viernes. 19.04.2024

Buscar lo inesperado

La izquierda no ha sido capaz de forjar un proyecto revolucionario ni aún reformista, no ya en la práctica, sino ni siquiera en la teoría...

 

El discurso que viene dando la presidenta de la Junta de Andalucía refleja muy claramente la tensión que suele estar presente en casi todos los proyectos políticos y en las personas que los lideran. La que se da entre el deseo de ir más allá para buscar nuevos espacios y romper la inercia del mundo en que vivimos, y la atadura a la realidad inmediata que frena esa perspectiva y la voluntad de cambio.

Se trata de una tensión muy fuerte, ante la que se precisa una gran dosis de convicción y mucha firmeza e inteligencia para no quedar paralizado y para evitar la frustración que produce la política que pierde su capacidad transformadora para convertirse en una mera gestión de los asuntos del día que entonces nos llevan en volandas y sin remedio.

En contra del estereotipo dominante, en los últimos tres o cuatro decenios han sido las izquierdas quienes en mayor medida han sufrido esa tensión y las que han quedado paralizadas a la hora de hacer auténtica política transformadora. Como bien dijo Anthony Giddens, la izquierda se ha hecho conservadora y la derecha revolucionaria en el sentido de que solo esta última ha sido capaz de liberarse de prejuicios y ataduras para cambiar profundamente la historia reciente de nuestras sociedades. La única revolución política de los últimos cincuenta años en los países más avanzados, la llamada por ellos mismos revolución conservadora, la han protagonizado políticos de derecha como Thatcher y Reagan. La izquierda no ha sido capaz de forjar un proyecto revolucionario ni aún reformista, no ya en la práctica como el neoliberalismo sino ni siquiera en la teoría, que haya supuesto una innovación verdadera o sugerente en los objetivos y, sobre todo, en el modo de hacer de política, de acercarse a la gente y de transformar la realidad que nos rodea.

Como decía, los discursos de Susana Díaz dejan traslucir esa tensión. En uno de los últimos decía que la obligación de la política es ensanchar al máximo el ámbito de lo posible y que no acepta "que todo está predeterminado" pero casi inmediatamente se matizaba a sí misma cuando reconocía que no va a sostener discursos "muy bonitos, muy ideológicos pero insostenibles en la práctica". Puro pensamiento en tensión, ambivalente. Por un lado, podría traducirse como la crítica al realismo que el gran pensador francés Edgar Morin reclama como parte irreemplazable de una política nueva, la de la ética de la complejidad, que se basa en rechazar como pretexto nuestra falta de libertad. Por otro, como una crítica de la utopía, necesaria para no cegarse buscando la perfección, la armonía absoluta que sabemos que es imposible de alcanzar.

La cuestión estriba en si esa tensión se resuelve en la transformación, avanzando hacia un mundo mejor, o en la aceptación de lo que nos parece que es sostenible en la práctica. Es decir, si lo que percibimos (o se nos impone) como posible nos impide proyectar nuestra acción hacia el futuro incierto o si estamos dispuestos realmente a liberarnos de esa esclavitud para navegar con decisión hacia lo improbable.

El mismo Morin repite a menudo que la historia está llena de situaciones improbables que se hicieron realidad, precisamente porque hubo seres humanos dispuestos y preparados para hacerles frente y no solo para resolver lo posible que se encontraba al alcance de su mano.

La clave para cambiar una coyuntura tan difícil como la que estamos viviendo es buscar lo inesperado, la disposición a avanzar hacia lo que no nos parece posible o incluso a provocar que se produzca cuanto antes. Solo así es posible conseguir que un desastre como la crisis se convierta en una oportunidad de cambio. Heráclito decía que "si tú no buscas lo inesperado, nunca lo encontrarás" y es precisamente por eso que el conservadurismo y la sumisión o el miedo a enfrentarse a nuevas situaciones, al riesgo de innovar y a lo que nos parece imposible, resultan siempre tan inútiles y frustrantes.

Buscar lo inesperado