viernes. 19.04.2024

Repetición electoral contra la democracia

¿Es posible la estabilidad política con la suspensión permanente de la autonomía catalana, la degradación del mundo del trabajo, el retroceso de las libertades y derechos cívicos, los salarios de hambre, la pobreza, la desigualdad?

La libertad se sustancia hoy en la trivialidad fáustica de poder desear aquello que nos es permitido elegir. Entre otras cosas, porque quien tiene el control de las palabras y la narración no busca la verdad sino la descalificación de lo que se ha determinado como improcedente.

Por el camino, dejamos la racionalidad y queda sólo el impulso. ¿Es posible el raciocinio en una sociedad impulsiva? Es decir, se nos incita a una forma patológica de desear lo predeterminado por el poder y de pronto se descubre con sorpresa que se vota a Trump porque hemos entrado en la posverdad. Si de posverdad se puede hablar como novedad es por el siempre presente impulso del deseo impuesto donde la irracionalidad ha convertido la mentira en estructural y los mecanismos para desmontarla son ineficientes.

La necesidad de la repetición electoral en nuestro país, luego de que el bloque mayoritario de la izquierda, nacido de la voluntad popular expresada en las urnas, ha sido incapaz de acuerdos, expresa dramáticamente la realidad de Estado fallido, tal como lo define Chomsky

Es algo parecido a lo que nos indicaba Harold Rosenberg sobre el pop art como un arte publicitario que se publicita como arte que odia la publicidad. Hoy percibimos como lejano ese antídoto para la posverdad del que nos hablaba Albert Camus: “Ser capaces, como Proust, de ver la realidad con otros ojos”. Y de reconocer el sentido trágico de la vida, cuya negación es el germen de la barbarie.

El espacio de lo posible se ha reducido hasta el extremo que sólo la hegemonía de las minorías influyentes se torna en intereses generales. Noam Chomsky considera que entre las propiedades más características de los Estados fallidos figura el que no protegen a sus ciudadanos de la violencia que supone que quienes toman las decisiones otorguen a las inquietudes ciudadanas una prioridad inferior a la del poder y la riqueza a corto plazo de los sectores dominantes.

Por ello, la política, bajo esa premisa, sólo puede configurarse en esa posverdad donde todo se convierte en una mentira verdadera, en una acción que se justifica no porque su realidad configure espacios de justicia, libertad o igualdad sino simplemente porque resulta inevitable.

La necesidad de la repetición electoral en nuestro país, luego de que el bloque mayoritario de la izquierda, nacido de la voluntad popular expresada en las urnas, ha sido incapaz de acuerdos, expresa dramáticamente la realidad de Estado fallido, tal como lo define Chomsky, que supone, en el fondo, la imposibilidad de gestionar mayorías de izquierdas ni la posible influencia en  esas mayorías de los partidos nacionalistas.

Sobre todo, teniendo en cuenta que lo que había expresado el electorado el 28A, constituía un doble mandato imperativo al confirmar la mayoría que había desalojado a la derecha del poder y poniéndolo en manos del PSOE. La intención demoscópica era clara: desautorizar las políticas desarrolladas por los conservadores de retroceso social, poca calidad democrática en cuanto a derechos y libertades y el asunto territorial. La misma mayoría, con algunos reajustes internos, que llevó a Pedro Sánchez a la Moncloa a través de la moción de censura, lo podía haber confirmado en la presidencia a través de la investidura, que era lo que el electorado había expresado en las urnas.

Empero, desde un primer momento de la negociación para intentar configuran una mayoría de izquierdas que fuera una alternativa a la política de Rajoy desautorizada en la moción de censura por una mayoría que era expresión del voto popular, el poder real de las minorías influyentes, las que predeterminan el espacio de lo posible, decidieron que no podía haber políticas de izquierda, que la única posible, en lo social y con respecto al problema catalán es la que había sido derrotada en el Congreso y en las urnas.

Ello supone la imposición de la irracionalidad que conlleva siempre la posverdad. Porque, ¿es posible la estabilidad política con la suspensión permanente de la autonomía catalana, la degradación del mundo del trabajo, el retroceso de las libertades y derechos cívicos, los salarios de hambre, la pobreza, la desigualdad?

En el Congreso sólo hemos asistido a una lucha por la narración que no busca la verdad sino la descalificación de lo que se ha determinado como improcedente. Como afirmaba Norberto Bobbio la democracia no consiste en votar, sino en poder elegir entre alternativas reales.

Repetición electoral contra la democracia