viernes. 29.03.2024

La izquierda y la política en esta legislatura

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Ciertas formaciones políticas le han cogido gusto a presentar o apoyar propuestas en el Congreso. Hablan desde la tribuna, votan y con frecuencia ganan. ¿Y después?

Es sin duda una condición imprescindible y altamente recomendable en la legislatura que acaba de comenzar. Los grupos parlamentarios deben traducir en iniciativas legislativas las demandas sociales e intentar que las mismas cuenten con la mayoría de votos de la cámara. El problema es que el proceso no debe concluir ahí, sino que debe recorrer el tramo más decisivo, el de la presión, negociación y  diálogo con el grupo que sustenta al Gobierno, si no se quiere convertir la acción política en una mera exhibición de indignación parlamentaria. Es posible que, el Ejecutivo ponga trabas a las iniciativas aprobadas, o incluso las rechace de plano. Por eso no será fácil. La derecha defiende su ideario, sus reformas y sus propuestas políticas. Corresponde a las izquierdas y a otros grupos hacer valer la legitimidad y el vigor de una proposición aprobada en el Congreso. Y hay que hacerlo con toda la fuerza de la ley y de la movilización democrática.

Puede ser esta una legislatura atractiva. El Gobierno no cuenta con mayoría en el Congreso y el escenario de confrontación parlamentaria ha de ser territorio propicio para sacar adelante iniciativas que permitan abrir un tiempo de diálogo y avance legislativo. No se trata, citando al dirigente comunista francés Jacques Duclos, de “hacer más felices a las personas, sino de hacer felices al mayor número de personas”. Una iniciativa aprobada en el parlamento sobre el SMI, las pensiones o la educación, por ejemplo, actuará como elemento de presión ante el Gobierno, que difícilmente podrá ignorar lo aprobado en el Congreso, aunque trate de retorcerlo, devaluarlo o recurrirlo. Pero la obligación de los promotores de la iniciativa es que la misma acabe modificando leyes anteriores o legislando en favor del mayor número de personas.

Lo ocurrido con la LOMCE y el SMI no ha de echarse en saco roto. CCOO censuró con dureza la conducta de PP y PSOE por su actuación a propósito del SMI. Por el fondo - el SMI debería haber subido hasta los 800 euros en 2017, como exigían los sindicatos porque era posible y porque así se votó en el Congreso de los Diputados- y especialmente por la forma, al hurtar al diálogo social una materia de su estricta competencia. No es un problema menor, porque el diálogo social que tiene mucho campo por delante en esta legislatura recibió un duro golpe y no empieza como sería deseable. Pero nos quedaríamos en bucle si no fuéramos capaces de trascender a este contencioso y advertir que la subida aprobada es la mayor de los últimos 30 años y guarda directa relación con la acción sindical y política. O lo que es lo mismo, una buena iniciativa parlamentaria que se traduce en una mejora nada despreciable del salario mínimo es un ejemplo de política útil.

No es la primera vez que lo digo. Observo en el proceder de ciertas formaciones políticas una acusada querencia por la pasarela,  el lenguaje corporal y la indignación. Son noticia cuando exigen, emplazan, descalifican o lamentan, pero todavía no conozco que de su indignada conducta reivindicativa surja una negociación con las contrapartes para que la reivindicación derive en acuerdo del que se pueda beneficiar la ciudadanía, especialmente las personas en peor situación. Los o las portavoces de Podemos han centrado su batalla en la retórica -algo a lo que el manual de populismo concede gran relevancia- pero huyen como de la peste si tienen que contrastar sus ideas y propuestas en una mesa con otros actores de la izquierda y/o de la derecha. Y es que, empiezo a considerar si ciertas organizaciones no tienen un problema con la democracia, con el pluralismo político, con la convivencia entre distintos.

Karl Liebknecht, el compañero de Rosa Luxemburgo, fundador de la Liga Espartaquista y del Partido Comunista alemán decía que “la ley básica del capitalismo es tú o yo, no tú y yo”, algo tan real como la vida misma. A veces dudo si esta conducta señera y excluyente del capitalismo de casino no ha acabado invadiendo el territorio de la política democrática, y en lugar de enfrentar y contrastar propuestas e ideas, algunos prefieran enseñarlas sin compartirlas”, no vaya a ser que, con la huella del diálogo, puedan salir adelante…

La legislatura que ahora empieza su andadura es, por tanto, un reto para las izquierdas y las formaciones que no forman parte del partido del Gobierno, y también para el Partido Popular.  La firmeza de las ideas que cada uno sostiene no puede ni debe ser incompatible con el diálogo. De la misma manera que la mejor huelga general no será finalmente un éxito si sus reivindicaciones no son atendidas y/o incorporadas a una mesa de negociación que concluya en acuerdo. No faltará quien advierta que poco o nada se puede esperar de esta legislatura de un gobierno conservador. Es una advertencia pertinente, pero adolece de una fuerte carga de resignación. Las dificultades las conozco. El margen y la legalidad, también. Ahora hace falta iniciativa, coraje y talento para actuar en este escenario móvil de mayorías y minorías y conseguir que, de verdad, el grupo parlamentario que sustenta al Gobierno, circule por la senda de la negociación. Es posible avanzar en esta legislatura en materias como las leyes laborales y la negociación colectiva, la calidad del empleo, las pensiones, el SMI, la renta mínima contra la desigualdad y la pobreza, una nueva política fiscal, los servicios públicos, la dependencia o la salud de la democracia. Con mayor o menor intensidad, el Gobierno puede estar obligado a ser algo más parlamentario.

La izquierda y la política en esta legislatura