jueves. 28.03.2024

Primarias PSOE, aparato, conservadurismo y militancia

Las primarias del PSOE polarizan dos elementos enfrentados cuya trascendencia condicionará el futuro del propio partido y del sistema político

La ciudadanía observa perpleja e indignada como la corrupción está embutida en los intersticios sensibles de la actividad política y de las élites. Es una crisis sistémica, de índole estructural, que sitúa en estado comatoso al entramado político del régimen de poder existente. La gente común percibe que instituciones y partidos políticos transitan de forma divergente a sus necesidades, demandas e intereses, conformando núcleos de poder cerrados. La política se ha convertido en un ejercicio de desconfianza. Es la estación término de un pacto político nacido del recelo como fue la transición española.  Transición que ha sido el continuo bucle histórico de una desconfianza con la que se consagraron los instrumentos de participación ciudadana, como los referendos o la iniciativa legislativa popular y que es un reflejo de este modelo de democracia de baja intensidad que  concentró en las cúpulas de los partidos los resortes sobre el acceso, ascenso y exclusión de la política, haciendo de las organizaciones entes cerrados al objeto de que se mantuvieran dentro del sistema, y que impidió una verdadera ruptura con las élites económico-financieras del franquismo mediante un pacto que consolidara una democracia débil donde el poder fáctico prevaleciera sobre el político.

Desconfianza que ha producido el paulatino descrédito de la actividad pública y partidaria y el  alejamiento entre el sistema y los ciudadanos. La inmunodeficiencia ideológica que sembró la transición en las organizaciones políticas de izquierda a cambio de un pragmatismo que se compadeciera con el positivismo jurídico y los intereses de los estratos dominantes, teniendo en cuenta que el poder económico es el único capaz de actuar libremente bajo los autoritarismos, pero también de superponerse y condicionar la libertad política en los sistemas democráticos, ha colapsado un proceso del que no hay que olvidar que partió de la sombra de un Estado construido piedra sobre piedra durante cuarenta años de caudillaje y donde el agente de la reforma era el propio Estado, no la sociedad, aunque la voluntad estatal pudiera acabar formándose mediante el sufragio.

Es por ello, que las primarias del PSOE polarizan dos elementos enfrentados cuya trascendencia condicionará el futuro del propio partido y del sistema político. La decadencia paulatina del régimen nacido de la transición se ha sustanciado en una mayor exigencia de uniformidad en los partidos participantes en el llamado consenso  hasta llegar a la insólita peripecia del comité federal del 1 de octubre llevada a cabo por el sector oligárquico del PSOE y que supone una  ruptura  con su historia y con sus elementos ideológicos más sensibles y definidores. Esto supone una posición continuista, pero actuando sobre una realidad inexistente e imposible de restaurar, que, sin embargo, contempla la estabilidad del sistema en el mantenimiento de un espacio conservador subalterno de los intereses de las élites. Y coadyuvante a lo anterior, la necesaria desconfianza de la participación de los ciudadanos en el ámbito de la vida pública y de las bases en la orgánica para que no puedan quebrantar el status quo. De hecho, Susana Díaz ha rechazado un PSOE  “en el que el líder se relacione directamente con las bases.” Quizá, porque es un modelo que pretende no tanto la participación como el control de la militancia. En este contexto, es una opción que representa el final de cualquier impulso transformador y que, por tal motivo, al no cuestionar el régimen de poder existente, cuenta con el apoyo implícito y explicito de la derecha, las élites y su maquinaria mediática. Y lo más gravoso, es una opción que se enfrenta a lo más vital existente hoy en el PSOE: la movilización espontánea de las bases por la autenticidad y los valores del Partido Socialista.

Primarias PSOE, aparato, conservadurismo y militancia