viernes. 29.03.2024

Un muerto lo cuenta todo

Muere en Madrid un repartidor con una mochila de Glovo a la espalda en la que cargaba muchos de los grandes desastres que señorean los tiempos. Este hombre, muerto el domingo 7 de febrero de 2021  a las 23 30, bajaba una calle de Madrid y en esa bajada a los infiernos le acompañaba su vida entera y la de otros muchos como él hasta  sobrecargar su moto y hacer imposible la frenada. También, en una metáfora cruel, todo acabó en la basura o, mejor dicho, contra el duro acero de un camión de la basura.

Su tragedia se conecta con otras muchas tragedias unidas por la explotación, la ambición, el esclavismo y la falta de escrúpulos. Este hombre, a sus 48 años, corría con su moto por cuenta de un miserable que le reasignaba los encargos de reparto de Glovo, un subarriendo de la sal diaria del esclavo, un realquilado en la miseria acelerando en busca de un destino negro que ya estaba cerrado. Además, demostrando que el destino no tiene límite cuando quiere ensañarse, era venezolano y abogado de formación.

Su muerte es un cántico a la desgracia y a la inmoralidad de un régimen que no solo roba el dinero de sus ciudadanos; les roba la vida, la esperanza y también intenta asegurarse de que no les quede dignidad: la dignidad de marcharse y luchar por ser libres. Esa lejana posibilidad de ser dignos para acabar explotados, marginados y subarrendando entregas a domicilio de una empresa ya condenada por sus prácticas destajistas. Glovo dice que “cualquiera podría llevar una mochila de Glovo” y añade que tiene un seguro para sus repartidores siempre y cuando “tengan los papeles en regla”. Ya saben ellos que eso es un eufemismo y que una gran parte de los esclavos que aumentan los beneficios con su esfuerzo, no los tienen.

 Este hombre de 48 años se ha muerto marcado y perseguido por el destino y su muerte lo cuenta todo como un libro abierto: cuenta de la miseria de un país desvencijado y aniquilado por un sátrapa inmoral que ha conseguido casi lo imposible: arruinar la enorme riqueza de Venezuela, un territorio que flota sobre mares de petróleo.

También cuenta de la moderna explotación y de la urgencia que supone un paro altísimo y un desempleo juvenil del 40%; tasa imposible de manejar sin que enormes bolsas de pobreza y necesidad se conviertan en caldo de cultivo para prácticas ilegales de todo tipo.

Pocas veces la autopsia de una vida ha desvelado tan claramente todas las carencias que nos afectan como humanos. También, pocas veces, se han acumulado tantas lacras y tantas injusticias sobre una sóla vida; la que alcanza la fama en su final y como epítome de lo que jamás debería haber sido. El exilio español en Venezuela -especialmente el canario - encontró un país solidario y receptivo que acogió los deshechos de nuestra guerra civil con los brazos abiertos. Este hombre, este abogado, sólo encontró el subarriendo de la esclavitud y un basurero rodante para acoger su muerte prematura.

Mientras todas las pulsiones encontradas luchan por prevalecer, surge una pregunta que impera sobre todas las demás y que tiñe de oscuridad las vidas de nuestros hijos: ¿Es este el futuro que aguarda a los que deben construir sus vidas en las próximas décadas? 

Esperemos que no y que la cordura prevalezca. Se lo estamos dejando muy complicado, sin duda.

Un muerto lo cuenta todo