jueves. 28.03.2024

El trumpismo en la política española

Donald Trump y el trumpismo como secuela, se ha constituido en una arbitrariedad a modo de subjetivo reflejado en un espejo cóncavo de feria cuya distorsión construye un insolente sesgo autoritario que se aleja de la autocracia ilustrada posmoderna para fundar su hegemonía en el desprecio a las instituciones y las convenciones democráticas mediante una pudibundez ofendida que vive permanentemente en estado de agravio. Es un desorden posdemocrático trufado de racismo y misoginia, defensa de restricciones de los derechos democráticos, mentiras, nacionalismo fascistoide y la libertad como cultura antigubernamental y antidemocrática neoliberal, que, sin embargo, se sustancia en la libertad de resistir a los protocolos de covid, de bajar los impuestos de los ricos, de ampliar el poder y los derechos de las empresas, de tratar de destruir lo que queda de un Estado social

Debería, por todo ello, ser causa de inquietud cívica este trumpismo prestidigitador del caos y la incertidumbre que a través de la calígine de la confusión se acerca a los que se siente perdedores, marginados y sin un proyecto digno de vida prometiéndoles el maná que les librará de los agravios —siempre con cariz patriótico y con las adherencias de la xenofobia, del racismo, del odio a feministas y ecologistas— y para darles, desafiando la convivencia democrática, un fantasmagórico enemigo contra el que luchar. Dotar de enemigos ficticios a los damnificados por la desigualdad y la posdemocracia consigue que las élites se puedan dedicar a sus asuntos sin que el malestar ciudadano les salpique. Y esto es exactamente lo que viene haciendo no solo Vox sino también el PP y otros de forma más extravagante.

La chabacanería de un discurso basado en la impostura, el insulto hacia el adversario, está siendo el tono que imprime la derecha a la vida pública española, en muchas ocasiones, malparando los usos democráticos muy fragmentados por la crisis de un régimen que puso énfasis legal y material para constituir una precaria democracia vigilada en lugar de vigilante. Esto conduce al trumpismo carpetovetónico de objetivar al adversario político como ilegítimo por medio de la censura ideológica que considera todo pensamiento contrario al propio un acto criminal. De estas subjetividades conservadoras deriva la politización de la justicia, con lo que significa de quiebra democrática y la tendencia autoritaria a intentar situar al opositor político, al disidente, al contestatario en los ámbitos de la delincuencia,

Es algo que el presidente del gobierno ha padecido desde el triunfo de la moción de censura con la mayoría parlamentaria que le llevó a la Moncloa. El apoyo del nacionalismo catalán y los aberzales vascos al líder socialista le bastó a la derecha recalcitrante para catalogar de ilegítimo al gobierno de Sánchez, como si los vascos y catalanes no ocuparan sus escaños porque han sido votados por la ciudadanía y, por tanto, produce cierto escalofrío democrático pensar que, para la derecha, lo que son ilegítimas son las ideas que representan. El debate parlamentario de los presupuestos ha vuelto a reproducir los ademanes del trumpismo ibérico con la coda que ya no sorprende de la versión socialista de este fenómeno autoritario con sendas declaraciones de Emiliano García Page y Susana Díaz Pacheco con la misma orientación en cuanto a descalificar a la mayoría parlamentaria que apoya los presupuestos y a Sánchez por dejarse apoyar por ella, que las realizadas por el PP y VOX. Son argumentos tan parecidos que utilizan en ocasiones sorprendentemente  el mismo tenor literal.

No hay que olvidar que Susana Díaz Pacheco y Emiliano García Page dieron un golpe de mano en Ferraz para impedir la candidatura de Sánchez a la presidencia del Gobierno y  hacer posible la continuidad de Mariano Rajoy en la Moncloa. Es el extravagante trumpismo socialista, que muestra la esencia de este desordenado autoritarismo donde el ego sobreactuado sustituye a la ideología y a cualquier forma de pensamiento crítico.

El trumpismo en la política española