miércoles. 24.04.2024

Cataluña a la luz de Grecia

Es evidente de entrada que políticamente una independencia unilateral de Cataluña sería mal vista por muchos países de la UE.

El proceso independentista de Cataluña parece vivir en una burbuja irreal. Sus promotores y los medios, especialmente los públicos que le son afines, lo presentan como si la consecución de la independencia fuera un camino de “coser y cantar” fácil y rápidamente realizable, mediante una Declaración Unilateral de Independencia, y al final del cual llegaremos a la Arcadia feliz de la independencia, sin costes y sin traumas.

Hay que decir que este proceso ya ha provocado una ruptura de la cohesión nacional de la ciudadanía de Cataluña de consecuencias difíciles de calcular, que se añade a la ruptura social provocada por la crisis y las políticas aplicadas por los Gobiernos de Mas y Rajoy.

Cataluña vive desde hace más de tres años una parálisis institucional provocada por el debate independentista. Este debate ha ido provocando cada vez más división política y social. Si en un momento se trató de una propuesta sobre el “derecho a decidir” que agrupaba además del 80% de la población y de las fuerzas políticas, ahora se ha transformado directamente en la propuesta de una declaración rápida y unilateral de independencia que tiene un apoyo mucho más reducido por parte de la sociedad catalana y que causa una fractura en la ciudadanía. El ejemplo más claro ha sido la propia ruptura de la coalición gobernante de CDC y UDC que se ha roto después de décadas de unidad. En lugar de potenciar un proceso que fuera aglutinando fuerzas, como el que efectuó en la transición la Asamblea de Cataluña, ahora por el contrario se ha provocado una cada vez mayor división entre los políticos y entre la población.

No discutiremos aquí la imposibilidad política de llevar a cabo las propuestas de independencia unilateral que defienden Mas, Junqueras y sus acólitos. Cómo dice el cabeza de la lista de “Cataluña sí que se puede”, Lluis Rabell “Si no fueron capaces de hacer un Referéndum, como lo tienen que ser de hacer una Declaración unilateral de Independencia que tenga efectos reales”. Un proceso de este tipo tiene que hacerse como los de Escocia o Quebec, mediante un referéndum acordado con el Estado con reglas asumidas e incontestadas y aceptadas internacionalmente y esto comporta un largo proceso para conseguirlo muy diferente del que proponen CDC y ERC y sus entidades afines.

Pero lo que aquí queremos plantear es otro tema, el de la viabilidad económica y financiera de este proceso en un marco como es el de la actual situación europea. El Gobierno de Mas fía mucho el futuro de su independencia al apoyo internacional que encuentre en el ámbito de la UE. Y esto es el que queremos tratar.

La UE actual bajo la hegemonía alemana ha demostrado que tiene un respeto muy relativo por las democracias nacionales y sólo hay que ver el trato dispensado a Grecia y a su pueblo. Es evidente de entrada que políticamente una independencia unilateral de Cataluña sería mal vista por muchos países de la UE, Francia, Italia, Reino Unido, etc., por el efecto contagio que podría provocar.

Pero hay que entrar en los supuestos económicos de una independencia unilateral. El propio Consejo Asesor para la Transición Nacional del Gobierno de la Generalitat, en su informe 8, prevé necesidades financieras al inicio del proceso y plantea: “Un aspecto que tiene especial relevancia en el periodo de transición es el de la liquidez. Este se asocia a la limitación de los colaterales para el acceso a la liquidez del BCE en el supuesto de que Cataluña restara fuera de la Eurozona y en ausencia de un acuerdo monetario. La cuestión principal en este sentido no es tanto, pero, el acceso a la liquidez (resoluble -como se ha dicho- mediante filiales o sucursales a cualquiera otro Estado de la UE), como las cantidades de líquido de que se podría disponer. En todo caso, pensamos que es muy probable que los potenciales perjuicios derivados de esta restricción fueran minimizados finalmente por la misma UE, atendidos los propios intereses empresariales y comerciales en presencia.” Y añade: “En este sentido, hay que reiterar que la voluntad fuertemente europeísta de Cataluña tiene que traer a mostrar la disposición a seguir las exigencias que se hagan desde la UE, especialmente considerando que esta sabrá calibrar bastante bien las consecuencias de una decisión u otra en el mantenimiento del espacio común, de respecto a los compromisos adquiridos con la ciudadanía, y de garantía de los acreedores del Reino de España. Por eso, se puede prever que sea la misma UE quién acabe favoreciendo un acuerdo.”. En definitiva el futuro de la financiación se deja en manos de la buena voluntad europea.

Parece que el caso de Grecia no ha hecho reflexionar a los dirigentes independentistas catalanes. Cómo dice el mismo Lluis Rabell “no creo que Europa trate mejor Cataluña que Grecia”. Y no le falta razón.

Analizando en términos de deuda económica los dos casos en que se puede dar la independencia de Cataluña, hay que señalar ya de entrada que la deuda autonómica de Cataluña no tiene posibilidad de financiación en los mercados y está catalogado como “bonos basura”.

Un primer caso sería que fuera posible una independencia no acordada en la cual Cataluña no asuma la parte de la deuda estatal. Sólo la deuda autonómica catalana supone en el primer trimestre del 2015 unos 64.792, es decir un 32,2% del PIB, Todo esto sin asumir la parte de la deuda estatal. Se evidente que una independencia unilateral no acordada y en estas condiciones no sería aceptada por la UE. Y que la financiación por parte de los mercados de la economía de un país que no haya asumido su parte de deuda con el resto de España lo situaría en una situación de morosidad difícilmente financiable en los mercados.

Supongamos una segunda alternativa, difícil de entrever,  en la que finalmente España y Cataluña se repartieran la deuda. En este caso la deuda de Cataluña en el mejor de los casos superaría el 100% del PIB, puesto que tendría que asumir aproximadamente un  18% de la deuda estatal, que una vez deducida la deuda autonómica, se situaria por debajo del 80% del PIB catalán, al que habría que añadir en estos primeros momentos los gastos inherentes a la creación del nuevo estado, las cuales incrementarían todavía más la deuda de Cataluña lo cual lo situaría en una economía, otra vez, difícilmente financiable por los mercados. En este caso ya sabemos que pasaría, en el mejor de los casos que sería que la UE nos hubiera aceptado como miembros, que es que nos podría aplicar un rescate con lo que esto supondría en cuanto a aplicar medidas de austeridad y recortes sociales.

Y en el caso de que quedáramos fuera de Europa se abren multitud de interrogantes: ¿Qué moneda? ¿Qué repercusiones en las transacciones comerciales con España y la UE? ¿Qué problemas para atraer inversión extranjera? ¿Qué sistema bancario tendríamos? etc.

En conclusión estaría bien que los independentistas catalanes tocaran de pies a tierra y se refríen menos de la ayuda democrática de terceros y se dieran cuenta de qué mundo los rodea. Y si quieren información que pregunten en Grecia y sabrán “qué pan se da”.

Cataluña a la luz de Grecia