jueves. 28.03.2024

No es libertad, debería ser delito

Empieza el debate sobre los programas de vacunación contra el Covid-19 y, desde mi punto de vista, nadie parece centrar el foco en la realidad natural del ser humano. Fue Desmond Morris el que causó un gran escándalo social al publicar el libro El Mono Desnudo en 1967 y,posiblemente, él  fue el primero que puso al hombre en su lugar adecuado dentro de la zoología y la etología: el lugar que ocupa cualquier animal dentro de la taxonomía general. Por resumir, somos algo tan prosaico como “primates, mamíferos y homínidos. (Como lo de Catarrhini puede ofender, lo dejo al margen.)

Todo este preámbulo viene a cuento de la necesidad de colocar a los llamados “antivacunas”  en el justo lugar que deben ocupar: el de la dolosa y culpable estupidez que mata. Si de verdad asumimos la naturaleza animal del hombre, nos daremos cuenta de que somos el peor peligro potencial para la transmisión de cualquier enfermedad. La pandemia de la Covid-19 nos lo ha demostrado de forma fehaciente y no debería ser necesaria ninguna prueba más, pero parece ser que sí,que los empecinados en su estupidez reclaman “libertad” para poner a sus hijos en peligro de muerte y condenarnos a todos al riesgo de padecer enfermedades olvidadas que están volviendo para desgracia de todos.

La libertad individual no es respetable si sus consecuencias afectan al conjunto de la sociedad de manera negativa, se pongan los negacionistas como se pongan, lo siento infinitoLa libertad individual no es respetable si sus consecuencias afectan al conjunto de la sociedad de manera negativa, se pongan los negacionistas como se pongan, lo siento infinito

A estos cretinos descerebrados hay que explicarles primero y obligarles, después, con la aplicación de la ley, lo siento. De la misma manera que el dueño de un perro no es libre de vacunarlo de la rabia o no hacerlo, el propio ser humano no es libre para convertirse él mismo o convertir a sus hijos en verdaderas bombas biológicas que nos amenazan a todos. Los cerdos de una explotación porcina están todos vacunados porque suponen un peligro y comparado con nuestras ciudades, una granja porcina tiene las condiciones sanitarias de un quirófano: el ser humano es, probablemente, el bicho más guarro que habita la faz de la tierra y su capacidad de generar epidemias es infinita.

No hay rebaño de vacas, cabras u ovejas capaz de mandar sus bacilos de brucelosis a 10 mil kilómetros de distancia en 24 horas, pero eso, para nosotros, es un juego de niños. Gracias a las vacunas hemos erradicado la viruela, el verdadero asesino de las poblaciones originarias de toda américa y los relatos al respecto son espeluznantes. Modernas investigaciones llegan a afirmar que esa enfermedad acabó con el 90% de los pobladores americanos. Las crónicas de algunas expediciones amazónicas nos hablan de poblados de miles de almas que simplemente desaparecieron y cuyos restos se empiezan a descubrir ahora tras siglos tachando a los autores de los textos de simples mentirosos exagerados.

Creo que no exagero si afirmo que todos los mayores de 60, sin excepción, hemos tenido compañeros de colegio, amigos y familiares, afectados por el espanto de la parálisis infantil y ese recuerdo nos resulta suficiente para acudir a las vacunación contra lo que sea con una tranquilidad espiritual absoluta. Aquellas estructuras metálicas en las piernas de los amigos siguen poniéndonos los pelos de punta a todos, os lo aseguro.

La Covid-19 ha colocado a la ciencia en el lugar preeminente que debería ocupar siempre, no ahora que estamos con el agua al cuello. Si en 9 meses ha solucionado este enorme problema, imaginemos lo que podrían hacer nuestros científicos con el apoyo adecuado, los fondos necesarios y trabajando en modelos colaborativos como el que ha colocado al CERN de Suiza a la vanguardia de las aplicaciones médicas, desarrollo de técnicas y materiales.  Para los que no se acuerdan o no conocen, os recuerdo que, como sin quererlo y sin reclamar los honores que merece, nos ha regalado, gratis, la posibilidad de disfrutar de internet y ser protagonistas de un cambio social impensable hace 40 años. Al CERN le debemos el poder usar la red si tener que pagar patentes o cuotas a ninguna compañía privada. Sólo eso ya ha amortizado toda la inversión realizada desde su fundación.

El buenismo intelectual nos dice que “todo es respetable” y yo, que ya he caído en el descreimiento general y el completo escepticismo, hace años que rechazo esa máxima y la completo: “todo es respetable, hasta que deja de serlo”. La libertad individual no es respetable si sus consecuencias afectan al conjunto de la sociedad de manera negativa, se pongan los negacionistas como se pongan, lo siento infinito. La no vacunación según el calendario establecido para los niños, mata. Tanto a los niños no vacunados como a los que sí lo están y se ven sometidos a una presión de infecciones desmedida. El caso del sarampión es el más llamativo en los últimos años y se ha convertido en un problema importante que está matando a más de 300 niños todos los días y que multiplica su incidencia por tres en el 2019. Cualquiera que colabore con su dispersión es merecedor, desde mi punto de vista, de una sanción ejemplar y de perder la posibilidad de someter a sus hijos a un peligro de muerte innecesario.

A ver si nos dejamos de tonterías, colocamos al ser humano en el justo lugar que merece como simple animal generador de epidemias y nos obligamos a tratarnos a nosotros mismos con el mismo rigor que tratamos a otros animales que, como nosotros, pueden generar pandemias. Así de sencillo.

Por cierto, el que suscribe se pondrá la vacuna que le digan en su centro de salud con una sonrisa en los labios y sin ninguna duda sobre su efectividad. Por si alguno lo dudaba.

No es libertad, debería ser delito