sábado. 20.04.2024

Constanza, de Lavapiés al horror Nazi

3-ConstanzaMartinezCalle siempre bulliciosa, Argumosa, se encuentra en uno de los barrios más populares de Madrid, Lavapiés. Siempre calle con mucha vida, tanto de día como de noche. Calle multiétnica, abarrotada sobre todo en los fines de semana, llena de negocios, tiendas, bares, templos del cañeo y del gintonic. Cuando llegamos a la altura del número 5 vemos también negocios, si no recuerdo mal una frutería, y unos metros más adelante la entrada del metro, el edificio de la UNED y la propia plaza de Lavapiés. Pero yo hoy me voy a parar en ese número 5, donde nació la protagonista de este artículo.

Aquel día de invierno de 1938 una gran columna de prisioneros, custodiada por centenares de militares alemanes llegaron a un pueblo llamado Fürstenberg, 90 kilómetros al norte de Berlín. También llegaron camiones con muchos materiales. Llegaron hasta un lugar de bosques y ordenaron talar árboles, y empezaron a cavar zanjas y a levantar edificaciones. Era un sitio llamado, Ravensbrück (“puente de los cuervos”), y en aquel sitio se levantó el mayor campo de concentración de mujeres de todo el Reich, el infierno por el que pasaron más de 100.000 mujeres, posiblemente más de 400 españolas, y donde posteriormente se levantaron subcampos para hombres y para menores. Un lugar donde hubo prisioneras de más de 40 nacionalidades. Hasta hace pocas décadas la existencia de prisioneros españoles en los campos del Reich Nazi permanecían como olvidados. Pero en el caso de las mujeres todavía mayor era el olvido. Yo mismo, que además soy familiar de un prisionero de los campos de la Alemania Nazi, he escrito muchos artículos sobre los españolas; hoy es el día de escribir estas líneas sobre aquella mujeres que vivieron un infierno en vida.

En España tienen una propia Amical, la de Ravensbrück, que se dedica al estudio de las prisioneras españolas. Tan solo se han podido identificar a unas 100, pero la valoración es de unas 400. Mujeres además muy activas en la Resistencia Francesa, que no solo hacían de mensajeras para coordinar acciones, sino que eran capaces de hacer sabotajes al gobierno filonazi de Vichy, y de enfrentarse cara a cara a la terribles Gestapo. Es por ello que fueron reconocidas por el gobierno francés. Mujeres que fueron detenidas, torturadas y deportadas. En Ravensbrück, y en otros campos eran custodiadas por otras mujeres, verdaderos demonios, cara de la misma moneda de lo que eran las SS.

Nuestras compatriotas en su mayoría debían ser mujeres que habían sido activas en la política o incluso en el frente durante la guerra civil, o familiares de sindicalistas o miembros de partidos políticos. También las había que eran pareja de milicianos, guerrilleros o resistentes españoles. Allí fueron sometidas a torturas, al asesinato sistemático de sus hijos, acosadas por perros azuzados, esterilizadas, y ellas mismas asesinadas con “eutanasia”, ahorcamientos, cámara de gas o fusiladas. Y obligadas a realizar trabajos “esclavos” en fábricas, por ejemplo de armas; labor que realizaron de manera óptima, ya que estropeaban las armas, exponiéndose a ser descubiertas y asesinadas. Muchas de las españolas no constan como liberadas o directamente constan como muertas. Todavía queda una superviviente, Neus Catalá, que este viernes cumplió 103 años.

De esas 100 españolas aproximadamente identificadas, al menos 5 son madrileñas; Anita Winter (no consta como liberada), María Santos (liberada de Dachau), Anita Monthuis (Buchenwald, paradero desconocido) y Carmen García (liberada de Ravensbrück,). Hay que tener en cuenta que además en muchas de esas 100 españolas no es conocido el lugar de nacimiento. Y, por supuesto, Constanza Martínez Prieto, la madrileña que nació en el madrileño barrio de Lavapiés, en una humilde casa de la calle Argumosa, número 5. Doña Constanza fue vicepresidenta de la Amical de Mauthausen y otros campos de concentración y falleció en 1977.

Una vida vinculada a las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), al desarrollo de la Guerra Civil, al drama del exilio, al mundo de la Resistencia, y al horror de los campos de concentración de la Alemania Nazi.

En los últimos días de la guerra, Constanza, se encontró con buenas personas, alemanes, que en el “Hundimiento del Reich”, tiraron las armas y se fueron a sus casas sin llenar su manos de sangre. Personas como estoy seguro que los somos el 99% de los seres humanos. Otros en un último gesto atroz, y ya siendo una ruina el Reich, fueron capaces de liquidar a personas indefensas, sobre todo grupos de prisioneros pequeños (kommandos externos) que estaban fuera de los campos, sobre todo en fábricas o trabajando en infraestructuras. Es mi manera de explicar el hecho de que muchos españoles y españolas a días de hoy no constan liberadas, sino en paradero desconocido. Quizá se toparon con una no buena persona.

La de Constanza, es una biografía que se puede encontrar en la página web de la Amical de Ravensbrück, con una información muy detallada que aquí reproduzco, con enlaces a entrevistas y a bibliografía con información. Y lo más importante, muchos de los datos fueron aportados por doña Constanza. La historia de la prisionera madrileña 43224 de Ravensbrück, la joven “estenotipista” (mecanógrafa) de Lavapiés.

2--Ravensbruck

Después de su nacimiento su familia se mudó al cercano callejón del Hospital. Su padre era peluquero y Constanza no lo conoció porque murió cuando tenía diecisiete meses. Su madre se puso a servir y la dejó al cuidado de la abuela. Después de seis años de viudez se volvió a casar con un hombre muy trabajador pero celoso de que la madre quisiera más a Constanza que a él. Cuando tenía trece años su madre murió de un cáncer. Durante dos años permaneció el padrastro en la casa familiar como en una pensión (le lavaban la ropa y le hacían la comida, además de la habitación a cambio de 7 duros a la semana). Al cabo de dos años el padrastro marchó y las dos mujeres quedaron en situación económica muy precaria hasta que una tía en mejor posición económica las protegió. Pagó los estudios de las oposiciones a Constanza y la joven a cambio la ayudaba en las tareas domésticas. Era buena estudiante y aprendió francés, taquigrafía y mecanografía. Constanza estaba afiliada a las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) y trabajaba en la redacción de un periódico destinado a los combatientes.

Cuando el Gobierno aconsejo a los que no trabajaban en la retaguardia ni en el frente que abandonasen Madrid a fin de disponer de más recursos para los que combatían, abandonaron la ciudad con gran frustración por parte de Constanza.

En diciembre de 1936 fueron a Barcelona y las llevaron a Sentmenat recalando en una torre llamada “Can Baigual” que los propietarios habían abandonado al huir de España. Constanza estuvo cuidando al hijo pequeño y enfermo de una familia de tres hijos a los que nunca olvidó por su buena acogida y un día de 1938 en que acompañaba a su tía a recoger una documentación para su tío José Castro Rada a las oficinas del PSUC, se encontró a un antiguo compañero de Madrid, Ramos Flores, que le propuso que trabajara como mecanógrafa en la Comisión Política Militar del Comité Central del PSUC hasta que en enero de 1939 partió a Figueres donde continuó colaborando en el castillo de San Fernando. En el mes de febrero los bombardeos se incrementaron y partieron a Francia junto a mujeres y niños, llegando a Normandía donde los instalaron en un local que había sido utilizado para colonias infantiles. Constanza y sus compañeras consiguieron permiso para dar clases a aquellos niños y a los de otro campo cercano.

Cuando Francia entró en guerra las autoridades francesas las presionaron para que regresaran a España. Muchas y muchos españoles acabaron volvieron pero ella siempre se negó. Contactó con compañeras catalanas con quienes compartió un piso mientras cuidaba un niño enfermo hasta que recibieron la orden de regresar al campo de concentración y al poco tiempo los trasladaron a Sées y los concentraron en un Seminario. Constanza en cuanto pudo se fue a Nantes con una amiga y empezó a trabajar para los alemanes. Allí se relacionó con la resistencia y empezó a colaborar de enlace. El trabajo de enlace es de gran responsabilidad pero de poco relieve al no ser un “hecho de armas”. Fue detenida el 27 de junio de 1942 en una redada en la que cayeron más de ciento cincuenta españoles de Paris, Sant Nazaire, Nantes, Rennes, La Rochelle y Burdeos. Ocho de estos ciento cincuenta eran mujeres de las que cinco fueron condenadas a dieciocho meses de prisión y tres se beneficiaron de un “non lieu”. En la comisaría coincidió y conoció al que después el que después fue su marido, Juan Escuer Gomis, de Tarragona.

El juicio se celebró del 3 al 11 de diciembre de 1943. Constanza y Juan Escuer se habían visto por primera vez en comisaría y los juzgaron juntos. Al llegar, Juan saludó a María y disimuladamente le dio un papelito a Constanza que creyó que creyó que serían noticias, consignas o simplemente una carta para 5-Joan Escuer, prisionero en la Alemania Nazilas mujeres de la cárcel. De regreso a la celda, vio que se trataba de una declaración de amor “en toda regla” según la costumbre de entonces. Al día siguiente y en pleno juicio, Constanza le dio el sí. Fueron condenados a dieciocho meses que en principio no debieran haber cumplido por haber pasado ya un año y medio en la cárcel pero no fue así y los trasladaron a un antiguo cuartel parisino llamado Les Tourelles. Hombres y mujeres estaban en el mismo edificio y se veían en locutorio dos veces por semana. De esta forma iniciaron sus relaciones.

Joan Escuer, prisionero en la Alemania Nazi

Cinco meses después en 1944 y sin saber el porqué de esta discriminación les pusieron en manos de los alemanes. Fueron a la prisión de Fesnes y después los hombres a Compiégne y Constanza al fuerte de Romainville y de allí a Ravensbrück.

Días después las llevaron a Leipzig a trabajar a la fábrica de la empresa Harrag, en la producción de guerra con una vida similar a la de todas las deportadas: doce horas de trabajo diario, poquísima y pésima comida, ninguna higiene, asistencia médica inexistente, malos tratos, interminables esperas dos veces al día con el pretexto de pasar lista bajo un sol de plomo o con los pies en la nieve y al menor gesto de rebeldía o deficiencia física, la inclusión en los convoyes que se hacían periódicamente con destino a Ravensbrück de donde dependía Leipzig, la cámara de gas y el horno crematorio.

Explicó como anécdota que debía la vida a un par de gafas. Estaba obligada a llevarlas desde la infancia y al día siguiente de su llegada a Leipzig una varilla se rompió. La SS dijo que ella se la haría arreglar pero lo cierto es que no las volvió a recuperar. Los primeros días lo pasó fatal pero un tiempo después se alegró profundamente pues en un Apell, el comandante del campo hizo salir a todas las mujeres que llevaban gafas y las enviaron a la cámara de gas. Parece ser que se había descubierto un sabotaje y que lo achararon a falta de visión y a todas las que llevaban gafas las dieron por inútiles.

Su trabajo consistía en controlar la rosca donde iba el fulminante en las fundas para obuses de la DVA. Un día fue un jefazo a controlar su trabajo y resultó una catástrofe. Las fundas que tenía en el carro ya casi lleno eran todas defectuosas. Vino la SS dando unos gritos espantosos y haciendo gestos de amenaza pero el alemán que llevaba mí maquina y al que llamábamos “el Mechitas” grito más que ella. Constanza no comprendía el alemán y no sabía lo que estaban diciendo pero el resultado fue que ese obrero alemán, padre de familia y que tenía tanta hambre como ella la defendió como si fuera su hija y no paso nada. Ella se veía ya con, por lo menos, el pelo rapado, 15 días de calabozo y un enorme palizón. No le paso nada y Constanza siempre agradeció el gesto de este alemán en sus testimonios sobre lo ocurrido.

Ante la llegada de los ingleses los nazis hicieron evacuar el campo. Era el 14 de abril de 1945, Paquita (Mercedes Núñez) que se encontraba en la enfermería, había confeccionado no se sabe de qué forma, unas banderas republicanas para las ocho españolas del campo y luciéndolas se pusieron en camino hacía Dresde, al principio bajo la vigilancia de los nazis pero poco a poco se fueron apercibiendo de que esta vigilancia había desaparecido y tras tomar las debidas precauciones por si era una estratagema para ametrallarlas a todas (aunque los nazis no necesitaban excusas), se fueron separando en pequeños grupos de la columna.

1-Ravensbruck

El grupo de Constanza formado por tres españolas y una francesa fue recogida por unos prisioneros de guerra (un checo, un yugoslavo y un italiano) que trabajaban en una granja y donde las tuvieron escondidas hasta que llegaron las tropas soviéticas que las concentraron en un gran campo y posteriormente las llevaron a Turgao, después, las tropas americanas las repatriaron a Francia donde fueron acogidas en el hotel Lutecia. Allí encontró a su marido que hacía ya quince días que había sido repatriado. Su alegría al verse fue inmensa pero quedo rápidamente empañada por la tristeza de enterarse a medida que iban encontrándose compañeros españoles de la noticias de los muchos muertos.

4-constanza antes de fallecerLa acogida de deportados se organizó por municipios y Constanza y Juan estuvieron en el de Saint Ouen, cerca de Paris. Estaban en unas barracas bien arregladas y muy limpias todo muy sencillo pero limpio y provisional hasta que encontraran a la familia o pudieran valerse por ellos mismos. Al cabo de unos días fueron a la prefectura a pedir su documentación y se fueron a vivir a Sés con la tía de María con quien estuvieron dos años. Juan trabajaba en una cantera y Constanza en una tienda de café torrefacto. En su condición de ex deportados tenían doble racionamiento. Pasado un tiempo Juan encontró trabajo en Paris y se mudaron allí donde nacieron sus dos hijos Juan en 1949 y Delia en 1951. Al cabo de diez años les dieron un piso y en él permaneció la familia hasta 1972 en que regresaron a Sentmenat (España), pueblo del que Constanza tenía muy buenos recuerdos.

Constanza tenía una artrosis degenerativa que fue devastando su columna como consecuencia de lo sufrido en la deportación, sufrió dos infartos y una angina de pecho pero continuó dando testimonio de los hechos acontecidos en los campos de concentración nazi. Fue Vicepresidenta del Amical de Mauthausen y falleció en Barcelona el 3 de enero de 1997.

Constanza, de Lavapiés al horror Nazi