martes. 16.04.2024

Los nacionalismos y la izquierda

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Lo primero que hay que aclarar es que el nacionalismo es un adversario natural de la izquierda. Y del enfrentamiento entre nacionalismos contrapuestos los que resultan perjudicados son las clases trabajadoras y sus organizaciones. Las organizaciones de izquierdas se agrupan por intereses comunes y los nacionalismos las dividen y debilitan.

La diferencia de discurso entre el nacionalismo y las opciones de izquierdas es que el primero se basa en emociones y planteamientos ideales irreales y las segundas se basan en la razón de la realidad concreta. En muchas ocasiones especialmente en momentos de crisis económicas y sociales los populismos nacionalistas consiguen seguimientos masivos a partir de planteamientos emotivos más fáciles de comunicar que los planteamientos más racionales de la izquierda.

A principios de siglo los nacionalismos enfrentados que provocaron la I Guerra mundial provocaron también el derrumbe de la II Internacional puesto que en muchos casos los partidos se alinearon con los intereses de sus estados-nación priorizando los intereses nacionales a los intereses propios de las clases trabajadoras en que se basaba el internacionalismo. Esto es el que denunció Jean Jaurès, dirigente socialista y director de “L’Humanitè”, que se posicionó contra las guerras nacionalistas hecho que le comportó su asesinato por la extrema- derecha.

En la actual etapa marcada por la crisis económica los nacionalismos vuelven a resurgir, basándose en un populismo defensivo que presenta el concepto nacionalista radical como contrapunto y falsa defensa ante la globalización. Lo hemos comprobado por todas partes con Le Pen en Francia o el AdF en Alemania, y otros en toda Europa desde Noruega a Austria, y mucho más acusado en países como Hungría o Polonia. En todos los casos se presenta a los “otros”, los no nacionales, como culpables y enemigos exteriores de los cuales hay que protegerse. Y en todos los casos esto ha ido acompañado de la caída de las izquierdas acomplejadas y sin alternativas claras. En esta oleada nacionalista podemos también incluir el “Brexit” y el “independentismo” en Cataluña.

En Cataluña la crisis que en principio comportó movilizaciones para hacer frente a las políticas de recortes de Artur Más y el Gobierno de CiU, el nacionalismo consiguió desviarlas hacia una oleada nacional-independentista donde el culpable de todo era España, identificando al Estado español con el gobierno del PP. Y el PP es un fiel representando del nacionalismo español. Estos enfrentamientos entre nacionalismos beneficiaron electoralmente a ambas partes  hasta llegar al enfrentamiento final de estos últimos días con la Dui y el 155.

Y mientras las izquierdas se han ido arrastrando haciendo seguidismo de las derechas hegemónicas que han monopolizado el monotemático enfrentamiento territorial. Mientras la cuestión social, la defensa de los intereses de las clases trabajadoras quedaban enterrados y supeditados a la primacía del tema del debate territorial.

Y este seguidismo ha provocado más división entre las diversas partes de la izquierda e incluso las ha confrontado. Con el PSOE por un lado defendiendo un poco definido estado federal, y una izquierda alternativa que acertaba en la definición del estado plurinacional pero a la vez erraba haciendo un seguidismo en muchos casos de las opciones independentistas. Sólo hay que ver la constante ambigüedad de la máxima representante de los “comunes”, la alcaldesa Ada Colau, en todo el proceso justificando el referéndum del 1-0 como gran movilización, a pesar de que después dijera que era contraria a la unilateralidad a la cual había ayudado en la “movida”. Mientras, siempre ha ignorado como grupo de referencia en el Parlament a “Catalunya Sí Que és Pot”, esto cuando no lo ha contradicho directamente. En Cataluña se puede ser de izquierdas como era el PSUC un partido “nacional” pero “no nacionalista” y esto los “comunes” no lo han entendido hasta ahora.

Sin duda se abre un nuevo periodo que puede comportar o una fuerte regresión bajo la dirección de las derechas españolistas del PP y C’s, o la posibilidad de poner en primer plano por parte del conjunto de las izquierdas la cuestión social, los problemas de la gente trabajadora, la centralidad de la cuestión del trabajo en toda su dimensión. Tratando a la vez de conseguir una cierta unidad verdadera de las izquierdas que también tiene que contemplar la necesidad de una urgente Reforma Constitucional que reconozca garantías en el obligatorio cumplimiento de los derechos sociales de todo tipos de la ciudadanía, encarando a la vez una definición federal del Estado y el necesaria ensamblaje positivo  de la especial situación de Cataluña con el reconocimiento de la plurinacionalidad.

Hay ejemplos a seguir, miremos sino el caso de Jeremy Corbyn y el “labour” en Gran Bretaña. Después de haber sido duramente criticado y caricaturizado por mucha gente, por los medios de comunicación y muy especialmente por los partidarios de la tercera vía de “Blair”, los socioliberales que lo intentaron derrocar dos veces, ahora Corbyn parece avanzar imparable. Pasó el calvario del “Brexit” cuando el nacionalismo inglés estaba desatado, él pero continuó en su línea de defender una política de izquierdas. Pasada la euforia del “Brexit” y vista su falsa realidad, la posición de Corbyn se vio reforzada y empezó a recoger el voto de la clase trabajadora, tanto la que había votado a favor del “Brexit” como la que no, y el voto de mucha gente de clase media que ven correcta la defensa de Corbyn de más impuestos para los más ricos a cambio de mejores servicios públicos. La gente empieza a considerar incluso positivas las propuestas de nacionalizaciones de servicios públicos importantes. Y ahora cuando las encuestas le son plenamente favorables y lo impulsan hacia el poder ha dejado claro que otro referéndum puede comportar el regreso a la Unión Europea y nadie lo critica.

La izquierda catalana y española tendría que fijarse mucho en la experiencia inglesa del “labour” de Corbyn. Hace falta más unidad de todos  por encima de las rivalidades cainitas. Falta una visión estratégica conjunta a partir de la unidad de las izquierdas que ponga en primer lugar la mejora del trabajo, de los salarios y de las condiciones laborales y sociales. Y con el objetivo último de conseguir una Reforma Constitucional para la cual no se puede obviar que se precisará del consenso de otros, pero que se tiene que hacer desde la preeminencia de las fuerzas de la izquierda y del cambio. ¿Serán el conjunto de las izquierdas lo suficientemente maduras para conseguir tener una visión política estratégica, olvidando tacticismos y populismos varios, que los permita volver a conseguir con claridad de ideas y de discurso y con seriedad la confianza de las clases trabajadoras, populares y medias? Esta será la cuestión a la que los partidos de izquierda y sus dirigentes nos tendrán que responder ahora.

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