miércoles. 24.04.2024

Sánchez el batallador

sanch

La vida pública española comparece hoy trufada de una crispación guerracivilista y sórdida, donde la derecha en todos sus matices y salvoconductos retóricos, navega en la posverdad tildando al gobierno de totalitario, ilegítimo y traidor a la patria, en la búsqueda de unas trincheras dialécticas irreconciliables con las sensibilidades parlamentarias que apoyan al ejecutivo de coalición PSOE-UP. La chabacanería de un discurso basado en la impostura, el insulto hacia el adversario, está siendo el tono que imprime la derecha a la vida pública española, en muchas ocasiones, malparando los usos democráticos muy fragmentados por la crisis de un régimen que puso énfasis legal y material para constituir una precaria democracia vigilada en lugar de vigilante. La grave crisis institucional del régimen de la transición luego de la imposible rehabilitación del bipartidismo, la hegemonía electoral y parlamentaria de fuerzas políticas ajenas en la actualidad al consenso de la transición, han forzado a la Corona, organizaciones conservadora, los jefazos del Ibex 35 y el sector del PSOE anclado en el Suresnes contemporizador con el posfranquismo, a criminalizar a la mayoría parlamentarían que sostiene al Gobierno, y por consiguiente al mismo ejecutivo,  puesto que es una realidad política y social cuya destrucción es la finalidad ideológica del régimen del 78 hoy como lo fue del caudillismo en la predemocracia.

El calado, por todo ello, de quiebra institucional y bloqueo democrático, supone el agotamiento del sistema de la transición, incapaz, por sus mismas contradicciones, de resolver la gestión de una realidad política y sociológica para cuyo aniquilamiento fue creado y, por tanto, la imposibilidad de superar democráticamente el posfranquismo en todas sus prerrogativas de control autoritario del Estado y la sociedad. En estos contextos, Pedro Sánchez gobierna en el centro del werschwörungserzählung (relato conspirativo) de un sistema cada vez más hermético, un presidente asaeteado por casi todas las deslealtades institucionales posibles y también imposibles. Su ascenso a contracorriente de los propósitos del poder fáctico y el ala colaboracionista de su propio partido no ha supuesto ninguna revolución, ni siquiera la posibilidad de algún tipo de ruptura constituyente, pero sí la apertura de espacios de libertad para afrontar los verdaderos problemas que padece España sin las subjetividades reaccionarias que simplemente los niegan. Es la España real intentando hacerse legible y en ella, fundamentalmente, las mayorías sociales tan castigadas por la crisis de 2008.

En España todas esas revoluciones se frustraron por lo que la verdadera historia de nuestro país hay que buscarla en la suerte de los héroes derrotados y las imposturas de los villanos

Es probable que pueda parecer algo modesto para el estado de la vida pública y la degeneración institucional que la misma esencia del sistema conlleva, sin embargo es un camino que se ha comenzado a explorar con valentía en el contexto de un ecosistema político donde los poderes del Estado funcionan en una deconstrucción permanente de la propia razón democrática. Sánchez tiene la habilidad política de saber vertebrar los equilibrios necesarios según requiera una determinada contingencia orgánica o institucional. Por eso ha sabido comprender la precariedad histórica que ha generado la hegemonía cultural de la derecha durante tantos años de autoritarismo. Quizá porque la alidada histórica con la que intencionadamente se ha medido la nación se sustentó en mantener anacrónicamente un tiempo destinado a pasar con tal de que a la ciudadanía se le escapara en cualquier tiempo su propio destino. Ernest Renan nos indicaba que un país no era sino la voluntad de ser nación que se traducía en un plebiscito cotidiano. Y en este sentido, Benedict Anderson concebía la nación como una comunidad política imaginada, donde sus miembros a pesar de sus múltiples diferencias sociales compartían un mundo mental de mitos y valores comunes  que le hacían identificarse con los mismos héroes y odiar a los mismos villanos. Lo que ocurre, como Eric Hobsbawm nos descubre, es que las naciones no son realidades naturales, estables y antiquísimas como los ríos o las montañas, sino creaciones político-culturales, relativamente recientes, singularmente localizada en Europa con las revoluciones liberales y que se exportó al resto del mundo. Pero en España todas esas revoluciones se frustraron por lo que la verdadera historia de nuestro país hay que buscarla en la suerte de los héroes derrotados y las imposturas de los villanos. Sánchez el batallador tendrá que convertir en victorias la suerte de los vencidos.

Sánchez el batallador