija ganaba bastante más así.

Lo triste es lo que hechos así representan para un País…

En otra de mis incursiones penetré en una especie de Club de Jubilados, donde  juegan al Dominó, charlan, comen por un precio tasado según me explicaron…, pero no están contentos. Varios de ellos me contaron sus historias de trabajo con más de cincuenta años de actividad, para quedarles unas pensiones de entre 240 y 340 pesos cubanos. A los que tienen que descontar algo más de cien para seguir pagando un frigorífico que el Gobierno les hizo cambiar para ahorrar energía… Todos señalan que así es imposible llegar a final de mes, y que hay dos realidades en Cuba; la de los que pueden robar o engañar (se refieren a determinados puestos del gobierno o dependientes del mismo) y los que tienen que inventarse ingresos para sobrevivir. Muy dura su sentencia, sin duda.

En otro momento, pude ver otra realidad que no tiene nada que ver con la anterior de penurias. En unas famosas terrazas, grupos de cubanos consumiendo tanques de cerveza de tres litros (los sirven así) y pagando en divisa… ¿Con 500 pesos cubanos? Eso sería imposible ni con mil ni con dos mil que es el salario destacado del escalafón.

Pero, y siendo tan evidente, por qué a nadie le llama la atención. Quizás porque como me vienen diciendo en su modo coloquial de no hablar de robar, aquí todos inventan, consienten y reparten.

Sin duda se trata de una constatación más de las dos Cubas. La de José y Nuria a los que veo con las penurias generales pero aceptando los sacrificios por consecuencia revolucionaria, y la de tanta gente que vengo observando en lugares de reparto estatal de comida a precios subsidiados, que se muestran obscenamente ostentosos con colgantes, pulseras y  anillos de oro. Para un mero observador como yo es claro que hay algo que no encaja, y que es la evidencia de que se están “distrayendo” productos para revender, eso en el mejor de los casos.

Este tipo de contrastes son ahora mismo constantes en Cuba y casi diría que tienen carta de normalidad.

María, José y Nuria, son dos realidades distintas que corresponden a dos generaciones diferentes. María, todavía licenciada en prácticas y recién terminada su licenciatura de Ciencias de la Información con Turismo, está en la empresa estatal de turismo Habaguanex, cobra 320 pesos cubanos y le reparten otros veinte CUC (en divisa) por su buen hacer. Pero no es algo reglado, se trata de una especie de pago en “B” que no se debe comentar…, pero que todo el mundo sabe. Tiene proyectos e ilusiones que pasan por hacer su propia empresa con casa para turistas, que hoy por hoy es el mejor negocio que se puede emprender en Cuba (al Estado se le paga el 10% de los ingresos y 50 CUC al mes por cada habitación o apartamento que se tenga para alquilar).

José y Nuria, ambos licenciados y con dos trabajos cada uno, por cada trabajo cobran 500 pesos cubanos, y entre los dos reúnen 2000 pesos al mes. Menos de lo que podrían percibir si alquilaran una habitación cuatro días al mes… Pero ellos, son de los muchos que tienen que compartir vivienda, en este caso con los hijos y sus parejas; en otros casos se que llegan a juntarse hasta cuatro generaciones bajo el mismo techo…

Es la Cuba donde casi nada es lo que parece a primera vista. Y donde son muchas las personas que detrás de la amabilidad que les sale sin ningún esfuerzo, “del mi amor que tu quieres” y otras frases cariñosas, la realidad en gran parte de los casos, es que están “inventando” como obtener unos pesos, una cerveza o un café. En esto cabe diferenciar lo que son las grandes ciudades como La Habana y Santiago principalmente, de los pequeños núcleos donde todo se muestra más cercano y auténtico.

Cuando hablo de dos Cubas y dos Habanas, pienso especialmente en la gente noble y de recta conducta que vive de su trabajo de forma entregada que me he encontrado. Las que defienden la actuación responsable  y de proceder más noble y desinteresado, que aman su País y han elegido seguir en el… Que se sienten una pequeña parte del todo y no entienden de bandos.

He encontrado “creyentes” en la revolución que viven sus estrecheces con solidaridad y dignidad, y también a personas que entendieron y compartieron parte del camino hasta perder toda esperanza de cualquier posible regeneración del sistema desde dentro.

Paralelamente, demasiada gente inventando el cómo sobrevivir. Y en medio mucho golferío  y una corrupción que avanza por la autopista del consentimiento, de la desidia o de la falta de una verdadera exigencia de responsabilidades.

Las dos Habanas, las dos Cubas