miércoles. 24.04.2024

De Ciudadano a Consumidor de política

Cada vez más por encima de los principios políticos prima la imagen, el marketing y la utilización utilitaria de medios...

Cada vez más por encima de los principios políticos prima la imagen, el marketing y la utilización utilitaria de medios 

Tradicionalmente se ha considerado a los ciudadanos como los sujetos de unos derechos y deberes políticos en una sociedad. En una sociedad democrática han sido los sujetos en los que reside el derecho a definir el modelo de sociedad.

La cultura política de los ciudadanos se ha enmarcado en toda una serie de doctrinas políticas o ideologías dirigidas a la ciudadanía y donde cada cual se situaba de acuerdo con sus condiciones sociales o su concepción de la sociedad y/o su compromiso personal.

Los partidos políticos han sido la forma normal en que los ciudadanos se han agrupado para defender sus intereses políticos. Los partidos políticos han tenido como base fundamental la defensa de una ideología o la forma de concebir la sociedad, que es la base y guía de su actuación política. El objetivo fundamental de los partidos políticos ha sido la conquista del poder político para construir una sociedad de acuerdo con su modelo ideológico.

En la sociedad actual, cada vez más pero, la conquista del poder por el poder, parece priorizar los objetivos de los partidos políticos lo cual llega incluso a enmascarar su ideología o programa político.

Cada vez más por encima de los principios políticos prima la imagen, el marketing y la utilización utilitaria de medios y productos mediáticos más propios de la venta de productos comerciales que de la propaganda ideológica de la política.

La política parece haber pasado a ser un producto más de consumo. Los partidos políticos, más que ofrecer y razonar sus propuestas políticas a los ciudadanos, lo que hacen es ofrecerse como productos basados en la imagen de los líderes o en eslóganes más o menos afortunados. La relación se asemeja cada vez más a la que se tiene con un consumidor que con un ciudadano.

En este devenir tienen especial importancia el papel de los medios de comunicación, especialmente los audiovisuales, y el objetivo económico o político de los propios poderes mediáticos.

En el caso español, durante muchos de tiempo se ha vendido, como únicas reales, las ofertas políticas del bipartidismo que han dominado casi de forma monopolística la información política, obviando la pluralitat política, sin que hubiera muchas rendijas para la información de otras opciones minoritarias. Y con el paso del tiempo las diferencias entre las fuerzas bipartidistas han sido cada vez más de forma y no de fondo.

La llegada de la crisis económica y sus repercusiones sociales, junto con la aparición de los aspectos más sórdidos de la corrupción del sistema imperante, han creado un profundo malestar social que se ha concretado en una crítica generalizada. Esta ha sido incluso fomentada por los propios medios de comunicación que hasta este momento habían hecho oídos sordos, y la dirigen no sólo hacia los partidos responsables de la situación sino contra la totalidad de los agentes políticos y sociales.

La sospecha generalizada y la necesidad de justificación previa se han convertido en la nueva moda social. Lo que hasta ayer era socialmente aceptado e incluso asumido, ahora es en muchos casos una cosa que de entrada es puesta en cuestión y sometida a sospecha incriminatoria.

Cómo siempre y a pesar de las razones objetivas del malestar social, también es cierto que en muchos casos, especialmente en el juicio general del papel de la política, han pagado “justos por pecadores”. Hay responsables de la crisis, fundamentalmente los partidos que han tenido responsabilidades de poder, también es cierto que hay corrupción, que no sólo es política sino también económica y social. Pero también hay formaciones políticas y sociales y muchas personas que han desarrollado tareas sociales o políticas, durante todo este tiempo con total honradez, y que nunca han sido objeto prioritario de la atención de los medios, quizás porque no eran afines a los valores dominantes.

Ahora la nueva moda que algunos potencian es la de establecer que hay que hacer “tabla rasa”, que nada de lo que ha existido es aprovechable. Nuevamente el marketing de los medios impone la lectura única o quizás dual. En la actualidad hay una gran parte de los medios que nos continúan vendiendo la necesidad de lo políticamente correcto, los defensores del bipartidismo responsable rejuvenecido o no, y otra parte que vende los nuevos productos políticos y los venden como positivos simplemente porque son nuevos.

Así vemos como junto al PP y el PSOE, los partidos hegemónicos clásicos, se nos venden mediáticamente nuevos partidos que emergen desde la nada hasta potenciarlos a altos niveles de aceptación social, casos de Podemos o recientemente de Ciudadanos.

Parece que la crisis ha creado una amplia cantidad de “consumidores indignados” a quién ofrecer productos diferentes del bipartidismo tradicional, que ya no los seduce, y que tienen que optar por algo nuevo. Y esto a pesar de no se conozcan ni sus programas, ni sus capacidades de gestión, ni tanto sólo su ideología. ¿Qué hay detrás de Ciudadanos al margen de su líder y su labia? ¿Sabemos que están a favor del liberalismo económico, de la negación de la sanidad a los inmigrantes sin papeles, etc.? ¿Qué profundidad tienen los planteamientos de Podemos al margen de su capacidad de lanzar eslóganes comunicativos?  Sus enunciados políticos no desarrollados son, en la mayoría de casos, una copia de los de IU. ¿Por qué no se definen en temas concretos como el caso de la cadena perpetua? ¿Por qué por electoralismo huyen de posicionarse en temas conflictivos?

Lamentablemente durante muchos años se ha sido educando a la sociedad y a los ciudadanos en una economía del consumo. Y también en el consumo político, todo en base a productos muy bien presentados, líderes carismáticos o fotogénicos, mientras ni se debatían en profundidad los objetivos ni se estimulaba la capacidad crítica social.

Ahora el biproducto político tradicional ya está un poco pasado de moda y se nos presentan nuevos productos para el consumo político, pero siempre basados también en la venta del envoltorio y de la imagen, y no del contenido.

El cambio profundo de la sociedad no llegará con esta nueva primavera política que se nos vende. Sólo mediante un proceso, quizás más lento, de regreso a una cultura ciudadana, y no consumidora, del conocimiento político de las diversas ideologías y del debate de sus programas podremos salir de la actual cultura del consumo de productos políticos y de la superficialidad.

De Ciudadano a Consumidor de política