viernes. 29.03.2024

Titulitis y mediocridad

cifuentes

El “caso Cifuentes” en la Comunidad de Madrid, es un epifenómeno de esa sociología oficial y oficiosa que se construyó, tesela a tesela, en aquellos años imperantes de los sepulcros blanqueados del caudillaje. Una sociedad sin conciencia de sí misma y acomplejada que se vertebró como sostén de la “democracia orgánica” franquista. Una sociología que, sin saberlo muy bien, fuera impenetrable a los grandes fantasmas del régimen: las masas, los intelectuales, el mundo del trabajo, la cultura, la libertad de conciencia, consideradas excrecencias antipatrióticas y degeneradas. Franco se sentía muy orgulloso de haber creado una nueva clase media, inexistente en los avatares históricos de otrora, según decían los panegiristas del sistema, y que no era sino la desafiliación ideológica de toda una sociedad para que se negara a sí misma.

La Transición invocó a Lampedusa para que el régimen de poder, sus influencias, ramificaciones, excusas, coartadas y valedores siguieran intactos pero con otra fisionomía necesaria, como un escenario detrás del cual seguían actuando las mismas minorías, con los mismos medios, sobre la misma sociedad moldeada bajo el complejo de no querer ser ella misma. En estos contextos y pretextos, la corrupción no podía constituirse  sino en parte del sistema, ya que la que ahora nos ahoga es interactiva y múltiple, brota de los fondos sociales donde los valores han sido rebajados a prejuicios para poder prescindir de ellos. Es un proceso de índole social, nace de la carencia de moral social como correlato fiel de una situación histórico-social bien determinada.

Los partidos de izquierdas, ya no eran organizaciones de masas, sino de cuadros, que se dedicaron por ese complejo inducido de aversión a las masas, no a dirigirlas, sino a neutralizarlas y considerando al trabajador como un fracasado social, se le negó su presencia en cargos institucionales y orgánicos, con lo cual partidos ideológicamente de masas, de trabajadores e intelectuales, desmovilizaron a las masas, abominaron de los intelectuales y marginaron a los trabajadores. El complejo en la derecha se sustanciaba en la tradición de los tecnócratas franquistas, altos funcionarios del Estado con números unos allí donde se presentaban. Todo ello representa, la imposibilidad del cambio social, el gobierno de las oligarquías ampliadas, la primacía de los intereses de las élites, la degradación democrática y la consolidación de una costra política en la vida pública española que, exiliada la ética y el mérito, se fundamenta en el complejo y la mediocridad. En la gran fantasmagoría de la “titulitis” como motor ideológico del despotismo desilustrado.

Titulitis y mediocridad