jueves. 28.03.2024

Los sueños eróticos del pacto con el PP y el gobierno de concentración

Lo malo de no tener nada propio que ofrecer es que te obliga a estar pendiente del vecino para inventarle una vida...

No habrá gobierno de concentración, ni pacto ni apaño. ¡No!

Lo malo de no tener nada propio que ofrecer es que te obliga a estar pendiente del vecino para inventarle una vida. Y no suele ser una vida cualquiera, no, suele ser una vida más falsa de una moneda con dos caras y hecha de cantos rodados, a veces cuadrados por aquello de no desmerecer en eso de la absurdez.

Y en estas aparece el dichoso “gobierno de concentración”, otrora “pacto PSOE-PP” promovido por aquellos que, a falta de poder ofrecer algo propio, hacen un revuelto de sus deseos, necesidades, ansias, deseos y ese populismo demagógico que les permite decir que son los garantes de la esencia de la izquierda mientras renuevan sus votos matrimoniales con la más rancia derecha extremeña que ha hecho posible, por ejemplo, el mayor recorte de gasto sanitario de toda España.

No habrá gobierno de concentración, ni pacto ni apaño. ¡No!

Lo ha dicho Rubalcaba pero también lo gritamos alto y claro cuando en la pasada Conferencia Política iniciamos nuestro nuevo camino. El día que el auditorio estalló en socialismo apasionado, cuando se confundía el estruendo del aplauso con esos corazones latiendo henchidos del orgullo de saber que retornamos al camino que nos lleva al lugar de donde no debimos salir. Fue ese día que decidimos que se eliminaría el Concordato con la Santa Sede, el día que renovamos nuestro compromiso con nuestra esencia de ser, con la Educación Pública, con la Sanidad Pública Universal y gratuita, con la Ley de Dependencia, con la Igualdad, con el respeto a los derechos de la mujer, con la Justicia Universal.

Eso hace incompatible cualquier pacto con ese PP entregado a la causa rancia y retrógrada moral del ala más extrema de la Iglesia que ha hecho de nuestras vidas y nuestros derechos un decálogo de mandamientos y derogaciones.

No, no somos lo mismo. Jamás podríamos. Los socialistas sustituimos el alma por el corazón, ese que se encoge con el dolor y late más fuerte ante las injusticias.

No hay entendimiento entre quien levanta escuelas públicas y quien las privatiza metiendo más rosarios y crucifijos que lapiceros. Ni con quien obliga a morir a personas sin asistencia médica sólo porque su situación administrativa en España es irregular. Y así hasta el infinito número de derechos que hemos visto esfumarse como en una mala pesadilla.

A aquellos partidos que intentan por todos los medios inventarnos una vida, a los medios de comunicación –o de novela de ciencia ficción que últimamente me cuesta distinguir género cuando les leo-  que han encontrado un filón en propagar bulos de dosificación electoralmente periódica, no habrá ni gobierno de concentración ni acuerdo ni cualquier otro cuento chino de esos que tenéis a bien inventar.

Se atreven a considerarse garantes de la esencia de la izquierda, a esos son más fruto de momentos televisivos estelares que fruto de un trabajo en esa calle que tanto mentan pero que tan poco patean, pelean contra los suyos por falta de arrestos de lidiar contra el enemigo que, mientras, se frota las manos con la sensación de haber dado otra estocada en la línea de flotación.

Queridos, hay que reconoceros que de estrategia andáis regular pero de sentido común y lógica básica de psicotécnico sencillito, mal. Muy mal.

Los sueños eróticos del pacto con el PP y el gobierno de concentración