viernes. 19.04.2024

España, México, una mirada a la corrupción

Mientras Rajoy pide perdón, su homólogo Enrique Peña Nieto da a entender que hay que resignarse a vivir con ella...

Mientras el Presidente Mariano Rajoy ha pedido perdón a los españoles por la corrupción, su homólogo Enrique Peña Nieto ha dado a entender que hay que resignarse a vivir con ella por ser imbatible, y tanto uno como otro, han pedido a sus ciudadanos que confíen en las Instituciones, en el Estado de Derecho, sin embargo, el descrédito que enfrentan es enorme, al primero le reprochan que sus nuevas medidas anticorrupción resultan insuficientes y que todavía tiene mucho que explicar; al segundo, no haber escuchado que antes de emprender las importantes reformas que el Congreso aprobó se debía implementar una estrategia para combatir la corrupción. Y ahora ambos países se enfrentan a su realidad, y quizá se encuentren en su mayor encrucijada, al percibirse que no saben o no pueden decidir otro camino. Y nunca como ahora, el tema de la corrupción se ha constituido en foco de la atención mediática, pero el riesgo de la veleidad y volatilidad de la información propia de nuestra época, precisa que se recupere lo declarado y escrito para la historia, o al menos, para mantener la esperanza.

Porque la visión de podredumbre parece imponerse. En México, Jorge Zepeda Patterson, periodista y escritor, ganador del premio Planeta 2014, afirma “La podredumbre de los cimientos es de tal magnitud que no hay remodelación que valga” (El Guantánamo del PRI, el país.com, 15/oct/14). En España, Héctor Maravall Gómez-Allende, abogado, dice “Se mire hacia donde se mire el sistema político y económico de nuestro país está podrido” (Corrupción: Raíces profundas, nuevatribuna.es, 29/oct/14). Y aunque dos citas no permiten formular una generalización, se detecta en los medios de ambos países, la consideración que el sistema está corroído, descompuesto o deteriorado. Por ello, el Financial Times ha editorializado, “México es el mismo país corrupto”. Sin embargo, lo que está podrido ya no se puede rescatar o salvar. Luego entonces, ¿Qué sentido tiene en México proponer iniciativas anticorrupción y organizar seminarios internacionales que tienen como objetivo diseñar políticas públicas de rendición de cuentas y combate a la corrupción?

Ricardo Anaya, presidente del Partido Acción Nacional ha presentado propuesta de su partido para crear un Sistema Nacional Anticorrupción, entre lo relevante, proponen crear un Comité Ciudadano para la Ética Pública, fortalecer a la Secretaría de la Función Pública (uno de los órganos rectores, el otro es la Auditoría Superior de la Federación) en materia de auditoría e investigación, y para el control externo, la creación de dos órganos independientes para auditar el manejo de los recursos. Y de inmediato, periodistas y opositores les acusaron de no ser ningún ejemplo en honestidad. Y la Red por la Rendición de Cuentas, les reclamó la autoría, “ayer mismo, mientras se inauguraba este seminario, el Partido Acción Nacional propuso, formalmente la fundación de un sistema nacional anticorrupción, retomando varias de las propuestas formuladas durante años por esta Red (www.rendiciondecuentas.org.mx, Clausura del Seminario Internacional de la Red por la Rendición de Cuentas, Mauricio Merino, 21/oct/14). Y de inmediato la sospecha y vanidad. Sí servidores públicos del PAN fueron deshonestos, se descalifica a su totalidad. Sí un partido político exhorta a combatir la corrupción, una organización que tiene el mismo fin en lugar de sumarse, reivindica que las ideas o propuestas son suyas. Más lo importante no es de quién es la propiedad de las ideas sino que se conviertan en acciones concretas para disminuir o erradicar la corrupción.

Pero tal parece que en México la presentación de “nuevas” iniciativas desaparecen a las anteriores. Acaso no se había anunciado con bombos y platillos sobre la creación de una Comisión Nacional Anticorrupción que sería pieza fundamental en el combate a la corrupción, y que coincidentemente también contiene en lo esencial las mismas propuestas presentados por el Partido de Acción Nacional, un poco más de dos años después. Y paradójicamente, la Comisión del Senado que conduciría tal creación, la Comisión Anticorrupción y Transparencia, ha sido opaca en su resultado e implementación. Lo único que se sabe es por comentarios periodísticos, que la Comisión Nacional Anticorrupción, no se logró. Francisco Garfias, refiere que el Senador Pablo Escudero, Presidente de dicha Comisión del Senado “Ha estado en las negociaciones. La razón de cancelar la tan cacareada comisión la resumió en cinco palabras: no incluía la acción penal” (Adiós a la Comisión Nacional Anticorrupción, www.excelsior.com, 03/10/14) aunque otras voces aseguran que sobrevive, que lo importante es enfocarse al fortalecimiento de las instituciones, que no está todo podrido, existiendo la posibilidad de mejora.

Pero, ¿Cómo se transita de un organismo descompuesto, desgastado o derruido a la construcción o levantamiento de uno nuevo?

Dice Leopoldo Tolivar Alas, “no hay cloaca que no esté comunicada con la de enfrente” (Los vasos comunicantes de la corrupción, blog espublico.es, 27/10/14) en la concepción que un sistema económico y social, actúa como ‘vasos comunicantes’ y los subsistemas que lo integran, tal como, el jurídico, es una cloaca, y en consecuencia el de la fiscalización también es, y como otros (si lo he entendido bien) pero independientemente de la extrapolación de un principio de la física a un fenómeno social, como la corrupción, se acepta que cuando ésta permea a un organismo su efecto se muestra en la totalidad, sin embargo ¿Cómo se fortalece un órgano que está podrido?

Porque se afirma en el Seminario Internacional antes referido, “especialistas, contralores y auditores de países como México, Canadá, Chile, Argentina, coincidieron en la vigencia de que se fomente en las instituciones de fiscalización su función autónoma, independiente y sin presiones de los partidos políticos” (ídem). Lo que hace hincapié, en desarrollar o aumentar la capacidad en las entidades de fiscalización, al declarar “que se optimice la fiscalización”. Lo que significa que para la Red para la Rendición de Cuentas (organización que agrupa a más de 70 instituciones y organismos altamente reconocidos y prestigiados), el sistema de fiscalización en México no está podrido, o al menos no, la Auditoría Superior de la Federación (órgano de fiscalización del Congreso de la Unión) pero sí, la Secretaría de la Función Pública (órgano de control del Poder Ejecutivo Federal). Por ello, en las propuestas de la Comisión Nacional Anticorrupción está su reestructuración. Pero acaso ¿la herramienta o instrumento que utilizan no es la misma?

Acaso todas las instituciones de fiscalización en México y en todo el mundo no pregonan su autonomía. El Dr. Mauricio Merino, en la clausura del Seminario Internacional se quejó “mientras no consigamos ser escuchados para que esa tarea pendiente de México, se emprenda cuantos antes” en referencia a que el gobierno, los legisladores y partidos políticos no los escuchan, pero la Red por la Rendición de Cuentas hace lo mismo, no escuchan ni leen las ideas que trastocan e incomodan su pensamiento (Intosai, culto superfluo a la independencia, o, ¿Qué competencias necesita el auditor para enfrentar los retos del presente?, entre otros artículos del presente autor).

La tesis central de la Red por la Rendición de Cuentas es que la corrupción es consecuencia de la falta de rendición de cuentas. Pero es una verdad a medias, mientras la disciplina que valide la rendición de cuentas no sea clara, diáfana y pública, la rendición de cuentas no garantiza que combata plenamente la corrupción. Como es una media verdad la aseveración de Sharon Clark, Directora de la Oficina de la Auditoría General de Canadá “refirió que la fiscalización (…) debe ser pública (…) y, desde luego, informarles de los resultados a los entes auditados”. Es el reduccionismo, creen que hacer pública la auditoría consiste en informar el resultado. Están equivocados, la publicidad no se cumple con sólo una parte del proceso de auditoría, sino debe constituirse a través del todo. Pero, construir una auditoría verdaderamente pública, exige eliminar el secreto. Más todas las instituciones de fiscalización y los organismos gremiales de auditores, evaden cambiar esta condición, misma que reproduce el autoritarismo, la antidemocracia y la corrupción.

Desde su origen la auditoría, y posteriormente, la que se aplica en el sector público han corrido inútilmente alcanzar la independencia como el conejo tras la zanahoria. Pero la autonomía en la fiscalización y en sus entidades sólo se demuestra a través de cada una de sus auditorías, no es un punto de partida sino de llegada, y su transitar no puede ser otro que por medio del método. Cuando en el artículo de Francisco Garfias se señala que la abortada Comisión Anticorrupción ‘no incluía la acción penal’ se refiere necesariamente a la prueba, ¿Cómo se prueba la corrupción en la fiscalización?

No es casual que Alfredo Castillo, comisionado federal en Michoacán “reveló que hay casi 20 mil millones de pesos desviados” es decir, desaparecidos. Y es la constante no solamente en Michoacán sino en todo México, desaparecen los fondos públicos sin dejar rastros. Y aún más desaparecen seres humanos, y después de un mes los padres de los normalistas le increpan al Presidente Peña Nieto, “no creemos en su gobierno”. Luego, cómo recuperar la confianza en las Instituciones de seguridad, pero también de fiscalización.

El problema no es la ética, tampoco otorgarle autonomía constitucional a las entidades de fiscalización, ni la incorporación de ciudadanos, en tanto no se construya una auditoría o fiscalización pública y demostrable, esto es una apuesta radical para combatir y disminuir la corrupción.

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