jueves. 28.03.2024

Los patriotas del pasado vuelven a Plaza de Oriente

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La esclerosis política impuesta por el régimen de poder que consolidó la Transición ha mantenido el ascua mortecina de un nacionalismo español anclado en los tópicos retardatarios de siempre

En España es un hecho excepcional, histórico y sociológico, la recurrencia de la paramnesia del déjà vu o del “día de la marmota”, incluso con escenografías y protagonistas iguales a pesar del tiempo y los epifenómenos consumados. (Véase mi libro Dios mío, ¿qué es España? Página 25, España como anomalía. Ediciones Izana). El patriotismo polvoriento y carpetovetónico al que ha dado aliento la derecha y el poder fáctico para contrarrestar al díscolo nacionalismo catalán e intentar sobresanar la crisis múltiple del régimen del 78, ha tenido una plástica representación en la dominguera manifestación “patriótica” del pasado 10 de febrero donde se podía respirar un redivivo tiempo de caudillaje predemocrático. El decorado y la representación penetra en los intersticios de ese patriotismo atrabiliario y africanista cuyo punto culminante lo padeció Unamuno cuando al criticar la fuerza bruta de los militares sublevados fue contestado por Millán Astray con el grito de ¡muera la inteligencia! El Partido popular, Ciudadanos y Vox estiman que estas recreaciones neofranquistas le darán rédito electoral ante el avance de la prefabricada reconstrucción del lerrouxismo, aquel populismo perverso de otrora o muro político contra el catalanismo. Sin embargo, el hecho axial de la situación que padece el país no es el atrezo que algunos partidos quieran levantarse a su alrededor para focalizar sus entresijos identitarios, sino la eclosión real y objetiva de los déficits democráticos que ponen en peligro las libertades y derechos que definen a una sociedad avanzada y escrupulosa con la soberanía ciudadana.

La esclerosis política impuesta por el régimen de poder que consolidó la Transición ha mantenido el ascua mortecina de un nacionalismo español anclado en los tópicos retardatarios de siempre, que tanto mimó el franquismo, fermentados en un espacio político donde el debate ideológico se ha diluido ante un pragmatismo ad hoc al establishment que expulsa de su formato polémico elementos sustanciales de la vida pública. Esto conlleva la ruptura de todo diálogo social y la imposición de una sola realidad que implica que cualquier circunstancia en el ámbito político tenga que resolverse en términos de vencedores y vencidos. El ecosistema conservador siempre ha mostrado poca comprensión para todo aquello que no fuera concebir la verdad como coincidente con sus deseos e intereses lo que le lleva a una visión restrictiva y reduccionista de los problemas y que las soluciones sean cada vez más exóticas ya que, como afirmaba Ortega, lo menos que podemos hacer, en servicio de algo, es comprenderlo.

Las restricciones involucionistas a la libertad de expresión, de manifestación, la carencia efectiva de separación de poderes, la corrupción, la crisis identitaria y de representación, configuran una quiebra poliédrica que engloba la totalidad de la vida pública, donde se prescinde de la política y la resolución de los problemas se dejan a los instrumentos represivos del Estado. “Haga como yo, no se meta en política”. Cuenta la leyenda que con tal consejo zanjaba el dictador Francisco Franco las discusiones entre sus ministros cuando se ponían tensos. Es, en definitiva, la abolición de la política como creación de convivencia. La democracia es, como bien decía Shumpetter, un mecanismo de selección de líderes. Pero también tiene que ser un ejercicio de deliberación pública y debate colectivo para proceder a la toma de decisiones sobre todo aquello que definimos como público.

El Ibex35 se encuentra en plena operación de regreso al pasado. Los medios de comunicación tradicionales utilizan el mismo argumentario de agipro para coadyuvar a que el mapa político se configure al gusto y el interés de las minorías organizadas.

Por su parte, el PSOE se ubica en una encrucijada histórica y política de suma incomodidad. La incapacidad de su líderes de generar una auténtica alternativa, la carencia de pensamiento crítico, de análisis y consiguiente estrategia diferenciadora, el seguidismo de las políticas de la derecha incluso en sus vertientes más retardatarias, el complejo de ubicarse como partido de Estado y no de la sociedad, el alejamiento del mundo del trabajo y los movimientos sociales, lo sitúan en una tesitura paradójica de pensar que fuera del régimen de poder cada vez más oligárquico no hay nada sin comprobar que lo que se encuentra extramuros del sistema es la ciudadanía.

Los patriotas del pasado vuelven a Plaza de Oriente