martes. 23.04.2024

El arte de la crítica

Los sindicatos deben tomar nota de las exigencias y críticas que ayuden a robustecer el músculo reivindicativo y contractual...

Los sindicatos deben tomar nota de las exigencias y críticas que ayuden a robustecer el músculo reivindicativo y contractual

Uno está tan expuesto a la crítica como a la gripe”, decía el autor teatral y escritor suizo, Friedrich Dürrenmatt, lo que no debería llevarnos a convivir con la gripe con más frecuencia de la imprescindible. Que hemos de ser sensibles a las reflexiones críticas es algo consustancial a la razón. Forma parte del debate democrático y pareciera que enrocarse frente a la crítica sería adelantar nuestra culpabilidad. Ambas cosas son tan ciertas como legítimo y aconsejable el derecho a responder a las críticas. El silencio puede entenderse como complicidad.

El movimiento sindical vive tiempos difíciles. La crisis económica, la fuerte destrucción de empleo, la involución legislativa y la quiebra del mercado de trabajo, ha debilitado su estructura de organización y su  capacidad de intervención en el escenario político y económico. No quiero ocultar, que a este deterioro hemos contribuido también desde el propio sindicato, con algunas malas prácticas en su seno –creo que erradicadas con rapidez-, que han facilitado la crítica y el fuego enemigo, muchas veces más fuego que crítica.

Algún amigo en las páginas de la prensa digital, y alguna periodista progresista desde la azotea del periódico por excelencia, han hurgado en la herida de este debate con argumentos que hemos de considerar en un caso, y rebatir en otro. Quienes nos animan a repensar el sindicalismo, a reforzar sus vínculos con la afiliación y los trabajadores, a profundizar en las herramientas de participación de sus estructuras, a mostrar más el rostro de la reivindicación y el conflicto, a recuperar poder contractual, a inventar el modo de comunicar para tratar de asomarnos por la ventana del actual entramado mediático, están apuntando en la buena dirección. Ese es un debate necesario, y creo que en parte está abierto en CCOO, de la mano del propio secretario general. 

Cuando una periodista se dirige a los sindicatos -y ya es reincidente- y alude a “su práctica desaparición”, porque “no hay ningún sindicalista en ningún plató de televisión, en casi ninguna tertulia radiofónica, no aparecen en las entrevistas ni en las secciones de opinión de los diarios, digitales o tradicionales. No se les oye no se les ve”… entonces, uno reivindica el derecho a discrepar y a asumir el reto de responder. Soledad Gallego-Díaz, periodista de El País, y colaboradora en la SER, critica con dureza a los sindicatos, al mismo tiempo que improvisa algunas teorías un poco extravagantes e inciertas sobre su pérdida de influencia en todos los países industrializados. “En los países nórdicos y en Alemania se diluye porque la presencia sindical en la propia dirección de las empresas y en la dirección política del país (el actual primer ministro sueco es un sindicalista) está tan institucionalizada que su voz se oye casi de manera obligatoria en todos los escenarios de discusión”. El cuerpo de su crítica evoluciona de forma contradictoria. ¿No tienen presencia los sindicatos en los países industrializados, o aunque la tengan, están burocratizados, desconectados con la realidad y desmovilizados? No hay escapatoria. Su excepcional elogio al mundo sindical lo hace al sindicalismo estadounidense, citando al presidente Obama que ha animado a los sindicatos a incrementar afiliación y a pelear por tener un mayor papel en la dirección que toman las empresas y la economía. De que así sea, se alegrará el movimiento sindical en todo el mundo. 

Soledad dice que a los sindicatos “ni se les ve ni se les oye”. Al grano. Yo creo que la crisis económica es también política y social, y que afecta al corazón mismo de las formaciones políticas, y en otra dimensión, de los sindicatos. Comparto la idea de que no podemos eludir cambios, y no menores, en los modos de hacer sindicalismo, de protagonizar el conflicto social y de reivindicar con insistencia, hasta con terquedad, nuestra condición de sujeto político en las sociedades abiertas y democráticas, sociedades que han experimentado profundos cambios en todos los órdenes. Pero hay que mojarse, Soledad. No se puede tirar la piedra y esconder la mano. ¿Cuántos espacios de opinión en el periódico o en la radio has dedicado a contar lo que hacen los sindicatos? O acaso, alguien en su sano juicio puede afirmar que no hay convenios, no hay luchas por los ERE, no hay conflictos laborales, no hay huelgas, no se consiguen mejoras en las condiciones de trabajo, no se pelea por las pensiones, por las prestaciones básicas, por la renta mínima, por los servicios públicos…NO HAY ELECCIONES SINDICALES? Claro si no se habla de ello, no somos noticia, y así Soledad Gallego-Díaz podrá decir que ya no estamos ni en las tertulias. 

El sindicato, y nunca será suficiente, debe repensar la acción sindical y su presencia en la sociedad. Hay que avanzar por el camino de la renovación -reuniones, vida interna, asambleas, congresos, herramientas de participación de la afiliación, redes sociales, vínculos con las trabajadoras y trabajadores,..-, pero no desvariemos. El sindicato sí es noticia allí donde hace sindicalismo, en la empresa, en el centro de trabajo, en el sector. Justamente allí donde la gente vota a sus representantes, a sus delegados y delegadas, a las personas en las que deposita su confianza. Y no nos va tan mal en un terreno tan determinante como ese: CCOO gana con más de 6.500 delegados de diferencia sobre el segundo sindicato, las elecciones sindicales.  Entre CCOO y UGT suman el 72% de la representación. Aquellos sindicatos que, aparentemente, encajarían más en la reflexión de SG apenas superan el 1,5%, como CGT. Así que sepamos no solo ser críticos, sino también ser justos. Lo que resulta incontrovertible es que en el centro de trabajo donde no llega el sindicato, las condiciones laborales son peores, y las relaciones laborales inexistentes.

De manera que cada cosa en su sitio. Los sindicatos deben tomar nota de las exigencias y críticas que ayuden a robustecer el músculo reivindicativo y contractual. Pero para que sean noticia, y no precisamente por el “vilipendio de azotea”, las y los informadores deberían, de vez en cuando, traducir en información/opinión la acción sindical que, como Teruel, también existe.

El arte de la crítica