viernes. 29.03.2024

Teoría y práctica del golpe de estado blando

La expresión golpe de Estado blando, golpe suave o golpe no tradicional ha sido atribuida al politólogo estadounidense Gene Sharp para nombrar a un conjunto de técnicas conspirativas no frontales y principalmente no violentas, con el fin de desestabilizar a un gobierno y causar su caída, sin que parezca que ha sido consecuencia de la acción de otro poder​.

En algunas ocasiones, el golpe de Estado blando se relaciona con el llamado lawfare –guerra jurídica o guerra judicial-, cuando la desestabilización o derrocamiento del gobierno se realiza mediante mecanismos aparentemente legales.  Carlos Ciappina señala que  este tipo de coup de force se utiliza como alternativa al golpe de Estado militar, que fuera muy utilizado hasta la década de 1990, pero que a partir de entonces ha "perdido prestigio.”

Vaya el cántaro a la piedra o la piedra al cántaro, mal para el cántaro. Cervantes

Como el mismo Sharp indica, se trata de combatir con armas psicológicas, sociales, económicas y políticas a gobiernos “incómodos.” La metodología se sustancia en la siguiente gradación: deslegitimación, debilitamiento, calentamiento en la calle y fractura institucional. En el debate parlamentario para la investidura de Pedro Sánchez, el bloque derechista formuló algunos argumentos que nos recuerdan peligrosamente los métodos de Sharp: reiteradamente, casi como un ritornello, los exaltados conservadores –o conservadores exaltados- acusaron desafiantes la designación de Sánchez y al futuro gobierno de ilegítimos  llegando incluso a decir que muchos diputados electos estaban ilegalmente en sus escaños. Los jefes de filas conservadores afirmaron que la oposición dura e intransigente que harán las derechas no tendrá otro objetivo que debilitar al gobierno por apoyarse en una mayoría parlamentaria que según sus argumentarios sharpianos se apoya en una pluralidad en el Congreso que no respeta la ley y la coda anunciada de movilizar la calle y, como consecuencia, proyectar  la sombra de la fractura social.

El régimen del 78 padece una crisis poliédrica que se compadece con unos intereses minoritarios  excesivamente codiciosos y acostumbrados a que sus privilegios económicos y estamentales provengan de su capacidad coactiva para ser beneficiarios de la violencia Estatal ejercida a su favor. Esta privatización de lo institucional niega la centralidad democrática de las mayorías sociales y se retroalimenta, como consecuencia, de los déficits estructurales de la vida pública, devaluando la política e impeliendo el debate cívico junto a la protesta popular a los estrechos márgenes del código penal y el orden público.

Es por ello que cualquier atisbo de reforma para la regeneración democrática y social, por tímida que sea, suponga por parte de los exaltados conservadores un anuncio implícito de golpe blando o de incremento de un golpe blando que se ha instalado en los entresijos funcionales del Estado como permanente.

Este es un momento histórico en el que la izquierda puede reafirmarse en su posición y función ideológica en la sociedad o simplemente contemporizar con los intereses de los artífices del golpe blando y sumirse en una decadencia compartida con el régimen del 78, con lo cual habrá caído en lo que advertía Cervantes: "Vaya el cántaro a la piedra o la piedra al cántaro, mal para el cántaro".

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