sábado. 20.04.2024

El ultranacionalismo expansivo

salvini

El panorama es preocupante, estamos en un momento que Gramsci reflejó de forma muy clara en su tiempo: “El viejo mundo se muere. El nuevo tarda a aparecer. Y en este claroscuro surgen los monstruos”

Estamos viviendo un tiempo de regreso a situaciones antes ya vistas en Europa y en el mundo del crecimiento de ideologías ultranacionalistas con resultados que todos haríamos bien en recordar. Estas ideologías tienen como principales ingredientes huir de la racionalidad y alimentar las emociones y los miedos de amplios sectores de la población derivadas de una situación de crisis económica y social. El ultranacionalismo parece buscar un “chivo expiatorio” donde fijar las frustraciones de la gente y se concreta siempre en el diferente. La xenofobia y el racismo contra los más desvalidos acostumbran a ser un elemento aglutinador de este pensamiento. Todo esto adobado con dosis de un supuesto nacionalismo exacerbado que califica de “traidor y mal patriota” a todo aquel que no comulga con sus postulados.

A lo largo de la historia en momentos de tránsito, como son las crisis, hemos visto como las ideologías racionales vinculadas a los movimientos de progreso eran confrontadas con planteamientos irracionales y emocionales fomentados desde el conservadurismo más feroz. En los años treinta del siglo XX en Europa se vivió una oleada de este ultranacionalismo que recibió el estímulo, cuando no fue fomentado, de la derecha económica para poner freno al crecimiento de los movimientos sociales de la izquierda socialista y comunista. La patria, la nación se confronta con el sentimiento de clase. El idealismo abstracto frente a la racionalidad de la realidad, así crecieron el nazismo y el fascismo, y esta fue la razón de la “cruzada” contra la II República de los que defendían los supuestos valores eternos de la nación española (?).

Estos movimientos han sido siempre dirigidos especialmente, y han encontrado eco, en las clases medias rurales y urbanas. Antes era el miedo a la clase obrera, hoy es el miedo a la pérdida por la crisis de sus perspectivas de vida y de capacidad de consumo. Ahora se concreta en un ultranacionalismo de regreso al viejo concepto de nación que nos defiende de los enemigos externos. Hay que decir que este concepto de nación, de estado nacional, es un concepto abstracto de un estado ideal que nunca ha existido. Y un regreso inviable en un mundo globalizado de intentar poner “puertas al campo”.

Pero mucha gente empezando por las clases medias y arrastrando en muchos casos sectores de la clase obrera afectados por la crisis quieren creer en estas ofertas irreales, y las creencias basadas en emociones son difíciles de combatir desde la realidad. El nacionalismo, la religión y el fútbol serían hoy “el opio del pueblo” del que hablaba Marx, no son racionales porque se basan en la fe. El estómago o el corazón en preeminencia frente al cerebro y esto hace difícil el razonamiento y el diálogo desde la racionalidad.

Todo esto se hace patente en el triunfo de Trump, el crecimiento de la extrema derecha ultranacionalista y xenófoba en Europa, los efectos Le Pen en Francia, Wilders en Holanda, la AfD en Alemania, la Liga Norte en Italia, o una gran parte de los países de la antigua Europa del Este. Pero también es el fenómeno de Putin en Rusia y otros.

Todos ellos plantean la prioridad del cierre en la nación- estado, y todos ellos buscan un enemigo externo. En los años 30 eran los judíos, hoy son los emigrantes, los diferentes, el de otra religión, otro color, otro pensamiento. Y todos ellos critican a una izquierda que hoy se presenta desorientada y confusa después de ver caer los mitos a raíz de la caída del “muro de Berlín”. No había alternativa en el comunismo soviético y se ha puesto en cuestión el Estado del Bienestar de la social-democracia. Ahora lo único que vale es el individualismo extremo y competitivo y todo lo que es público o colectivo es algo a rechazar por anticuado o ineficiente.

Estas son las bases en la que se quiere asentar el populismo ultranacionalista. Que potencia las movilizaciones de sus partidarios a confrontar con todos los partidarios que defienden lo colectivo. Para Trump y cia los que no comulgan con ellos son agitadores y extremistas, los conceptos de socialista o comunista son considerados sinónimos de insulto, de algo a rechazar. Y no hay que olvidar las palabras atribuidas a Brecht pero que eran del pastor luterano Martin Niemoeller "Primero vinieron a buscar a los comunistas, y yo no dije nada porque no era comunista. Después lo hicieron con los socialistas y los sindicalistas, y yo no dije nada porque no era ni una cosa ni el otro. Después fueron a por los judíos, y yo no dije nada porque no era judío. Después vinieron por mí, y por estos momento ya no quedaba nadie que pudiera hablar por mí”.

Ahora vemos como Trump y los suyos  vituperan a los emigrantes y los latinos, también a Sanders y a Obama y a los demócratas como si fueran antiamericanos, e incluso desafía todos los acuerdos internacionales y aboca a una guerra comercial. En Gran Bretaña vemos a los medios, mayoritariamente conservadores hacer lo mismo con Corbyn al que incluso acusan de haber sido espía soviético. Toda la ultraderecha europea se centra en el odio a los inmigrantes sin tener en cuenta que necesita de la mano de obra emigrante para subsistir en un futuro. Pero le da igual, Salvani de la Lega Norte en Italia es el ejemplo perfecto de este nuevo fascismo con su “ni emigrantes ni romaníes (gitanos)”, y acusa a las ONG de traficantes de mano de obra ilegal, ha pasado sin discontinuidad de su nacionalismo separatista del “Roma ladrona” y “Padania libera” a defender ahora “Italia para los italianos”.

En fin estamos ante una oleada de pensamiento profundamente reaccionario en todos sus aspectos que puede poner en grave peligro todas las conquistas de la posguerra, desde el estado del bienestar, a la Unidad Europea, incluso la convivencia dentro de cada país y entre los diferentes países.

E incluso aquí en España hay síntomas preocupantes. El caso de Cataluña lo es, el movimiento independentista fundamentalmente de clases medianas y rurales es un ejemplo, en poco tiempo la sociedad catalana está hoy mal que nos pese a todo el mundo (¿o no?) profundamente fracturada y dividida en torno a un proyecto irreal pero motivador para una parte de la población. Y también es preocupante la retórica de Albert Rivera y Ciudadanos de exaltar cada vez más un proyecto radicalmente nacionalista y patriotero de españolismo rancio y de reminiscencias “joseantonianas” que nada tiene que ver ni siquiera con el nombre de su partido.

El panorama es preocupante, estamos en un momento que Gramsci reflejó de forma muy clara en su tiempo: “El viejo mundo se muere. El nuevo tarda a aparecer. Y en este claroscuro surgen los monstruos”.

En estos momentos hará falta que  todas  las fuerzas políticas, sindicales y sociales partidarias de la racionalidad y el progreso, olviden diferencias y aglutinen  lo mejor de la sociedad para dar a una alternativa y no resignarnos a que la hegemonía sólo la disputen el neoliberalismo con el ultranacionalismo.

El ultranacionalismo expansivo