jueves. 18.04.2024

La nueva política se desploma

podemos escenario

Es momento de cambios por todas partes y la izquierda alternativa tendrá que plantearse, en serio, donde está y como debe ser su futuro organizativo para poder defender a la gente trabajadora, para combatir las desigualdades y defender el estado del bienestar

A principios de enero escribía sobre “La crisis de la nueva política” y planteaba que las elecciones de mayo serían un examen de su salud. Los exámenes de las elecciones generales de abril y de las municipales, autonómicas y europeas de mayo han evidenciado que Unidas Podemos y el conjunto de sus confluencias se desplomaban por todas partes y en todos los ámbitos.

Decía el clásico que “las ideas no viven sin organización” y la realidad le ha dado la razón. La nueva política criticaba de la “vieja política” sus estructuras burocráticas alejadas de la gente pero a la larga se ha demostrado que estas son más resistentes y efectivas que la carencia de estructuras y el gobierno de unas “élites” en la nueva política.

A la nueva política le ha faltado crear estructuras organizadas, es decir organización y militancia participativa. La organización no es algo negativo, lo es la burocratización. Una organización viva, con una militancia activa es tan fundamental para la política como la definición ideológica y una estrategia política debatida y asumida por la organización militante. Sustituir la organización activa por la sumisión a un líder carismático o a un reducido grupo dirigente es un error. Por importante que pueda ser un líder, el papel del cual no se puede subestimar, no se puede dejar que el futuro de la organización esté al albur de sus decisiones tácticas más o menos acertadas en un momento determinado.

La organización tiene que ser “el intelectual orgánico” de quien hablaba el clásico. El debate dialéctico interno, de abajo a arriba y de arriba a abajo, permite a la organización y a su dirección estar plenamente inmersa en la realidad social. Y el conocimiento de la realidad permite establecer una política adecuada a los intereses de aquellos a quienes se quiere representar. Y a la vez este debate colectivo permite a toda la organización actuar con la máxima coordinación y efectividad. La organización tiene que incorporar en su seno la militancia que tiene que serlo no de forma únicamente política sino que tiene que estar inmersa en las diversas estructuras sociales, sindicales, vecinales, etc.

Esta ha sido la gran carencia de la nueva política, la carencia de organicidad. La sumisión al híper-liderazgo mediático a las consignas, al papel meramente ratificador y seguidor de sus miembros significa ningunear el papel de la organización y la carencia de militancia real.

La carencia organizativa y de definición política ha provocado diversas y traumáticas divisiones dentro de los grupos dirigentes de la nueva política tanto dentro de Podemos, como de IU o de las confluencias. Esta carencia ha estado en la base de las rupturas de las Mareas gallegas, las diferencias y crisis dentro de las estructuras territoriales de Podemos, las crisis en Izquierda Unida derivadas de su podemización, las diversas vicisitudes vividas en Catalunya en Comú, etc. todo ello eran síntomas de algo que después se ha visto reflejado en el resultado electoral.

Lo que surgió como una oleada imparable en las anteriores elecciones europeas y municipales ha perdido todo su impulso en cinco años. Solo ha sobrevivido la que era una organización ya estructurada diferente y paralela a la nueva política y equiparable con ella como es Compromís. Lo que le ha sucedido al resto hace necesaria una reflexión profunda y un cambio radical que no está claro que estén en condiciones de efectuar.

Lo que está en juego ahora mismo es el propio futuro político del conjunto del magma de Unidas Podemos. La actual situación no conduce en ninguna parte y es de difícil reconducción. No es una cuestión de autocríticas sino de plantearse el proyecto de arriba abajo. Ya no es hora de liderazgos mesiánicos y son difíciles las refundaciones con las estructuras actuales. Si los resultados parlamentarios fueron malos los de las autonómicas, donde han pasado de 106 a 37 parlamentarios, han estado nefastos y los de las municipales desastrosos tanto donde han ido juntos como separados. A nivel de capitales de provincia solo han ganado dos: Cádiz con un alcalde de Adelante Andalucía enfrentado a Iglesias, y Zamora donde IU se ha presentado en solitario y ha revalidado con mayoría absoluta y con un alcalde confrontado con Alberto Garzón, se puede decir de ellas que son excepciones que confirman la regla. Y en las europeas han sacado los mismos resultados que IU sacó en solitario la pasada legislatura de 11 en conjunto en el 2014 a 6 europarlamentarios ahora.

La nueva política fue regeneradora para la vida política haciendo tambalear el bipartidismo, fue un golpe de aire nuevo en la vida política, pero a estas alturas ha envejecido demasiado rápidamente. Y no porque haya sido asimilada por el sistema sino porque su objetivo era algo más que provocar cambios en los gestos y palabras, cosa que está mucho bien, pero lo  fundamental era hacer política real para cambiar las cosas. Y para esto hace falta una organización fuerte, ideológicamente definida, con militancia y vida interna, con capacidad para elaborar y transmitir propuestas posibles, imbricándose y fortaleciendo las estructuras sociales y sindicales realmente existentes y demostrando su utilidad con un proyecto de cambio real, que sea explicable, adecuado y comprensible por aquellos a los que dice querer defender. Y esto no lo ha conseguido y quizás en cuanto a la cuestión organizativa ni siquiera se lo han planteado. Quizás deberían  aprender un poco de experiencias positivas como Compromís donde Mònica Oltra i Joan Ribó tanto en  la comunidad como en el ayuntamiento de Valencia han conseguido unos buenos resultados.

Es momento de cambios por todas partes y la izquierda alternativa tendrá que plantearse, en serio, donde está y como debe ser su futuro organizativo para poder defender a la gente trabajadora, para combatir las desigualdades y defender el estado del bienestar, para afrontar los cambios económicos y tecnológicos Y para hacerlo con una visión social de defensa de la prioridad de la sostenibilidad ecológica, del respeto a la diversidad y desde la defensa de los principios de la igualdad, fraternidad, solidaridad y la libertad.

La nueva política se desploma