viernes. 19.04.2024

Lo posible y lo imposible

Aunque tarde y por pura casualidad, el que suscribe se ha hecho muy entusiasta del uso de la modesta, tradicional y vilipendiada bicicleta. Los vaivenes a los que me he visto sometido me han llevado a tener mucha relación con Amsterdam, ciudad que he tenido la suerte de visitar varias veces y que, desde muchos puntos de vista, me parece modélica. La bicicleta da una perspectiva de la ciudad sorprendente: de repente, todo es lógico, funcional, práctico, agradable, bien pensado y planificado para hacer del traslado cotidiano una experiencia encantadora que pone la ciudad al servicio de la calidad de vida del ciudadano.

Pero la bicicleta, por desgracia, se ha convertido en una especie de símbolo reivindicativo que se aleja de su naturaleza neutral y que, además, dificulta la imprescindible evolución del urbanismo introduciendo un elemento partidista que no aporta nada. De este absurdo se ha dado cuenta hasta el World Economic Forum  organización que no tiene nada de izquierdista y que, sin embargo, va buscando modelos de sostenibilidad y planificación urbana acorde con lo que el futuro nos demanda.

Aquí se ha organizado una contienda política entre la izquierda y la derecha, entre la acción y la reacción, cuyo resultado es la muerte y el abandono del trabajo a largo plazo y nadie colabora para definir un nuevo modelo espacial que mejore y asegure la convivencia ciudadana.Asignar una filiación política a lo que simplemente es sensato es un error que nos va a costar tiempo y retraso a la hora de adoptar los necesarios cambios. 

Dicho esto esto, tenemos dos opciones: la lógica y la imposible. La imposible es seguir como estamos, con modelos de futuro politizados y atascados en una controversia partidista que impide el análisis racional de los problemas y la búsqueda de soluciones válidas “para todos”, pues los espacios de convivencia o son “para todos”, sin excepción, o son espacios de dominación. Negar la necesidad del cambio,tratar de  impedir la lógica evolución de las tecnologías hacia opciones más sostenibles y menos contaminantes es formar parte de esos negacionistas y obstruccionistas que siempre ha habido. Que se queden solitos y sin siglas, por favor: no deberían ser parte de nada.

Y vamos con lo que debería ser lo lógico. Esta opción debería ser la usual, pero la actual dinámica de la política y el enfrentamiento cainita entre todos los hijos de Jacob nos hurta la posibilidad de trabajar juntos por un futuro que llegará, por mucho que algunos quieran impedirlo.

El progreso, hoy, ha cambiado sus particulares señas de identidad y ya no mantiene las características con las que hace años se  le podía reconocer. Progreso, hoy, es trabajar por un medio ambiente perdurable, estable y accesible para las generaciones futuras. Gastar recursos sin tasa sin pensar en las generaciones que están por llegar ya no es progreso, es mala leche y un derroche de inconsciencia.

Encontrar la solución más adecuada para acomodar a tanta población es muy complicado, obviamente, y es precisamente esa complicación la que hace imprescindible el trabajo y la colaboración de todos, sin exclusión de nadie. No hay -o no debería haber - una ciudad  del futuro de derechas o de izquierdas. Debería haber una muy buena ciudad del futuro en la que vivir mejor, no peor; deberíamos definir un urbanismo y una concepción del espacio social para el hombre -incluyendo las zonas rurales - que utilice la ciencia y la tecnología tanto en favor del medio ambiente como del ser humano.

Tenemos por delante dos retos a cada cual más complicado: encontrar un espacio de vida armónico, sostenible y hecho a la medida del hombre (Protágoras de Abdera ya lo dijo: el hombre es la medida de todas las cosas) y además, hacerlo mediante la colaboración, la generosidad y el esfuerzo de todos. Lo primero parece posible con los conocimientos actuales, lo segundo, lamentablemente, sabemos que hoy es imposible. 

Que nadie se desanime: el futuro obligará a unos y a otros cuando la mierda nos llegue a las orejas y nos impida respirar. Entonces, sólo entonces, llegará la unidad de acción.

Lo posible y lo imposible