viernes. 19.04.2024

La casa del propósito especial, la tiranía de los anti tiranos

zar
Los hijos del Zar Nicolas II

Nada es tan reciente como el pasado mismo, hay una pugna constante y duradera entre facciones que se creen en distintas veredas pero que comparten el mismo lado del tablero desde hace mucho tiempo. 

Cuando hablamos de capitalismo, hablamos de derecha, de VOX, del PP español, de Donald Trump, de Jair Bolsonaro, pero también hablamos de ciertas izquierdas que defenestraban las herramientas fascistas pero que las utilizan desde las sombras para seguir gobernando. Siempre, obviamente, este tipo de políticas se realizan para salvaguardar los intereses de aquellos que los han votado. Que fueron las revoluciones sino el reflejo mismo del regreso de los fantasmas de aquello que se intentaba derrocar, el feudalismo y el absolutismo que ostentaban las monarquías devinieron en populismos que no hacen más que ahondar los fines y los medios en una sed de poder que se lleva todo a su paso. La plaza roja, la formación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y sus soviets como principales emergentes del nuevo orden de iniquidad mundial. Una nueva Rebelión en la granja parece acaparar las tapas de los diarios contemporáneos, George Orwell se ha investido del gurú de los tiempos, una matriz que parece no detener su avance por nada ni por nadie. 

Hay un desfile en el lobby privado de la historia que lleva consigo el despotismo de distintos sectores, un nuevo Pacto de la Moncloa que se firma por aquellos que hoy son conservadores y que hasta ayer nomás eran progresistas. Podríamos decir que la paz conlleva en su concepto mismo el precio exacerbado de la sangre de los justos. Mencheviques, Bolcheviques, el Club de los Jacobinos, los Cordeliers, la báscula del poder se mece permanentemente entre el pertenecer o el mantenerse al margen del sistema, un anarquismo del que nadie en estos días quiere formar parte. La pobreza en el mundo crece a niveles insostenibles, el coronavirus recrudece la magnitud del tener o no tener, un dilema shakesperiano que toca absolutamente todas las puertas. Nadie está exento en esta crisis, el zar debía caer, sobre eso no hay discusión alguna, nada es más nocivo que la intolerancia y la indiferencia para con su pueblo. Pero cuando la razón se ve obnubilada por la sed de justicia, comienzan a mezclarse los intereses de sectores antagónicos que en los papeles difieren pero que en la práctica coinciden casi de una manera dantesca. En julio de 1918, en un sótano de la casa Ipátiev de Rusia eran masacrados los hijos del zar Nicolás II, una familia imperial de niños que no debieron morir, disparos que aún resuenan en los Montes Urales. Fue el final de los Romanov, una dinastía anquilosada en el poder, una tragedia que propició el avance de los caudillismos latinoamericanos. Esa casa del propósito especial se ha vuelto una morada fría y ensordecedora, un hábitat de tiranos anti tiranos que intentan sobrevivir al paso de los tiempos sin importar los costos, ni mucho menos nosotros.

La casa del propósito especial, la tiranía de los anti tiranos