jueves. 02.05.2024

La imposible construcción

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Hace meses que me preocupa, y mucho, la tendencia observada entre amigos y conocidos de rechazar o validar cualquier mensaje, artículo o información, en función de quien lo genere y no del contenido del mismo. Sin entrar en el análisis de cada envío, el receptor ha decidido lo que acepta como válido y sobre todo, de quien acepta o no acepta recibir información. Bien, cada cual es muy libre de meter en su cabeza lo que quiera, que ya decía Sherlock Holmes que “el cerebro es como un desván que hay que tener bien ordenado y no meter en él cualquier cosa”.

La libertad individual hace que esto sea posible, pero también hace que ese imprescindible diálogo de creación, regeneración institucional y reorganización constitucional, sea absolutamente imposible.Lo que acabo de comentar como mecanismo establecido no es algo que sólo se encuentre en la calle: lo han generado y establecido nuestros políticos intentando desacreditar a todo partido que no sea el suyo.

Volviendo a nuestro pasado más próximo, hay que recordar que en las cortes constituyentes y en las posteriores legislaturas, la clase política de este país construyó algo muy sólido y muy bueno desde el absoluto respeto a la discrepancia y sabiendo que cualquiera podía aportar buenas ideas, soluciones y alternativas. Hoy se ha generado un foso infranqueable en el que vamos a caer todos sin poder salvar nada de aquella dinámica constructiva.

Lamentablemente, estamos inmersos en una dinámica odiosa dominada por el deseo de eliminar al contrario, algo muy parecido al odio africano o al “delenda est Cartago” de Catón. Ya no importa analizar, saber o intentar comprender el punto de vista del rival, no: hay que eliminarlo, sacarlo del parlamento, descalificar de un plumazo todos sus argumentos sin pararse a pensar o discriminar. De “ese lado” no puede venir nada bueno.

Pues bien, me niego a dejarme arrastrar por esa corriente venenosa y podrida; me niego a aceptar que, desde el odio, pueda construirse nada positivo y abrazo el ejemplo de Nelsosn Mandela y su enorme altura espiritual para asumir que, a pesar de su espantosa tortura, su odio debía permanecer encerrado en la celda que él dejaba, por fin, atrás.

Parece ser que nuestros políticos sólo atienden a lo suyo, que la generosidad es una tarea imposible y que cada uno de ellos se ha ungido con la llama de la sabiduría y la verdad absoluta. Pues de esta forma, señores, sencillamente vamos de culo. Creo que se puede decir más alto pero no más claro.

Frente a esta realidad, y para destruir la dinámica imperante, necesitamos grandes dosis de respeto, humildad, empatía y aceptación de las reglas del juego tal y como se han creado y desarrollado. Personalmente, me da ictericia ver a Bildu y a Vox ocupando sus escaños, pero tengo claro que son partidos legales que han obtenido su representación parlamentaria y lo han hecho en nombre de cientos de miles de votantes que merecen todo mi respeto.

Es muy posible que los que ostentan esa representación no sean dignos de crédito, pero sus votantes sí lo son, por mucho que no nos guste. ¿O es que alguien puede pensar, de verdad, que todos esos votantes así representados, son la encarnación viva de Satanás? ¿Es que no hay buena gente entre ellos? ¿Es que no son libres de votar lo que quieran dentro de los partidos legales? No olvidemos que es esa ciudadanía en su conjunto la que está dando sopas con onda a la clase política y que en ella, estamos todos; los unos y los otros, los nuestros y los que no nos gustan trabajando como jabatos en las peores circunstancias y sin escatimar su esfuerzo, su dedicación y su entrega. ¿Hay que preguntarle al bombero, policía, médico o cajera de Lidl su afiliación política? Simplemente, están a lo suyo, haciendo país; trabajando y votando, cuando les toca votar,  lo que les da la gana de entre lo que es legal. Y sus representantes en las instituciones, tienen la obligación de buscar lo mejor para todos, no lo que a ellos les viene mejor. lo común debe imponerse y dominarlo todo y eso implica sentarse con todos, trabajar con todos y dejar que las aguas se asienten para volver a ser claras. Hoy están llenas del cieno que todo lo tapa y de las descalificaciones automáticas que no dejan ver la luz que cualquiera puede encender.

Estamos manejando planos y herramientas equivocadas y es imposible que de esta forma podamos construir nada positivo que tenga visos de estabilidad, adecuación y universalidad. Podría acabar este escrito con unos cuantos exabruptos, pero lo cierto es que todo lo que he escrito lo he escrito desde la más profunda pena; desde la rabia y la frustración de estar arrastrado por una deriva nociva que considero muy peligrosa y muy dañina para todos nosotros. Ninguno estamos libres de pecado y es tarea de todos mirar “al otro” con más generosidad y pensando que a lo mejor, sólo a lo mejor, es posible que no todo lo que dice es venenoso. Mejor nos iría.

La imposible construcción