jueves. 25.04.2024

Al pan “zusf” y al vino “frolo”

El Maestro Forges avisaba, durante la pre-transición, acerca del peligro de retorcer el lenguaje para ocultar o transformar la narración de la realidad, costumbre de la que tanto abusaban -y abusan hoy en día -nuestros políticos. En uno de sus diálogos en aquel clásico de la época,su sillón de orejas, un preboste dice:

.- Puedo jurarle que, a pesar de las limitaciones casuístico-legales existentes, yo siempre le he llamado al pan “zusf” y al vino, “frolo”.

.- Es que es Vd muy suyo en general 

Desde entonces hasta ahora, el proceso se ha consolidado y el lenguaje ha devenido en una herramienta que se retuerce, fuerza y distorsiona en la política con el prioritario objetivo de confundir, ocultar y engañar sin tasa y sin medida. La ciudadanía no castiga esos usos y el lenguaje político se ha convertido en una especie de nebulosa conceptual siempre correcta con la que justificar cualquier postura, sea ésta la que se quiera manejar en cada momento.

Dominados por los argumentarios corporativos, nuestros políticos desarrollan su comunicación de una manera uniforme, anestesiada y adocenada que es capaz de dormir a un carnero modorro. Sinceramente, no imagino a los grandes de la historia haciendo un uso tan anodino del lenguaje, tan ajeno a lo que el ciudadano normal entiende, maneja y es capaz de asimilar. Hay mucha más autenticidad en la calle que en los cenáculos políticos o en los oscuros despachos de los asesores áulicos que manejan los hilos del discurso. Los políticos se han convertido en una especie de muñecos de ventrílocuo que lanzan frases y palabras cuyo significado se baraja según las circunstancias y que nadie entiende.

Anestesiados, aburridos y ajenos al uso de esa comunicación, los ciudadanos se van alejando de la clase política y no se ven representados en los confusos galimatías que les llegan por debajo del umbral de percepción: se han desconectado y la fisiología ayuda en el proceso. No atendemos lo que no es nuevo en nuestro paisaje cotidiano y la política se ha convertido en un marasmo conceptual sin doctrina y sin verdad: simple y molesto ruido de fondo que nada transmite. Sólo queda el recurso de lanzar titulares vacíos que, como bálsamo de Fierabrás, todo lo arreglan y todo lo curan sin tener que analizar, pensar o debatir y sin que su aplicación sea posible o eficaz.

Y en medio de este marasmo, de este desierto anodino y falto de autenticidad y verdad, Angela Merkel demuestra el auténtico valor de lo veraz, la sinceridad y la empatía poniendo a la población alemana frente a la realidad de un coste inaceptable.Y lo hace desde la más absoluta autenticidad, con las vísceras encima del púlpito, sin ocultar la tragedia ni la rebeldía necesaria para no pagar el precio que pide la imposible negación de lo real. Y, por supuesto, la ciudadanía percibe que hay verdad en el discurso, que habla una persona que debe enfrentarse a la tragedia y asumir el coste de la impopularidad y que, sabiéndolo, no se esconde, no se oculta tras las palabras, que da la cara y se coloca al lado de los que peor lo pasan o lo han pasado. Y el aplauso surge unánime y agradecido: un líder está haciendo lo que las circunstancias y su responsabilidad le exigen, a pesar de su alto coste.

No soy politólogo ni aspiro a serlo, pero hace años que reivindico la necesidad - y la eficacia que tendría para los políticos -  de un lenguaje normalizado y habitual en nuestra clase política. Llega mucho más la normalidad, la sinceridad y lo verdadero que esa catarata de palabras altisonantes que enmascaran, esconden y aumentan la desconfianza del ciudadano. La “gente” no es tonta y se da cuenta de lo que hay detrás de los discursos y necesita que éstos se llenen de autenticidad, sinceridad y verdad.

Los políticos se han empeñado en edulcorar la realidad hasta el empalago y eso ha generado costumbres absurdas que sólo fomentan la falta de nervio moral. Es como si, protegidos por lo políticamente correcto, los cojos ya no lo fueran, los negros no sufrieran discriminación real al ser denominados “personas racializadas” o los distintos colectivos emarcados en el ámbito de la denominacion LGTBI  (y los que queden por añadir) vieran sus vidas despejadas del desprecio o persecución actuales mediante el uso de neologismos y todo en una versión “blandita” y protectora que todo lo difumina y confunde. Mucho me temo que estamos perdiendo la verdad del lenguaje, su poder, su fuerza y su enorme potencial movilizador de los empeños comunes en favor de algo blando, edulcorado, informe y falaz que nada aporta  a lo que la sociedad precisa de forma urgente y perentoria. 

Me gustaría que el ejemplo de Merkel, ahora que se retira, cundiera y todos dejáramos de llamar al pan “zusf” y al vino “frolo”. Mejor nos iría, seguro.

Nota del autor: Hasta este momento, no había tenido nunca la oportunidad de hacer pública mi admiración y agradecimiento personal hacia mi querido D.Antonio Fraguas “Forges” . Si como humorista era un genio, como persona era todavía más grande y esa grandeza y generosidad ha tenido continuidad en su familia; tal y como puede comprobarse por la autorización para publicar la viñeta que encabeza el artículo.

Maestro, un abrazo "inmensérrimo" y gracias por hacer de este mundo un sitio más amable, más habitable y mucho más humano. Se te echa de menos, siempre.Familia, un abrazo.

Al pan “zusf” y al vino “frolo”