martes. 23.04.2024

No pongáis vuestras sucias manos sobre Rajoy

El desnaturalizado PSOE del coup de force del 1 de octubre, de la gestora/Comité de salut public, el de los barones de horca y cuchillo, el de la hipoteca de Hernando, el de la vieja guardia, las redes clientelares y el neocaciquismo;  el de Felipe González dixit “yo en cuestión de valores voy ligero de equipaje”, se ha ubicado en esos caliginosos territorios políticos que plásticamente  podríamos asemejarlos a  las geografías abisales que tanto atractivo tienen para las morbosas inclinaciones del suicida.  La perpleja posición adoptada hace que sus responsables verbalicen unos propósitos imposibles de compadecer con los actos políticos que perpetran con el desabrimiento de los hechos consumados.

El Partido Popular cercado por una corrupción estructural  generalizada, con una voluntad de bloqueo parlamentario, sumido en la perversa tarea de la manipulación de la justicia, lo que junto a la ejecución de las políticas antisociales y contramayoritarias, la consolidación de una desigualdad sin precedentes en los países de nuestro entorno, con crecimiento vergonzoso del número de trabajadores pobres, una redistribución de la riqueza estancada,  beneficios empresariales en aumento y salarios a la baja, desmantelamiento de la sanidad y educación públicas, convierte la estancia del PP en el gobierno en una verdadera emergencia democrática de la cual el PSOE de la gestora no está libre de culpa.

Si hablamos en términos de estabilidad, consolidar en el poder al partido de la corrupción y las políticas antisociales con una mayoría parlamentaria artificial ante la perplejidad e irritación de la militancia y los votantes no es un elemento de equilibrio político, sino al contrario, el intento de apuntalar un sistema institucional que hace aguas por todos lados ante la falta de una auténtica y definitiva regeneración democrática. Los desgarrones que el coup de force del fatídico 1 de octubre ha producido en la arquitectura orgánica y moral del Partido Socialista para mantener a Rajoy en la presidencia del Gobierno y darle la necesaria oxigenación parlamentaria a cambio de nada es de una oquedad intelectual y política difícil de trascender a las excusas sin decoro.

La fantasmagórica entente PP, C’s y el PSOE de la gestora para preservar la continuidad del ejecutivo de Rajoy, votando juntos en fraternal comunión para impedir la comparecencia del presidente del Gobierno en el Congreso sobre la corrupción que afecta al PP o demonizando cualquier iniciativa por parte de otro grupo progresista que pueda deteriorar la permanencia de Rajoy en el gobierno –la gran coalición implícita ya había comenzado votando en comandita durante el primer pleno del Congreso en contra de la creación de una comisión de investigación sobre el rescate bancario- es el ejercicio de una extraña oposición y un extravagante camino para ganarle al PP en las urnas, como augura, casi en términos de revelación mística, Susana Díaz. El bipartidismo de alternancias trazó una gruesa línea donde la moderación se enmarcaba en una descentralidad con demasiado encorvamiento a la derecha. Lo posible se funda, por tanto, en un sistema que cada vez más permite, como dice John Gray, que “la mayoría de la gente renuncie a la libertad sin saberlo”.

En definitiva, es un PSOE que se ha situado, en contra de su historia y los principios  ideológicos que le deben ser propios, en el espacio donde la mayoría social ha perdido la centralidad política frente a unos marcos valorativos que niegan que los intereses de las clases populares sean el factor de universalidad de los valores del Estado, sino, al contrario, un elemento a marginar como antagonista de los objetivos  que deben constituir los pilares de la nación. Para ello, se intenta desde el poder suprimir la lucha política aplicando unas reglas que permitan evitar que el proceso de disensión llegue a ser verdaderamente político. De esta forma, para la mayoría social la alternativa está entonces estrechamente circunscrita entre lo malo o lo peor.

Es cuestión  no solamente de que el poder castigue a la mayoría social  sino que el malestar ciudadano no tenga cobijo creando una apariencia rígida bajo la cual, naturalmente, pugnan los problemas. La vida pública, o su atrezo, se convierte en una continua incertidumbre entre lo que debe ser y lo que es: ¿Sistema de oligarquía o sistema meritocrático? ¿El saber hacer o la aceptación de la mediocridad? ¿Gobiernos de los mejores o clientelismos? ¿Inteligencia social o cuotas impuestas? ¿Democracia como centralidad de la ciudadanía o ingeniería política como nueva autocracia revestida de realidad impuesta?

Advertía Napoleón que no era posible sentarse sobre las bayonetas. Y ese es el problema de los barones del PSOE que propiciaron el borrascoso comité federal del 1 de octubre donde, en un acto sin precedentes, se asaltó la estructura de poder de la organización,  sembrando el malestar en la militancia y el desconcierto en el electorado. La situación de debilidad producida en el partido, la fractura ocasionada, la difícil reversión tanto para suturar las heridas orgánicas como para recuperar la credibilidad de la ciudadanía, la indiferenciación con las posiciones políticas de la derecha, son elementos lo sumamente graves como para que sea imposible cualquier solución que provenga de aquellos que han situado al PSOE en semejante tesitura. Las bayonetas están demasiado afiladas para que quienes las han utilizado con el objetivo de imponer su voluntad puedan ahora sentarse sobre ellas cómodamente.

No pongáis vuestras sucias manos sobre Rajoy