miércoles. 24.04.2024

Primarias en el PSOE: ser o no ser

Las próximas primarias que ha de celebrar el PSOE van a configurar, no por los resultados, sino por los actores, grupos e instrumentos que se enfrentan en ellas un daguerrotipo significativo de la etiología de la crisis, o las múltiples crisis por su realidad poliédrica, que padece el socialismo español. En primer lugar, la eyección hacia la luz pública del verdadero apparátchik del partido que no estaba en los cargos orgánicos de Ferraz sino en la costra aristocrática que integran la cofradía de la vieja guardia, la inevitable compañía, que orienta y desorienta entre puertas giratorias y retiros dorados como un fatum sistémico.

Son los que tienen una concepción tan patrimonialista del partido que todo lo que no sea su criterio y su voluntad se les antoja heterodoxo. Las normas sólo sirven para controlar que el poder y la influencia sigan concentradas y no se dispersen. Abolidos valores e ideología, desde Suresnes el partido es lo que ellos dicen que debe ser, (Felipe González dixit: “Hay que ser socialistas antes que marxistas”). El poder se convierte, por tanto, en la única praxis política y, como afirmó Tierno Galván, el poder impregna de indiferencia todo lo que no es poder.

Ellos embebieron la arquitectura orgánica del partido de redes clientelares, intereses minoritarios y cultura caciquil,  ignorando que la verdadera fuerza de un partido de izquierdas –a pesar de que Abel Caballero haya llegado a la conclusión de que el PSOE no es de izquierdas- es una fuerza moral. El partido como oligarquía no es un mecanismo donde las ideas configuren los espacios de la acción política, sino que son las consignas las que limitan la capacidad del pensamiento crítico de constituir el debate interno y, con ello, la orientación de la posición y función del partido en la sociedad.

Junto a la conjunción de la vieja guardia instalada, las élites económicas y sus engranajes mediáticos y algunas baronías con mando en taifa comenzaron a obstaculizar, pocos precedentes debe haber en la historiografía política de casos semejantes, a su propio candidato a la presidencia del Gobierno para imposibilitarle un pacto de izquierdas que pusiera a un socialista en el poder ejecutivo. El correlato es por todos conocido con la peripecia del 1 de octubre en Ferraz, donde se forzaron las normas hasta hacerlas desaparecer. La reorientación estratégica dada por las gestora al partido miraba de soslayo la aprobación implícita del establishment dándole el gobierno a la derecha y allanando el terrero para que una candidata bien vista por el poder económico y estamental y, por tanto, con el apoyo del añejo poder de los jarrones chinos, como es Susana Díaz, utilice las viejas estructuras del partido esclerotizadas en el clientelismo y el potencial institucional orgánico para llegar a la secretaría general y recrear un remake castizo del peronismo.

Por otro lado, tras el 1 de octubre comenzaron a surgir espontáneamente plataformas creadas por un notable número de militantes escandalizados por el coup de forcé que defenestró al secretario general e impuso la gestora de dudosa legalidad estatutaria. Era una reacción nacida en la base al golpe de fuerza dado contra el único secretario general elegido por la totalidad de la militancia, es decir, no era un acto de resistencia de un amplio segmento militante contra el aparato del partido sino contra ese apparátchik en la sombra que condiciona la orientación, la democracia interna del partido y, por tanto, los instrumentos de participación y de opinión de las bases y para lo cual los artífices del 1 de octubre habían desmontado la estructura estatutaria del PSOE.

Es el enfrentamiento hasta ahora inédito de dos fuerzas de planteamientos y sociología muy diferentes cuya cohabitación se fracturó con la insólita actitud de los que propiciaron el aberrante descabezamiento del partido con un coup de force que parecía nacido de esa irresistible atracción que siente el suicida por el abismo. Todo ello, propicia que estas primarias no sean una elección cualquiera, sino que suponen un reto trascendente en el que está en juego la misma continuidad de un partido centenario como el PSOE, al que un pragmatismo sin metafísica llevó hasta una situación de no izquierda que no es sino un full ahead hacia el precipicio. Creer que las ideologías resbalan sobre la sociedad, que la dejan intacta, que son expectoradas por ella, es un grave síntoma de que el socialismo está en trance de perder los contextos, de carecer de historia propia, de concebir a la izquierda como una inhibición. 

La necesaria catarsis tendrá que superar los intereses personales, reafirmar el valor de la política y, sobre todo, la elaboración teórica y práctica de un pensamiento que defina un modelo ideológico y un relato acorde a los intereses y aspiraciones de las mayorías sociales a las que el socialismo debe servir.

Primarias en el PSOE: ser o no ser