jueves. 28.03.2024

Notre Dame y el capitalismo en llamas

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Es la hora de los fascismos. Arde Notre Dame y la libertad en un tiempo en que las opiniones son incapaces de construir catedrales góticas y la justicia y la igualdad están secuestradas

“Un amigo me preguntaba – escribía Heinrich Heine- por qué no construíamos ahora catedrales como las góticas famosas, y le dije: los hombres de aquellos tiempos tenían convicciones; nosotros, los modernos, no tenemos más que opiniones, y para elevar una catedral gótica se necesita algo más que una opinión". Notre Dame arde; la iconografía material de la cultura europea se convierte en brozas de forma plástica, pero con igual dramatismo pueden intuirse los escombros de las formas espirituales. La globalización, tal y como se planteó, ha sido un fracaso, un sistema que ha contribuido a concentrar el poder económico, que se ha consagrado al desarrollo tecnológico y al sostenimiento del poder dando la espalda al ser humano. Y si la economía no sirve para el progreso del hombre, entonces no sirve para nada. En una crisis que tiene más que ver con la filosofía, con la ética, que con la economía.

Arde Notre Dame y parafraseando a Kierkegaard, vivimos una inducida suspensión de la ética en el ámbito de la posmoderna postpolítica en la que el conflicto entre las visiones ideológicas globales, encarnadas por los distintos partidos que compiten por el poder, queda sustituido por la colaboración entre los tecnócratas ilustrados mediante la negociación para alcanzar un acuerdo que adquiere la forma del consenso más o menos universal. Es la forma de reducir el espacio de lo pensable, de lo opinable, bajo el pragmatismo absolutista de lo posible que incluye la premisa de que lo sustancial es aplicar “buenas ideas” vengan de donde vengan, Pero, ¿cuáles son las buenas ideas? Las que funcionan, es la respuesta. Ello constituye la abolición de la política, puesto que el verdadero acto político no es cualquier cosa que funcione en el contexto de las relaciones existentes, sino precisamente aquello que modificará  el contexto que determina el funcionamiento de las cosas. Afirmar que las buenas ideas son las que funcionan significa aceptar de antemano los escenarios del capitalismo global que establece qué puede funcionar. Gastar demasiado dinero en educación o sanidad no funciona, porque entorpecen las condiciones de la ganancia del capital.

La degradación de las clases medias, la depauperación de las mayorías sociales, la desigualdad, la pobreza, mediante un sistema que crea ricos pero no riqueza, siempre, en el ámbito de la postpolítica, ubica el malestar ciudadano en los espacios del orden público y como en otras fases críticas apela a la reconstrucción de modelos autoritarios para superar las propias contradicciones creando enemigos eternos que focalicen el debate en lugares dialécticos ajenos a los propios desarreglos y heridas sociales que el propio capitalismo global causa estructuralmente. Es la hora de los fascismos. Arde Notre Dame y la libertad en un tiempo en que las opiniones son incapaces de construir catedrales góticas y la justicia y la igualdad están secuestradas.

Notre Dame y el capitalismo en llamas