jueves. 28.03.2024

Memorias de la colmena, el miedo rojo

Aprendí con el tiempo que no es conveniente pelear todas las batallas pues no todos los botines son para mí. ¿Por qué querer estar igualmente en todos los conflictos a pesar de ello? Pareciera que la gente continúa caminando hacia el abismo y sonriendo en el camino. ¿Por qué se llega al punto mismo de hacer al fin de cuentas lo que no queríamos hacer en un principio?

En relación a la formación de la opinión pública pude encontrar la punta del ovillo a estas incógnitas que deambulan por doquier. Todo estado que se precie de tal busca por medio de disímiles medios conservar el período de democracia, sin embargo, al intentar desenredar la maraña de acontecimientos, nos encontramos con términos y actores sociales que tomados aisladamente no revestirían peligro alguno, pero que en forma conjunta mantienen engrasada una maquinaria tan maquiavélica como benévola.

Como seres humanos escogemos una parte de la realidad para que represente el todo, una eterna suma de imágenes positivas que nos lleva a idealizar a los protagonistas. Solemos transferir los caracteres negativos siempre a los otros, personalizamos constantemente, ubicamos consciente o inconscientemente a las personas como ciudadanos de primer nivel y a los otros, como espectadores de segunda. Esta existencia de dualidad permanente se sirve de métodos bien establecidos para llevar a buen puerto nuestra estrategia, y la propaganda se convierte en la llave que abre todas las puertas. Solo basta recordar los periodos de guerra y contiendas para entender la importancia de la divulgación en masa de noticias que pueden cimentar o desestabilizar un gobierno.

Previo a la revolución francesa, un grupo minoritario de iluminados burgueses llevaron la bandera de ser representantes de una mayoría proletaria. Esta Teoría progresista sobre el pensamiento democrático liberal sostiene que sólo una élite reducida puede entender cuáles son aquellos intereses comunes, qué es lo que nos conviene a todos, así como el hecho de que estas cosas escapan a la gente en general. Muchas veces los sindicatos trabajan en esa frecuencia, convirtiéndose en mediadores entre la elite empresarial y los trabajadores.

Es así que la teoría democrática liberal y el marxismo-leninismo se encuentran muy cerca en sus supuestos ideológicos, se genera desde distintos estratos sociales un miedo rojo, al que hay que detener para impedir el desmoronamiento del sistema. La comunidad de las finanzas se convierte en el abanderado de un rebaño desconcertado que no sabe hacia dónde correr, pero que ha depositado en ellos la confianza y hasta sus propias vidas. Esta manipulación del hombre y de la información puede llevar a que una población pacifista necesite solo de un empujón para descontrolarse y comenzar una guerra necesaria para los grupos de poder.

Los programas filantrópicos sin fines de lucro que provienen del sector empresarial coaccionan a nivel global ensanchando aún mucho más la brecha, aunque pregonen el apoyo al sector civil no terminan de reforzar la independencia de los ciudadanos de base.

Noam Chomsky en su estudio sobre el control de los medios de comunicación nos adentra en una problemática que nos acerca a la necesidad del poder de domesticar al rebaño perplejo, la nueva revolución en el arte de la democracia: la fabricación del consenso. Reinold Niebuhr, asesor del presidente estadounidense John Fitzgerald Kennedy, afirmaba que la racionalidad es una técnica, una habilidad, al alcance de muy pocos, solo algunos la poseen, mientras que la mayoría de la gente se guía por las emociones y los impulsos.

La lógica, plantea Chomsky, es clara y sencilla, la propaganda es a la democracia lo que la cachiporra al estado totalitario. Una cruda realidad que pone a los individuos en un cofre para que no puedan organizarse, donde deben permanecer atomizados, segregados y solos. Las relaciones públicas, herramienta por excelencia, ha tenido como única finalidad controlar a la opinión pública, el mayor peligro al que se enfrentan las corporaciones.

Sirva de ejemplo cuando hubo una importante huelga del sector del acero en Johnstown, al oeste de Pensilvania. Los empresarios pusieron a prueba una nueva técnica de destrucción de las organizaciones obreras, que resultó ser muy eficaz, sembrar el terror entre los trabajadores, había que enfrentar a la gente contra los huelguistas. Hoy día vemos ese tipo de políticas implementándose en el reconocido caso de American Factory y que tuvo reminiscencias en el siglo pasado con el lamentablemente recordado episodio de la Masacre de las bananeras de la United Fruit Company, método para impedir huelgas conocido como fórmula Mohawk VaIley.

El rebaño desconcertado nunca acaba de estar debidamente domesticado, es una batalla permanente. A pesar de toda la propaganda y de todos los intentos por controlar el pensamiento y fabricar el consenso todavía sobrevuela la esperanza de sabernos importantes, sabernos actores sociales en una pirámide de construcción diaria. ¿Cómo llegamos a esto? Nos acostumbramos a ser espectadores de un desfile permanente de enemigos más allá de nuestras puertas y ventanas, hemos fabricado monstruos de primera línea de los cuales defendernos. Hemos hecho una percepción selectiva de los acontecimientos y de la realidad. ¿Por qué, entonces, nadie llega a esta conclusión? La respuesta es que nadie sabe lo suficiente, en un sistema de propaganda bien delimitado nadie sabrá y nadie verá la escena completa.

La cuestión central no es simplemente la manipulación informativa, sino algo de dimensiones mucho mayores. Es saber si queremos ser parte de una sociedad libre o seguimos permitiendo la lectura de la historia por ojos ajenos. Pueden minar los periódicos con publicidades que nos digan cómo vestirnos, pueden inundar las redes con slogans de consumismo atroz, pueden las radios gritar a viva voz que todos los caminos siempre conducen a Roma, pueden pasar muchas cosas. Puede el Tío Sam despertarnos cada mañana diciéndonos I Want You for U.S. Army, (Te quiero a TI para el Ejército de Estados Unidos), pero lo que no puede pasar es que no logremos despertar a tiempo, de creer que vinimos solo para ser parte de una gran fotografía, de un gran panal. Sin darnos cuenta, la bala mágica de la Teoría Hipodérmica de Mauro Wolf atraviesa en silencio nuestra sociedad con el concepto de manipulación. En el mismo lineamiento, el Modelo de Karl Deutsch, nos trae a la opinión pública como una imposición del sistema para estabilizar la balanza del mañana.

Entre las abejas hay diferentes castas y cada una tiene su función principal. La reina pone los huevos y por lo tanto se encarga del mantenimiento de la población, los zánganos ventilan la colonia y copulan la reina y las obreras realizan diferentes tareas. Es cierto, hay una jerarquía dentro de la colmena, el quid de la cuestión es darnos cuenta que todas las piezas en el tablero son importantes, seamos reyes o peones. 

Memorias de la colmena, el miedo rojo