jueves. 28.03.2024

Podemos e IU: van cayendo las máscaras

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El golpe separatista en Cataluña ha terminado desnudando ante la opinión pública la verdadera naturaleza política de Podemos y de su IU

Sufrimos un contexto político y social fuertemente marcado por una nauseabunda profusión e insistente reposición de casos de corrupción de los que casi nadie se libra; por una significativa reducción de los niveles de movilización obrera y social; por el auge de la hegemonía de los valores de la derecha; por la perversa invasión mediática, demoscópica y tertuliana del debate político público; por un cortoplacismo sin memoria ni visión histórica; por un “provincianismo” aislacionista, despreocupado de lo que ocurre en este amenazado mundo y en Europa; y también por una mezquina fiebre electoralista que genera parálisis de la acción político-institucional.

La legítima aspiración partidista de alcanzar mayor respaldo electoral en los ya cercanos comicios del 2019 no debería impedir que las distintas fuerzas políticas negociaran en serio, cedieran en lo posible y acordaran las medidas políticas que reclaman los grandes problemas del país: sistema de pensiones, calidad del empleo, desigualdad, violencia de género, financiación autonómica y local, modelo educativo, presupuestos del Estado, etc. Por el contrario, el desapego popular hacia la política tiende a extenderse ante la “guerra pre-electoral” abierta, en la que se imponen el sectarismo y la mediocridad política de los que, encuestas en mano, no tienen más horizonte que sus inmediatos réditos electorales.

En ese degradado contexto general, pasadas las elecciones catalanas del 21 de diciembre y ante la enésima fase del agotador esperpento separatista en Cataluña, me parece oportuno reflexionar sobre la actuación política de quienes se reclaman de la izquierda. Supongo que no sorprenderá que me refiera a Podemos y a su IU.

Empezaré por lo que resulta ser una reveladora confesión pública. Ante la clamorosa perversión democrática que supone pretender investir como presidente de la Generalitat a un prófugo de la justicia, el propio Puigdemont, desde su dorado retiro en Bruselas, desvela que: “si yo gano, cae Rajoy”. De modo que el destrozo social y convivencial, político y económico que ha provocado quedaría así justificado, ya que lo que realmente importa, aquí y ahora, es derribar al precio que sea el gobierno del PP.  Y para sumar dramatismo al relato, este prodigio del victimismo político confiesa a quienes le rinden pleitesía en Bruselas que teme por su vida si es detenido a su regreso a España.  

Por sus actos, toda España ha podido comprobar que tras la aparente neutralidad y equidistancia de Podemos, “Los Comuns” e IU-EUiA en el proceso catalán se esconden justificación y complicidad con el golpe perpetrado por el nacionalismo catalán y demás separatistas. ¿Acaso defender, en el mundo del siglo XXI, el derecho de autodeterminación para Cataluña, bajo la sibilina forma de “referéndum pactado”, no es alimentar las tesis del separatismo? Claro que sí. Oportunamente, la Sra. Carolina Bescansa alertó de ello, lo que le valió, con el silencio aquiescente de Alberto Garzón y demás diputados de su grupo, su fulminante cese como portavoz en la Comisión Constitucional del Congreso.

No es ya necesario recordar todas sus actuaciones para demostrar que esa ha sido y sigue siendo la estrategia de esa “izquierda”. Aunque últimamente matizada. Sus crecientes tensiones internas, el altísimo coste en su credibilidad social y aceptación política, los abandonos y quiebras tácticas en el bloque separatista y la evidenciada imposibilidad de avanzar en el proyecto de ruptura de la unidad territorial de España obligan a una cierta modulación de su discurso. Sin embargo, no es más que meramente táctica y aparente. En lo fundamental, persiste en las mismas lógicas de fondo. Tres actuaciones recientes lo demuestran: 1- junto a los independentistas, Podemos e IU han declinado participar y aportar sus propuestas en la Comisión de Estudio Territorial del Congreso; 2- los “Comuns”, Podemos e IU-EUiA, lejos de oponerse, avalaron con su abstención la elección de un independentista al frente del Parlamento de Cataluña; y  3- al igual que los separatistas, claman contra el inevitable “155” y actualmente contra las medidas cautelares dictadas por el Tribunal Constitucional ante la grotesca intención de investir al fugado Puigdemont como presidente de Cataluña.

Por su lado, el PCE va de la mano. Basta con leer el apartado dedicado a Cataluña del último Informe de su Comité Central (14 de enero) o bien su periódico mensual (29 de enero) en el que se reclama que “las fuerzas de la izquierda nacionalista catalana se incorporen al bloque del cambio en el ámbito estatal ”.

Ignoro si prosperará la estrategia de transformar la “crisis catalana” en la tumba del gobierno Rajoy. Tengo serias dudas al respecto, aunque sinceramente no me inquieta. Lo que me inquieta es que está produciendo un evidente reforzamiento político, cultural e institucional de la Derecha en Cataluña y en España, al punto que hoy parece que la alternativa a la derecha es también la derecha. Además y muy especialmente, me preocupa que ello haya implicado que la llamada “agenda social” quedase barrida por los afanes nacionalistas, separatistas e identitarios que nada tienen que ver con la Izquierda y sus alternativas políticas solidarias, de progreso y emancipación.         

Ante su abultado fracaso electoral el 21 D, los líderes de Podemos y de su IU han tenido que reconocer ante sus órganos de dirección federal que los problemas económicos y sociales que padecen los trabajadores/as de Cataluña quedaron olvidados. ¿Se imaginan que un viticultor se dedique a la vendimia de otro viticultor rival olvidándose de la suya propia? Eso es, básicamente, lo que ha hecho esa “izquierda” en Cataluña.

Resulta tan inaudito como revelador que los problemas del desempleo, precariedad, desigualdad, pobreza, violencia de género, pensiones, educación, sanidad, dependencia, etc., escapen de la preocupación de cúpulas dirigentes que se reclaman de la Izquierda, y más aún en una Comunidad como la catalana en la que los gobiernos nacionalistas han impuesto los mayores recortes sociales del país. Parecería que todos esos asuntos (que curiosamente A. Garzón denomina “el acento social”) no son para ellas más que biensonantes fachadas declarativas tras las cuales desarrollar políticas desclasadas, transversales y aventureras: políticas populistas. ¡Claro, que para sentir “lo social” es bastante recomendable haberlo sufrido en carne propia y ser algo más que una élite de ilustrados que acceden a la política como políticos profesionales!   

En resumen, el golpe separatista en Cataluña ha terminado desnudando ante la opinión pública la verdadera naturaleza política de Podemos y de su IU.   

Por último, un detenido análisis de las últimas reuniones de la dirección federal del PCE y de IU no hace más que confirmar el continuismo en la deriva política expresada y materializada en su inalterable opción disolvente de “converger” en torno a Podemos. Por si acaso, sus máximos dirigentes se han encargado de precisar que eso “no está en cuestión”. Por ello, me resulta llamativo que ante la insistencia en una opción política tan pos-marxista y tan fracasada nadie asuma sus responsabilidades y actúe en consecuencia. Nadie dimite, como tampoco parece existir masa crítica interna que lo exija. El ropaje “leninista” que acaba de comprar el XX Congreso del PCE no hace sino vulgarizar el significado profundo del Leninismo. Lamentablemente, me remite a la sabiduría del refranero popular: “aunque el mono se vista de seda, mono se queda”. Nicolás Maquiavelo advirtió en su día que el oportunismo político puede ser conveniente, siempre que no se desvele la parte de renuncia estratégica que habitualmente conlleva.

Así las cosas, el principal deber de los progresistas, de los comunistas (la gran mayoría de ellos ya fuera del PCE), no es otro, por laborioso que sea, que reagrupar y unir las voluntades políticas emancipadoras y contribuir a generar una nueva dinámica en la izquierda vertebrada en torno al conflicto Capital-Trabajo que, quiérase o no, genera incesantemente el modelo socio-económico Capitalista. Una dinámica política abierta, plural, respetuosa, unitaria y constructiva, susceptible de reconquistar esperanzas y concitar amplios apoyos a un Proyecto de extensión de la base democrática de nuestro sistema político, de solidaridad y unidad de las clases trabajadoras y populares en una España regenerada, dinámica, culta y progresista, en una España constituida como Estado Federal, Solidario y Unitario, con perspectiva Republicana y Socialista.

Luis Cabo.  Militante comunista desde 1963 y miembro fundador de IU.

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