viernes. 29.03.2024

Muy tarde

Miles de personas se han ido en estos meses sabiendo que su verdad llegaba tarde, se comunicaba tarde y se quedaba habitando un eterno silencio del que no podría salir. Vivimos las repetidas vidas de un artificio creado por nosotros mismos para satisfacer las exigencias de los convencionalismos y escondemos nuestra verdadera naturaleza. La verdad nos hace frágiles, nos deja pornográficamente desnudos ante la cristalina dureza de lo que se considera correcto.

Escondemos la verdad de lo que somos y pensamos bajo muchas capas que tratan de evitar la contemplación de nuestro interior. Llamamos personalidad a lo que no es más que una construcción hecha a la medida de lo que los demás esperan de nosotros y alejamos las miradas de esas zonas oscuras que no queremos enseñar y que acaban por darnos miedo a nosotros mismos.

¿Qué somos en realidad? ¿Qué quisieron decir todos los que se han ido y que nunca dijeron? ¿Qué oscuridades, qué palabras de amor o venganza quedaron atascadas en los respiradores que recogieron sus últimos esfuerzos por seguir viviendo y decir lo que callaron durante tantos años? Nunca lo sabremos.

Nuestras vidas fluyen bajo un silencio de hierro que amordaza los sentimientos, las diferentes verdades con las que construimos ese yo interior que no compartimos por miedo, por pudor, por timidez y por mansedumbre ante la posible reacción del receptor de nuestra verdad desnuda.

Las palabras no pronunciadas a lo largo de nuestras vidas podrían haber herido o sanado; inquietado o reconfortado: nunca lo sabremos. Lo que sí sabemos es que hoy, más que nunca, nos enfrentamos a la posibilidad de compartir ese destino de silencio mortal sin habernos enfrentado a la voluntad, casi a la necesidad, de decir lo que sentimos a nuestras parejas, a nuestros hijos, a nuestros amigos.

¿Qué daño, qué terrible consecuencia podemos adelantar por decir “te quiero” a los que configuran nuestro más íntimo universo afectivo? ¿Tan terrible puede ser su reacción? Por primera vez en varias décadas, nos volvemos a enfrentar a la posibilidad de morir y además, morir alejados de los nuestros; la terrible muerte silenciosa que han sufrido los que han muerto en los últimos meses da más miedo por esa inhumana crueldad que niega la despedida. No han pronunciado esas últimas palabras a aquellos que amaron y a los que nada dijeron a lo largo de los años.

Es posible, sólo posible, que ahora vivamos el momento adecuado y tengamos la oportunidad de entregarnos a la verdad, de decirles a los que amamos que los amamos, que su compañía nos resulta necesaria y hacerlo en el sentido más amplio de ese verbo que tanto respeto nos produce. No, no hay sólo una  forma de amar: hay muchas y todas son buenas, son satisfactorias. y todas, sin excepción, necesitan que la persona a la que destinamos nuestro amor lo sepa y lo conozca.El amor habita el cariño y  la amistad y debería mostrarse desnudo y hermoso, sin modestia alguna.

Si todos aquellos que se han ido en estos meses pudieran volver y decir todo aquello que callaron por pudor, por vergüenza o por miedo a parecer débiles y vulnerables, estoy seguro de que muchos de los que aquí quedaron llorando su muerte se sentirían  reconfortados por todo aquello que, ahora sí, les dirían todos esos padres, hermanos, amantes o amigos eternamente silentes.

Para ellos ya es muy tarde, que no lo sea para ti. 

Muy tarde