viernes. 29.03.2024

El “mutis” de la socialdemocracia europea

La caída del “muro de Berlín” y del bloque soviético comportó también la entrada en recesión del papel de la socialdemocracia europea en los países de Europa Occidental.

unnamedLa caída del “muro de Berlín” y del bloque soviético comportó también la entrada en recesión del papel de la socialdemocracia europea en los países de Europa Occidental.

El fin del bloque adversario del capitalista no sólo significó el definitivo arrinconamiento del papel de los partidos comunistas occidentales sino que a la vez también significó la entrada en decadencia de quienes habían sido sus competidores en el campo de la izquierda, la socialdemocracia.

Los partidos socialdemócratas habían sido generalmente aceptados por los poderes económicos dominantes como una herramienta para frenar el avance electoral de los partidos comunistas a partir del inicio de la “guerra fría”. Los poderes económicos incluso aceptaban las propuestas de reforma del sistema siempre que no se pusiera en cuestión el propio sistema, y en este sentido eran la alternativa a las opciones de derechas, conservadoras o liberales, que eran las más fieles representantes del capital. Incluso a la socialdemocracia se lo llegaba a denominar desde la izquierda comunista como el “fiel gestor del capitalismo”, puesto que sus reformas permitían evitar el estallido social.

Todo esto cambió con la caída del bloque soviético. El comunismo se diluía como alternativa y al capital ya no le hacía falta ningún proyecto que comportara reformas y límites al poder del “libre mercado”.

La socialdemocracia que puede presumir de ser en gran parte el impulsor del estado del bienestar y que fundamentalmente benefició con su reformismo las clases trabajadoras de la Europa occidental, se vio pronto desalojada de su papel de mediador entre el capital y el trabajo. Desprendido del hundimiento del enemigo soviético el capitalismo se encontró sin adversario y pudo imponer su modelo económico por todas partes con el impulso de la globalización.

La socialdemocracia europea no supo reaccionar ante la nueva situación política y la derecha se fue imponiendo con políticas cada vez más liberalizadoras representadas especialmente por las políticas ultraliberales de Margaret Thatcher. Después de una etapa en que la derecha gobernó de forma generalizada a los principales países europeos, aparece la “tercera vía” laborista de Blair, que significa una política que deja atrás el carácter fuertemente reformista de la socialdemocracia y se convierte en una socialdemocracia “descafeinada” o lo que podemos denominar como “social-liberalismo”.

Con esta política ni tan siquiera se ponen en cuestión temas como las privatizaciones de bienes públicos sino que se produce incluso un divorcio con el sindicalismo, una aceptación del liberalismo económico sin restricciones, la aceptación del esquema “tacherista” del “capitalismo popular” y el recorte de lo público en beneficio de lo privado. Así como la primacía de los factores macroeconómicos de la economía por encima del bienestar de la ciudadanía.
Esta nueva idea preside también las políticas especialmente del segundo gobierno de Schroeder en Alemania con la aprobación de las primeras medidas de austeridad en la UE, los programas Hartz o Agenda 2010, que fue el prólogo y el ejemplo de las futuras políticas de austeridad en Europa puestas en práctica a raíz de la crisis económica.

La crisis económica derivada de la crisis financiera de finales de los 2000, fue sin duda un ejemplo de que el sistema económico ultraliberal de la derecha no funcionaba y hacían falta cambios. Incluso el conservador Sarkozy hizo famosa la frase de que había que “refundar el capitalismo”. Era el ejemplo más claro de que había que cambiar de políticas puesto que la de la derecha del libre mercado se había demostrado negativa. A pesar de esto la gestión de la crisis hasta ahora en el marco europeo se dejó en las mismas manos de los responsables de la crisis. Y la socialdemocracia europea no sólo no fue capaz de presentar ninguna alternativa, sino que fue seguidora y cómplice de las nuevas políticas de ultraausteridad.

Tres ejemplos son claros para ver esta inacción total y sometida de la socialdemocracia a las políticas de la derecha encarnadas por Ángela Merkel y su gobierno de coalición con el SPD:

1.- El Gobierno conjunto de la Unión europea formado por  los democratacristianos, los liberales y los socialdemócratas durante toda la crisis y de la aplicación de sus políticas austericidas. Hemos visto que los socialistas no movieron un dedo para ayudar a Tsipras y Syriza en Grecia, al contrario les interesaba que fuera derrotada una voz alternativa. Ahora mismo podemos ver como Hollande ha aplicado una Reforma Laboral en Francia inspirada en la del PP de Rajoy. Hemos visto como Renzi se aliaba con Berlusconi para eliminar el pluralismo de la vida política italiana o como legislaba con políticas contrarias a las clases trabajadoras con recortes a la función de los sindicatos.

2.- La socialdemocracia junto con las derechas conservadoras y liberales son partidarias de la firma del TTIP con Estados Unidos con lo que significaría de pérdida de derechos no sólo de soberanía por los Estados miembros frente a las multinacionales, sino de pérdida de derechos sociales, ecológicos, laborales y de consumo para la ciudadanía europea.

3.- La política hacia los refugiados y el Pacto con Turquía, adoptado no sólo por la derecha conservadora sino por la mayoría de los socialdemócratas. Incluso en Alemania los dirigentes del SPD han tenido una actitud crítica frente a la canciller Merkel por su inicial apoyo a la entrada del refugiados.

Este “mutis” político de los socialdemócratas, esta carencia de proponer políticas de progreso diferentes de las de las derechas es una muy mala noticia para los partidarios del cambio en los diversos países y en el conjunto de la UE.

Para conseguir un cambio habrá que levantar una alternativa realmente de progreso y de izquierdas muy amplia y en esta alternativa fuera conveniente poder contar con lo que todavía representa la socialdemocracia. Y esto no será posible si no se ve forzada a cambiar. Cómo pasó en Portugal. Es por ello que hay que considerar importante el papel que pueda jugar, si perdura en su liderazgo, el actual líder laborista Jeremy Corbyn. Él ha visto la necesidad de girar hacia la izquierda si el laborismo todavía pretende representar a las clases populares, y que no pase como Escocia donde el SNP ha hecho políticas públicas que han superado las que defendían los sucesivos dirigentes laboristas anteriores a Corbyn. Sería positivo  que esta visión diferente se consolide y sea capaz de contagiar a otros partidos socialdemócratas si pretenden continuar siendo una referencia para las clases populares después  de todo el que han hecho en los últimos 25 años.

El “mutis” de la socialdemocracia europea