jueves. 18.04.2024

Una victoria no tan absoluta

La mayoría absoluta en diputados alcanzada por el Partido Popular en Galicia el 25 de septiembre es sin duda un éxito inusitado de este partido en tiempos electorales en los que la fragmentación del voto ha roto con el modelo bipartidista y por lo tanto la rotación en el poder de las dos fuerzas mayoritarias. Es por lo tanto un éxito de la maquinaria electoral del PP que tiene que ser reconocido como tal pero en el que también hay otros factores relevantes que se deben tener en cuenta y que acotan la dimensión de esa victoria.

El primero es que la mayoría absoluta los es en diputados y diputadas pero no en votos: el PP alcanzó el 47,5% de los votos pero tiene el 54,7% de los escaños, esto es, cuenta con un plus de siete puntos entre votos y escaños que se explica en lo fundamental por una distribución provincial de los mismos que favorece a Lugo y Ourense: si en A Coruña se asigna un escaño por cada 45.000 habitantes en Lugo se hace por cada 24.000.

El segundo es que siendo cierto que el PP es el partido mayoritario también lo es que no tiene el apoyo explícito de la mayoría de la sociedad gallega. De las 2.255.579 personas convocadas a las urnas, fueron 676.676 las que optaron por el PP, mientas que 732.932 lo hicieron por otros partidos y 817.702 eligieron abstenerse. Esto es, de cada tres electores potenciales uno eligió la papeleta del PP, otro la del resto de partidos y la tercera no eligió ninguna. El PP tiene el apoyo explícito de una de cada tres personas mayores de 18 años residentes en Galicia ––una cifra sin duda relevante mientras–– pero dos de cada tres no lo han votado el 25 de septiembre.

El tercero es que el triunfo  del PP se asienta en sus resultados en las provincias menos pobladas, especialmente en Ourense. En A Coruña y Pontevedra hay un práctico empate en el número de votos y apenas un escaño de diferencia a favor de la derecha. Es en Lugo y sobre todo en Ourense, con cuatro escaños a favor del PP, donde se forja la victoria de la derecha. Esto es, Baltar y la Diputación son los que ganan la mayoría absoluta del PP. Que cada uno saque sus conclusiones.

El último factor es algo más complejo de explicar -entre otras cosas porque no existen aún los datos objetivos que lo cuantifiquen- pero es muy relevante en la explicación del voto el 25 de septiembre. Ese día fueron a votar más las personas mayores de 65 años que las menores de 35, algo evidente para cualquiera que estuviera en un colegio electoral, incluso en las grandes ciudades de Galicia. La situación de bloqueo en la formación de gobierno en el estado -en especial el fracaso para formar un gobierno de la izquierda después de las primeras elecciones- ha provocado el desánimo y la apatía entre los más jóvenes y la preocupación en los más mayores. Y este comportamiento ha beneficiado claramente al PP porque su intención de voto entre los mayores de 65 años casi multiplica por dos veces la de la izquierda en su conjunto, mientras que en los menores de 35 años la situación es la contraria y la izquierda duplica a la derecha en este tramo de edad.

Este factor generacional en la distribución del voto explica una parte de las diferencias  territoriales, porque los mayores de 65 años constituyen el 30% de la población de las provincias de Lugo y Ourense mientras que en A Coruña y Pontevedra suponen entre el 23% y el 24%.

Una idea final: a pesar de la imagen que se quiere dar de un predominio absoluto de la derecha en Galicia, en las elecciones del domingo pasado los votos del PP apenas superaron en 30.000 votos a la suma de las tres fuerzas de izquierda, expresado en porcentaje de voto el 47,5% frente al 45,3%, cifras que reflejan un mapa electoral dividido en dos partes de similar tamaño, aunque con representación política diferente: la concentración del voto de la derecha en una única fuerza y el reparto de los de la izquierda en una representación plural que hace imprescindible el acuerdo y la colaboración entre las tres fuerzas para formar una mayoría alternativa.

Una victoria no tan absoluta