sábado. 20.04.2024

La injusta y desigual mirada eurocéntrica

El atentado en Kenia ha causado 147 muertes. Pero su repercusión ha sido mucho menos importante que el atentado de París.

kenia

Los europeos tenemos una mirada eurocéntrica, como si nosotros fuéramos el centro del mundo. Todo lo que pasa en nuestro reducido y pequeño continente parece que tenga una importancia relevante respecto a lo que sucede en los países situados fuera de nuestro continente.

A pesar de que no sea cierto, pensamos que somos el centro del mundo. Todo lo que nos pasa a nosotros por reducido que sea lo sobredimensionamos, mientras lo que pasa en otras partes, especialmente si son países del tercer mundo, tiene una importancia cualitativamente menor para nosotros.

Últimamente se habla mucho y se magnifica el fenómeno y el peligro yihadista en Europa. Sólo hay que ver la repercusión del atentado de “Charli-Hebdo” en Paris y la fuerte repercusión mediática que tuvo por todas partes y especialmente en todo el mundo occidental. Sólo basta recordar la numerosa participación de dirigentes de todo el mundo que asistieron a la manifestación a Paris.

De forma continuada en el nuestros medios se habla del peligro que representa el terrorismo fundamentalista islámico para nuestros países. Su amenaza es constantemente recordada por los dirigentes políticos y en los medios.

Si comparamos la diferente repercusión de la acción del terrorismo yihadista en Europa o en los países con población total o parcialmente musulmana podemos ver las graves diferencias reales y la diferente repercusión política y mediática.

Si alguien está sufriendo de forma directa constante y muy por encima del resto la acción del terrorismo islamista radical son directamente los países musulmanes o con población musulmana y su repercusión mediática internacional es muy menor. Iraq, Siria, Yemen, Kenia, Nigeria o Somalia son permanentemente golpeados por el terrorismo islamista, y miles de personas han muerto o han sido heridas por sus atentados, y decenas de miles han visto sus vidas afectadas. A pesar de esto su repercusión informativa es muy inferior para la ciudadanía europea.

El reciente atentado en Kenia ha causado 147 estudiantes muertos. Pero la repercusión política, informativa internacional ha sido mucho menos importante que el atentado de Paris. No hay que decir que las actuaciones de asesinatos y rapto de muchachas en Nigeria por parte de Boko-Haram no tiene la misma repercusión que si alguna de estas actuaciones tuviera lugar en un país occidental.

Se ve que para nuestras mentalidades eurocéntricas todavía hay muertos de primera y de segunda. Y la repercusión de las muertes de gente de color africana o de gente árabe no tiene ni el mismo trato ni repercusión de la de un occidental o europeo.

Incluso los genocidios tienen clases según donde ocurren. Todos recordamos como el mundo occidental se movilizó ante el genocidio en Kosovo. Mientras los millones de muertos de los genocidios de Ruanda o  del Congo nunca han tenido la misma atención y actuación por parte de nuestro mundo “civilizado”.

Todo esto sin tener en cuenta que detrás de estas muertes de africanos o árabes hay en muchos casos responsabilidades muchas veces ocultas de intereses occidentales, esto cuando no son resultados de acciones político-militares unilaterales del mismo occidente.

Lo mismo pasa en relación al problema palestino-israelí. Parece que desde las opiniones públicas y desde los propios gobiernos occidentales se tenga una mirada más cercana y comprensiva con la actuación verdaderamente de apartheid y de vulneración de las resoluciones de la ONU de Israel, que la mirada más distante y en el mejor de los casos benevolente con los palestinos. Parece que equiparemos, quizás por la procedencia de muchos de ellos, a los israelíes como ciudadanos del primer mundo, mientras que los palestinos son árabes o ciudadanos de segunda.

Y esta forma de ver y afrontar los temas no se efectúa sólo en referencia a temas como el yihadismo o los genocidios.

Observemos la importancia de la epidemia de la Ebola y su tratamiento. Observamos la dedicación de los medios y sus repercusiones políticas por un caso declarado en España, o en casos individualizados en otros países de Occidente, y la importancia que le dedicamos a la constante y persistente epidemia y a los miles de afectados en el cuarteto de países africanos afectados. Hay que ver los escasos recursos dedicados por parte de los países ricos a combatir la epidemia en los países de origen, que ha sido poca o nula. La lucha se ha dejado en manos de voluntarios de Ong’s, como MSF, o del contingente médico cubano y poco más.

Imaginémonos que el brote se diera en cualquier país occidental y pensemos los recursos que se habrían movilizado. Recordamos a guisa de ejemplo la actitud del Gobierno español en el caso de la repatriación de misioneros españoles infectados y cómo se excluyó a la germana Paciencia porque no era española a pesar de formar parte del mismo grupo. Y recordamos como fue la sangre de la misma hermana la que sirvió para vacunar la enfermera española infectada. Posteriormente le ofrecieron la nacionalidad. ¿No parece todo muy fariseo y vergonzoso?

Parece que a estas alturas en nuestros países desarrollados continúa habiendo una mentalidad colonial donde nosotros somos el centro del mundo. Y cada vez más nuestra realidad es menos importante. Y los hechos que pasan cerca de nuestras fronteras cada vez tendrán más repercusiones tarde o temprano en nuestra casa. Y también las actuaciones y omisiones que hemos hecho o estamos haciendo repercutirán posteriormente en la vida de nuestras sociedades.

Desde Europa nos debemos dar cuenta que el mundo se está haciendo muy pequeño y que todo está mucho más cercano que antes.

La injusta y desigual mirada eurocéntrica