martes. 16.04.2024

PSOE, el dinosaurio todavía estaba allí

Susana Díaz se presentó en la capital del reino con toda la vieja arqueología del PSOE y con el espíritu de Lampedusa flotando en el ambiente

“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”, nos cuenta el breve relato de Augusto Monterroso. Es como si el PSOE no pudiera liberarse de un pasado que ha ido marcando su declive. Porque  como escribió Anna Seguers: “Los fantasmas existen y viven en nosotros, son el pasado, aquello que fuimos”. Susana Díaz se presentó en la capital del reino con toda la vieja arqueología del PSOE y con el espíritu de Lampedusa flotando en el ambiente. Ninguna sombra de ayer faltaba a la cita y, por tanto, todo el rimero de claroscuros y esguinces del añejo socialismo. La vieja guardia, con restos de moqueta en la suela de los zapatos y ese placentero vahído de las puertas giratorias, se plantó en Ifema para avalar con su presencia la candidatura de la presidenta de la Junta de Andalucía a las primarias del PSOE. Era el daguerrotipo caliginoso de la nomenklatura de un régimen actuando sobre una realidad que ya no existe. Karl Mannhein revela cómo el pensamiento de los grupos dirigentes puede estar tan profundamente ligado a una situación por sus intereses que les incapacite para percibir los hechos que impugnarían su sentido del dominio. En determinadas situaciones, nos sigue diciendo Mannhein, el inconsciente colectivo de algunos grupos oscurece la percepción real de la sociedad, y de este modo tenebroso cree estabilizarla.

Ningún ámbito ni atmósfera del Estado se encuentra libre de sospecha: la corrupción generalizada instalada en todos los intersticios de las instituciones, la quiebra del sistema autonómico y las consecuentes tensiones soberanistas, la intromisión política en los órganos judiciales, el descrédito de los partidos sistémicos, la quiebra social, el tratamiento del malestar y el desencanto ciudadano únicamente desde las perspectivas del orden público y la propaganda, el déficit democrático, trazan un escenario de fractura múltiple que lleva a preguntarse si es posible una regeneración endógena del sistema o como afirmó Ortega de la Restauración canovista, es necesario enterrar bien a los muertos.

El miedo a la inestabilidad, heredado de los años del caudillaje y que suponía para los poderes fácticos una garantía de continuidad, se derivó en una reducción de la carga ideológica de las formaciones partidarias de izquierda lo que a su vez produjo un déficit de explicaciones políticas. Esa inercia ha supuesto que el problema hoy no sea la inestabilidad sino el bloqueo. Es la consecuencia de un relato imposible que mediante los instrumentos propagandísticos y psicológicos del sistema se ha transformado en políticamente inevitable.

El Partido Socialista como partido de Estado bajo la ley de hierro de las oligarquías procedió a su descatalogación ideológica para reconducir la prioridad partidaria hacia una lucha endógena y exógena por espacios de influencia a la que han adaptado todos sus resortes de actuación mediante estructuras apropiadas a ese objetivo, creando para ello redes clientelares, liderazgos que a falta de ideas se convierten en mesianistas y todos aquellos artefactos que en realidad suponen la reducción de la política a una mera lucha por el medro, el cabildeo  y el usufructo de las suntuosidades del poder. Ello ha supuesto que el PSOE pierda su sujeto histórico ya que, como señalaba Pierre Rosanvallon,  ser representado no es sólo votar y elegir un representante, es ver nuestros intereses y nuestros problemas públicamente, nuestras realidades vitales expuestas y reconocidas. El acercamiento del Partido Socialista a la derecha para intentar mantener un estatus imposible en un régimen en quiebra lo ha hecho sumergirse en el  alejamiento entre el sistema y los ciudadanos al igual que llevó a Felipe II a simular ser un cadáver y encerrarse en la tumba del Escorial negando y negándose la percepción de la realidad. En Ifema estaban todos los fantasmas.

PSOE, el dinosaurio todavía estaba allí