viernes. 29.03.2024

¿Quiénes son los verdaderos enemigos de la mujer?

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La mujer y el trabajador tienen en común que los dos están oprimidos. Esta opresión ha sufrido modificaciones en cuanto a la forma, según el tiempo y el país, pero la opresión se ha mantenido

Las últimas multitudinarias manifestaciones vindicativas de las mujeres, me hicieron recordar un hecho que, aunque en apariencia anecdótico, tuvo cierta relevancia en mi adolescencia. En el altillo de un local que compró mi abuela descubrí una montaña de libros que algún propietario anterior había desechado y abandonado en aquel lugar. De entre todos, me llamó la atención uno de Augusto Bebel, miembro fundador de la socialdemocracia alemana, titulado “La mujer” y que llevaba el sello de las Misiones Pedagógicas republicanas, lo cual me hizo pensar que debía ser un libro prohibidísimo por el franquismo y me puse a leerlo con fruición. “La mujer y el trabajador, escribe Bebel, tienen en común que los dos están oprimidos. Esta opresión ha sufrido modificaciones en cuanto a la forma, según el tiempo y el país, pero la opresión se ha mantenido. A través de la historia, los oprimidos tuvieron habitualmente conciencia de su opresión, y esta conciencia condujo a modificaciones y alivios en su situación. Pero ellos no pudieron determinar la verdadera naturaleza de esta opresión”.       

Esta reflexión del político alemán me hizo recordar como Herbert Marcuse advertía que a través de la historia habían cambiado las formas de dominación, pero no la dominación; si antes era la del amo hacia el esclavo, la del siervo hacía el señor, hoy era la de los mercados o el orden objetivo de las cosas hacia el ciudadano. Una dominación que actualmente necesita ser total ya que, siguiendo a Marcuse, el gobierno de las sociedades avanzadas y en crecimiento solo puede mantenerse y asegurarse cuando consigue movilizar y explotar la productividad técnica, científica y mecánica de que dispone. Y esa productividad -explotación- moviliza a la sociedad entera más allá de cualquier interés individual o de grupo de las mayorías sociales. Y es lo que sigue pasando con el trabajador y la mujer.

Por ello, si analizamos esta protesta femenina, de por sí extraordinaria, si sometemos su química al reactivo de la causalidad profunda de las vindicaciones manifestadas, nos da un precipitado bastante dispar al que el poder establecido y su acompañamiento mediático resaltan, de tal manera que trasparece la pulpa nutritiva del verdadero problema. Se impone esa unanimidad, de la que tanto desconfiaba Unamuno, de la transversalidad del objeto de la protesta de la mujer en su poliédrica vindicación, que va desde la brecha salarial hasta el maltrato machista, es decir, que todo ello no es la consecuencia de una ideología dominante y su forma de dominación social, sino desarreglos circunstanciales que habrá que estudiar y mejorar, o lo que es lo mismo, no hay responsabilidades estructurales que implique una revisión del sistema. El control represivo del régimen político impide nuevos cauces de centralidad ciudadana y control sobre el poder y, por consiguiente, nuevos modos democráticos de participación y abolición de las tradicionales formas de dominio social. Estos nuevos modos sólo se pueden indicar en términos negativos, porque equivaldrían a la negación de los modos predominantes. Así, la libertad económica significaría libertad de la economía, de estar controlados por fuerzas y relaciones económicas, la libertad política significaría la liberación de los individuos de una política sobre la que no ejercen ningún control efectivo, del mismo modo, la libertad intelectual significaría la restauración del pensamiento individual absorbido ahora por la comunicación y adoctrinamiento de masas, la abolición de la «opinión pública» junto con sus creadores. El timbre irreal de estas proposiciones indica, no su carácter utópico, sino el vigor de las fuerzas que impiden su realización.

¿Quién ejerce la violencia y la desigualdad contra la mujer? ¿Quién arroja a la miseria a las clases populares? ¿Quién condena a pensiones de hambre a los ancianos? ¿Quién ofrece salarios miserables a los trabajadores? Todo ello son las caras de una misma dominación, de un mismo sistema basado en la injusticia y la desigualdad.

¿Quiénes son los verdaderos enemigos de la mujer?