viernes. 19.04.2024

El truco final

No es momento de participar en un concurso de magia. Al menos, los que siempre quisimos un gobierno del cambio. Ahora de poco sirve improvisar un manual de fantasía para volar hacia la nada.

No es momento de participar en un concurso de magia. Al menos, los que siempre quisimos un gobierno del cambio. Ahora de poco sirve improvisar un manual de fantasía para volar hacia la nada.


Sostienen algunas personas desde el fondo norte que las izquierdas deben hacer un último intento para formar gobierno. Con reconocidas excepciones, son las mismas voces que arremetieron contra el gobierno del cambio cuando este era un objetivo al alcance de la mano. Una estrategia disparatada de quien debe sumar a su currículo una singular aportación al proceso de la revolución: impedir un gobierno presidido por Pedro Sánchez, forzar una nueva convocatoria electoral y propiciar un nuevo gobierno de Mariano Rajoy. Una estrategia, por cierto, que ha acabado por sumir a las izquierdas, a todas, en tierra de nadie.

Desde el fondo sur, ex ministros e intelectuales del PSOE, PP y Ciudadanos presionan en dirección contraria y advierten de la necesidad inaplazable de formar gobierno cuanto antes. Una solemne petición que, aparentemente, está llena de sentido común, si no fuera, en la mayoría de los casos, por su indisimulada tendencia a presionar siempre en la misma dirección: la que lleva a constituir un gobierno conservador. Si exceptuamos, por razones obvias, a los firmantes vinculados al PP, pocas de estas personalidades del progreso hicieron algo para ayudar a la constitución de un gobierno presidido por Pedro Sánchez, tras las elecciones del 20 de diciembre.

Coherencia y responsabilidad

Algo parece que une a la inmensa mayoría de los dirigentes políticos: su firme decisión de evitar unas nuevas elecciones, lo que nos convertiría en una democracia de concurso-oposición. Algún periódico llegó a decir que si hubiese nuevas elecciones, todos los actuales candidatos deberían marcharse a su casa. Advirtiendo que esta debe ser una decisión que no corresponde a los medios de comunicación, lo cierto es que la calidad y solvencia de los dirigentes políticos de este tiempo -de los viejos y nuevos partidos- es quizás, la más frágil y maleable de nuestra reciente democracia. De los viejos partidos se ha dicho de todo. En buena medida, se lo han ganado a pulso, porque la imagen de  pereza rajoniana tras el 20D o la conducta errática de Sánchez a partir del 26J, sometido a un impúdico chantaje por parte de los suyos, resumen el progresivo deterioro de los dos partidos mayoritarios.

Y a la nueva política se le acabó la impunidad. Ciertos amigos comentan que es muy poco tiempo el que llevan en la arena política. Argumento débil. Vinieron a salvar la democracia y anunciaron al planeta que nada sería igual con ellos. Publicitaron la campaña contra la casta desde la original frescura del poder popular. Aborrecieron el lenguaje de izquierda y derecha, y con viento del sur nos cantaron la copla de “los de abajo y los de arriba”. Pero las palabras sirven de poco, cuando la vida te sorprende con tanta contundencia. Podemos y Ciudadanos fueron los únicos -sobre todo el primero- que no hicieron ascos a unas nuevas elecciones. Y las tuvimos. Después del 20 D, Podemos abortó un gobierno de Pedro Sánchez (“era de derechas…”). Celebrados los comicios del 26J, todo apunta a dos únicas posibilidades: gobierno en minoría de Rajoy o terceras elecciones consecutivas. Con ellos iba a cambiar todo. Con ellos, la derecha volverá a gobernar.

Un apunte final

Sirven de poco las declaraciones de amor, la magia de la retórica, el truco final. Las izquierdas no están en condiciones de liderar ningún gobierno progresista. Lo estuvieron, pero hoy no lo están. El PSOE, porque echó en brazos de la derecha a fuerzas políticas a las que nunca se debe despreciar en democracia. Podemos, porque jamás pensó en gobernar. Anda enfangado en patrias, populismos y ocurrencias publicitarias, buscando desesperadamente trocear la izquierda para su particular sorppasso. Así nos va. Y sí, debe haber gobierno y el escenario que se le abre a las izquierdas debe ser algo más que una pelea para hacer una dura oposición. Los problemas de la gente no pueden esperar. El PSOE, en este capítulo, lo ha entendido mejor. Consciente de que un gobierno en minoría deberá pactar las grandes reformas y las más importantes iniciativas legislativas, ha adelantado las suyas: derogar la reformar laboral y la LOMCE, subir el SMI, garantizar un ingreso mínimo vital, combatir la pobreza energética, derogar la Ley Mordaza…y una ausencia notable que desde aquí apunto: retomar el Pacto de Toledo para garantizar el futuro del sistema público de pensiones.

El truco final