viernes. 19.04.2024

De Berlusconi a Trump

trump-berlusconi

La crisis de los sistemas parlamentarios capitalistas en la etapa de la globalización, y con la decadencia de la socialdemocracia, derivada en social-liberalismo, y la desaparición práctica de los comunistas, están comportando la aparición de nuevas propuestas de rechazo que adoptan la forma de populismos radicales de derecha que quieren presentarse como alternativa al sistema actual.

Así se dio la aparición de fenómenos personalistas como Berlusconi en Italia, que más que una alternativa era una caricatura del propio sistema, pero que atrajo a un gran número de votantes que se veían reflejados  en él como ejemplo de hombre hecho a sí mismo. Se trata de propuestas que fomentan el nacionalismo rancio, el miedo al diferente, el individualismo, el machismo y la xenofobia, como algunos de sus ingredientes principales. Junto a esto una defensa en el fondo del mismo sistema de producción y de clases sociales, incluso agravado, si bien les gustaría un mayor proteccionismo nacional. Hay que decir que Berlusconi después de décadas está fuera de juego en Italia pero que en gran parte ha sido sustituido por un movimiento populista anti-partidos como el “Movimiento 5 estrellas”.

No es un fenómeno único. Otros ejemplos son la aparición de populismos más organizados en partidos de extrema derecha que se basan en la defensa de “primero los de casa”, y los mismos ejes que en el caso anterior, nacionalismo extremo y reaccionario, rechazo claro de la inmigración, del diferente y que se presentan en muchos casos como refugio de las clases más desprotegidas y las que han sufrido más la crisis de la globalización que ellos relacionan directamente con el peligro de la pérdida de las esencias nacionales propias y el peligro de los diferentes que en el caso europeo se referencian en las personas de color y especialmente en los musulmanes y el islam, todo esto ligado a un profundo euroescepticismo. Estas fuerzas en el conjunto europeo tienen cada vez más predicamento, espoleados especialmente por los efectos de la crisis económica y por el hecho de que muchos no vean ninguna respuesta por parte de sus referentes clásicos de la izquierda socialista o comunista. Mucha gente huérfana de la izquierda y muy afectada por la crisis, que antes proyectaba su rechazo especialmente votando el partido comunista, hoy giran los ojos hacia esas fuerzas que se presentan como sus defensoras ante la competencia en el mercado de trabajo de las personas inmigradas. Este es el caso de Francia con Marie Le Pen y el “Frente Nacional” que ya es el primer partido en número de votos, o el caso de movimientos similares en una gran parte de los países más ricos como Holanda, donde también la extrema derecha es la más votada, o el caso austríaco donde un extremista de derechas puede ser el próximo Presidente de la República. También aparecen en los países nórdicos que fueron referentes de la vieja socialdemocracia y del estado del bienestar. Tanto en Finlandia, como Dinamarca, como Suecia o Noruega las formaciones nacionalistas de extrema derecha avanzan posiciones haciendo del rechazo a los inmigrantes su “leif motiv”.

Hay que hablar también del fenómeno de la UKIP en Gran Bretaña que ha conducido al triunfo del “Brexit”. Y también en la Alemania de Merkel el tema de la inmigración ha lanzado adelante las expectativas de los euroescépticos y anti-inmigrantes de “Alternativa por Alemania”. Todo ello sin hablar de los antiguos países del Este donde algunos como Hungría o Polonia están gobernados por partidos claramente de extrema derecha.

Ahora ha sido el caso de los Estados Unidos. Lo que parecía imposible ha sucedido, Donald Trump ha sido escogido presidente de los Estados Unidos. Trump representa la cara más oscura y retrograda del país, multimillonario populista, machista, racista, defensor de los ricos, proteccionista, aislacionista. Pero se ha presentado como defensor de quienes por un motivo u otro están descontentos con el actual estado de cosas, muchos de ellos trabajadores caídos en el paro. Su lema es la defensa del individualismo, de un poco definido “sueño americano”, contrario a la presencia del estado en la vida de la gente, y con un programa poco definido para atraer a todos los descontentos. Ha sido el candidato “anti-stablishment”. Y frente a él, una vez cerrada la puerta a Bernie Sanders el candidato que, desde la solidaridad y un programa nítidamente propio de la socialdemocracia más clásica, daba una respuesta progresista y alternativa al sistema, estaba Hillary Clinton la más fiel representante de lo más clásico del sistema dominante hasta ahora. El resultado ya es conocido, ha ganado el “outsider” aparente del sistema, pero sin duda y paradójicamente el más fiel representante de las clases más ricas del país para los que pide una rebaja de impuestos. Parafraseando a Warren Bufett “continuamos ganando la lucha de clases y por goleada”.

El futuro es cada día más negro y el próximo año vendrán las elecciones en Francia y Alemania, donde poco podemos esperar de las fuerzas de progreso. ¿Vamos inexorablemente hacia un resurgimiento de los nacionalismos excluyentes? Si no hay una reacción desde la izquierda que sintonice de nuevo con las clases trabajadoras esto parece imparable.

De Berlusconi a Trump