viernes. 19.04.2024

Podemos: una opinión desde IU

Ha habido tiempo suficiente para reflexionar con más tranquilidad y menos convulsión sobre el resultado de Podemos...

EL 25 de mayo de 2014 una formación política de nuevo cuño y de reciente creación obtuvo un excelente resultado en las elecciones europeas: 1.245.948 votos. Analistas electorales, expertos en demoscopia electoral (que con Podemos fallaron estrepitosamente), periodistas y teóricos de la comunicación han apuntado una razón por encima de cualquier otra para explicar el éxito de Pablo Iglesias: el dominio de la comunicación política, el buen uso del escenario audiovisual y su capacidad para traducir en mensajes electorales el discurso general. Sea como fuere, me arriesgaré a interpretar la irrupción de Podemos en el mapa político español que surge de las elecciones europeas.

Vaya por delante que es una opinión más de las que hay en IU. Pero la ubicaré en zona ancha: no participo ni de la convulsión observada en algunas declaraciones de dirigentes federales el mismo día de las elecciones, precipitando coaliciones electorales con Podemos en todos los ámbitos; ni del atrincheramiento asustadizo, quizás contagiado de cierre de filas, que ofrecen otros. Soy firme partidario de dedicar este tiempo a analizar las cosas con el mayor rigor posible, para compartir un análisis, un diagnóstico y una propuesta de intervención de IU en el futuro que no esté secuestrada por la ansiedad y las ocurrencias.

Advierto que la singularidad de las elecciones europeas y el contexto de participación que estas elecciones sugiere, no deben conducirnos a extrapolar con precisión matemática estos resultados a otros procesos electorales. No quisiera que se me interpretara mal. Lo dicho con anterioridad no debe devaluar un resultado contundente; y tampoco las tareas que de él se derivan. Es únicamente una acotación metodológica y empíricamente demostrada, para que no todo lo fiemos a la mera especulación.

¿Quién votó a Podemos?

En las elecciones del pasado 25 de mayo, PP y PSOE perdieron 2.615.674 y 2.561.563 votos. Podemos, Izquierda Unida y UPyD lograron dos millones, setecientos mil votos más. Parece evidente que la restructuración del voto progresista y de izquierdas guarda una relación directa con la debacle socialista, el crecimiento electoral de IU y la irrupción de Podemos. Y que el aumento de UPyD se explica en mayor medida por la reubicación del voto conservador que pierde el PP, aunque no solo. Tampoco sería muy arriesgado imaginar la presencia de nuevos votantes en los colegios electorales para meter la papeleta de Podemos en la urna.

Una primera constatación parece evidente: nadie, tampoco el más optimista de sus fundadores, calculó, ni siquiera se acercó en sus previsiones al voto realmente obtenido por Podemos. Convendría, por tanto, evitar arrebatos de clarividencia postelectoral estrechamente asociados al brillante alegato de “ya lo decía yo”. Ninguna empresa demoscópica, ningún think tank a derecha o izquierda, ningún gurú acertó en sus pronósticos con Podemos. De manera que todos estamos en igualdad de condiciones cuando osemos analizar su resultado, que en el contexto electoral de las elecciones europeas ha sido un éxito rotundo.

A mi juicio, y en términos genéricos creo que es una opinión muy compartida, Podemos habría recibido en su estreno electoral votos del espacio socialista –cambio de voto o recuperado de la abstención también “socialista”-, de la onda expansiva del 15M, que cabría clasificar como un voto de acusado perfil anticasta, como gusta decir a Iglesias, y en menor medida del entorno de IU, no tanto por su condición de exvotante, que también, como por su disposición a votar a esta formación política sin haberla votado antes (voto exsocialista o de otros ámbitos). Todo ello nos acerca a una primera conclusión: Podemos logra en muy poco tiempo interpretar con acierto el hartazgo ante unas políticas de ajuste y recortes que han arruinado la vida de millones de personas. Y aunque fuerzas como IU han sido parte activa y visible de la movilización social y de la iniciativa institucional contra estas políticas, quizás no ha sabido traducir en votos la movilización, como consecuencia de una candidatura, una estrategia de comunicación, un discurso y unas formas de hacer política con escasa capacidad de seducción.

Constatado el excelente resultado de Podemos, me asalta una primera duda: durante el tiempo preelectoral, sus portavoces ensayaron un mantra consistente en devaluar el ejercicio de la política, porque estaba contagiada por las cloacas del sistema. “Las instituciones están en manos de la casta y hasta que no logremos derrotarla (PP+PSOE; supongo que también meterá a las derechas nacionalistas), poco podremos hacer”. Una parte del voto a Podemos, como decía más arriba, tiene un componente marcadamente alejado, cuando no hostil, con las instituciones. Es la parte más próxima a la conducta Grillo que, por cierto, negocia con los ultraconservadores británicos un eurogrupo en el Parlamento Europeo. Pero ellos son ahora parte del entramado institucional. “Bienvenidos a la política”, resumía el portavoz de IU en el Ayuntamiento de Madrid, Ángel Pérez, dirigiéndose a Podemos. A mi me gustaría que en el debate para superar las tensiones que todo partido tiene a la hora de analizar las consecuencias de futuro del resultado electoral (nosotros sabemos de esto), salga adelante en Podemos la idea de quienes apuestan por hacer políticas de izquierda en todos los ámbitos, también en la acción institucional.

¿Qué hacer en IU?

Lo primero, no precipitarse. Debemos evitar que la ansiedad y la ocurrencia ocupen el lugar que le corresponde al análisis, el debate y el impulso de una estrategia política con abierta vocación unitaria. IU no puede deslizarse por la pendiente del atajo porque acabaríamos pagando más tarde los platos rotos de la improvisación. Debemos respetar los tiempos de reflexión de otras fuerzas, en este caso de Podemos, y poner sobre la mesa, cuando corresponda, las conclusiones de ambos debates. Sugerir bloques, frentes amplios, coaliciones diversas o plataformas electorales, antes de compartir un diagnóstico de lo ocurrido, concretar un programa de acción y definir una estrategia de cambio para Madrid, se me antoja disparatado y poco útil para enfrentar el futuro.

Izquierda Unida no debe disimular su voluntad de construir espacios unitarios, siempre a partir de un acuerdo en la propuesta política. De nada sirve precipitar ‘declaraciones de amor’ de unos para con los otros, si no somos capaces de avanzar primero en el análisis compartido de lo ocurrido en las elecciones, y de concretar, en segundo lugar, estrategias verificables de cambio en los distintos ámbitos. En nuestro caso, hablamos de la comunidad de Madrid y de sus ayuntamientos, la primera gran batalla que tenemos dentro de un año.

He escuchado repetidamente estos días, opiniones de representantes de IU que decían simpatizar, prácticamente en todo, con los principales reclamos de Podemos: fin del régimen, combate contra la casta, poder popular, nuevas formas de organización de la sociedad, democracia de base…Sin matizar, en bruto, se arremete contra los que denominan partidos de la casta (un portavoz de Podemos ha señalado a un sector de IU también como parte de la casta) y se advierte que hasta que estos partidos no sean derrotados, nada se podrá hacer. De este análisis se desprende, por ejemplo, que el gobierno andaluz es inaceptable y cualquier hipótesis de colaboración en el futuro, también.

Si uno se fija en estas descalificaciones, parece que lo importante no es el programa que se pone en marcha y la decidida voluntad de mejorar la vida de la gente, sino la lealtad a una retórica de categorías y lemas, parece que útiles para agitar y rentabilizar una crítica al sistema, pero de incierta viabilidad en la construcción de un proyecto de futuro, ya sea en el gobierno o en la oposición.

Que nadie se relaje. Lo que está pasando en España y buena parte de Europa, exige, aunque no solo, una profunda renovación de la política partidaria, de la acción colectiva. Democracia y eficacia dentro y fuera. Partido de militantes, partido de ciudadanos/as. Y si es posible, un partido abierto a la ciudadanía.

Podemos: una opinión desde IU