jueves. 28.03.2024

El Partido Socialista y la necesidad de otra Transición

Hace tiempo que vengo anunciando en artículos periodísticos e incluso en mi libro “Socialismo en tiempos difíciles”, la quiebra del sistema de la Transición y, como consecuencia, el final de la alternancia agotada porque el impuesto otrora pacto del consenso  ha conducido a que los dos actores que  garantizaban esta alternancia se parezcan demasiado. El franquismo no fue derrotado. No hubo ruptura, hubo mutación de régimen. Y esto obviamente anatematizó la memoria, impidió la refundación a fondo del sistema institucional y garantizó la permanencia de hábitos, prácticas, influencias e intereses del pasado, muchos de los cuales han llegado hasta hoy. La Transición fue interpretada con esas oscuridades que la propaganda disfrazó creando una narrativa trufada de panegíricos y abolición de la crítica. Su decadencia forma parte del descrédito general del régimen y la percepción de amplios sectores ciudadanos de la excesiva influencia de las élites económicas y financieras que condicionan la vida pública orientando el acto político hacia déficits democráticos y dualidades onerosas en una sociedad envuelta en el conflicto de su propia razón de ser.

Como dijo Manuel Azaña de la “revolución desde arriba” de Costa, una revolución que se inaugura dejando intacto el Estado existente es un acto muy poco revolucionario. De igual manera, la Transición supuso la imposición resignada de que no había otra opción, en un contexto de orquestados ruidos de sables y maquinaciones financieras. La organización del pesimismo es verdaderamente una de las “consignas” más raras que puede obedecer un individuo consciente. Sólo han querido concedernos un derecho de descomposición bastante perfeccionado. Es decir, la vida como renuncia, convencimiento de que nada puede ser mejor. En Los límites del deseo, Esteban Hernández describe el sistema de poder en que vivimos como “un régimen ambiguo en el que existen dos direcciones, aquella que sujeta a la mayoría, en la que las reglas deben seguirse, y la que permite la libertad de acción a determinados actores”. Dicho de otro modo, manda quien tiene poder de salirse de las normas. Y eso, en definitiva, es lo que representaba la Transición para que no hubiera redistribución de un poder que no necesitaba pasar por el escrutinio ciudadano ni por reglas que no fueran su propia perpetuación.

En este contexto, el PSOE sufre el declive causado por estar inmerso en el ocaso de un régimen político que para su desesperado apuntalamiento demanda del Partido Socialista una excesiva desnaturalización que quiebra, para frustración de los ciudadanos, las expectativas de una auténtica alternativa. Y sin embargo, los responsables socialistas no son capaces de descifrar la aparente paradoja de que lo mejor que pueden hacer es distanciarse del pacto de la Transición para una auténtica regeneración política, porque el socialismo abismándose adherido a la crisis sistémica e institucional nunca será percibido como solución sino como parte del problema.

El Partido Socialista y la necesidad de otra Transición