jueves. 28.03.2024

La odisea del pacto

SanchezCongreso

No será fácil pactar la recuperación social y económica del país. El desencuentro entre la oposición y el Gobierno, la desconfianza de unas fuerzas políticas hacia otras, y la insolencia del argumentario de las derechas no auguran nada bueno. Pero hay que intentarlo, porque el consenso y el acuerdo llegan al final, no al principio.


Antes de razonar mi convencimiento de que el Pacto por la Recuperación Económica y Social es necesario y hasta posible, debo advertir por honestidad, que en este intercambio de golpes e ideas, que apenas acaba de iniciarse, para acotar el campo de juego y el reglamento de un pacto, no todas las fuerzas políticas y sociales han expresado su opinión con la misma dignidad y compostura. Me declaro en rebeldía ante la equidistancia crítica que ciertos periodistas y parroquianos del espacio progresista han destapado en las últimas semanas. No digamos ya de quienes han derivado la mayor parte de responsabilidad del actual (y futuro) desencuentro hacia el principal partido del Gobierno. A eso lo llamo yo arrojo. Solo pretendo evitar la descortesía política de una opinión conscientemente parcial.

Las derechas han empezado el calentamiento embistiendo al pacto y a su promotor. Formados en la escuela siempre sensible y delicada de la FAES, los dirigentes del PP no han reparado en daños. Por resumir, han venido a decir que el Presidente del Gobierno pretende con el pacto “un cambio de régimen, empujado por sus socios comunistas de gobierno. Sánchez no tiene ni credibilidad ni confianza para liderar este proceso. Es un mentiroso compulsivo y solo busca esconder su responsabilidad ante la gestión de la COVID-19 y repartirla con los partidos de la oposición”. No, todos no son iguales, aunque al Gobierno le esté faltando, a veces, finura y madurez en sus movimientos para avanzar hacia objetivos de evidente trascendencia política.

Pacto en España, demandas en Europa

El Presidente del Gobierno se ha referido con insistencia a los Pactos de la Moncloa de 1977, para expresar la necesidad de pactos similares en 2020, lo que ha suscitado no poca controversia. Este es un país distinto, y sus dirigentes políticos también lo son. Por tanto, lo de menos es cómo llamamos a la cosa. Si cabe, puede servirnos la voluntad política de gobierno, partidos, sindicatos y organizaciones empresariales, hace ahora 43 años, para construir y consolidar la democracia, relanzar la economía, la negociación colectiva y los servicios públicos, y dotarnos de una fiscalidad básica a fin de que el Estado social empezara a ser digno de tal nombre.

En esta ocasión, la mesa de negociación será extensa (al menos, al empezar su andadura), su composición amplia y compleja y la lealtad a un proyecto compartido para reforzar el Sistema Nacional de Salud, recuperar la economía y el empleo, y robustecer la protección social en un nuevo país y una Europa más social y políticamente más unida, de momento, está verde. Será una odisea, pero ningún pacto de tal envergadura empieza sin dificultad. Lo que es incontrovertible es que los neoliberales del sálvese quien pueda y los voceros del estado mínimo, estarán en la mesa, aunque esconderán sus recetas y acudirán al ideario público para socorrer y aliviar empresas, salvar su propio pellejo, incluso para defender rentas básicas sin subir impuestos. Bueno, la presidenta de la Comunidad de Madrid, con su singular lucidez, nos propuso dos meses atrás bajar los impuestos; así las políticas sociales las financia el espíritu santo. Hubo un tiempo en que hasta insignes representantes progresistas defendieron que bajar impuestos era de izquierdas.

El pacto es imprescindible, vital para enterrar la COVID-19 y diseñar la recuperación social y económica. Van a ser los estados y las políticas públicas y esperemos que Europa los grandes protagonistas de este pacto; por lo tanto, radicalmente distintas a las de 2008, han de ser las medidas y soluciones que se adopten. Entonces, el golpe a los salarios, la quiebra de los equilibrios en la negociación colectiva, la destrucción de empleo como principal recurso, el auxilio a la banca y el olvido de la reforma fiscal, marcaron el camino. Ahora se trata de avanzar, justamente, en dirección contraria. De entre todos los actores, debe ser el movimiento sindical el que con mayor firmeza y solvencia defienda una salida de “expansión e impulso de la demanda y la actividad económica”, como ha recordado Unai Sordo. Y hay que hacerlo en un escenario fuera de control, con el déficit público y la deuda a galope, en consecuencia, conscientes de que el pacto en España ha de servir para exigir instrumentos de inversión en el ámbito europeo y un plan de financiación comunitaria, con un objetivo primordial: la capacidad de emitir deuda común y progresar en el proceso de unión fiscal, prácticamente en pañales desde la creación del euro.

No rendirse

Los contactos han empezado. La ultraderecha, la que actúa desde el otro lado de la democracia, se ha autoexcluido. La derecha más conservadora empezó dándose a la fuga, dejando un reguero de insultos, pero contará hasta diez antes de presentar su renuncia definitiva. Debe participar, debatir, elevar sus propuestas, negociar y si fuera posible, acordar. No puede seguir atrapada en territorio ultra, emulando a la peor derecha conservadora europea.

Me atrevo a sugerir una circunstancia para ser explorada sin complejos. Que sindicatos y organizaciones empresariales, en un contexto bloqueado por la resistencia y la perversidad, piloten el diálogo y la negociación, e impulsen el acuerdo en la mejor dirección posible, con cuantos/as representantes políticos quieran. La salud, las personas más vulnerables y la recuperación económica lo necesitan. La confianza de la ciudadanía en sus instituciones democráticas, también.

La COVID-19 nos ha confinado, ha matado a miles de personas en España, a centenares de miles en todo el mundo y, sin embargo, ahora tenemos una oportunidad. Parafraseando a Víctor Hugo “el futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad”.

La odisea del pacto