jueves. 25.04.2024

La izquierda imposible

izquierda2¿Es posible en España en la actualidad un gobierno de izquierdas? Un gobierno que trascienda a la mera acepción y sea capaz de construir procesos de transformación social, que Identifique un ubi consistam común entre mandantes y mandatarios, una ubicación compartida para definir los límites y contenidos del poder. Por lo visto en los debates parlamentarios sobre la investidura de Pedro Sánchez y, singularmente, las negociaciones entre el PSOE y Podemos para la formación de un gobierno de ambos partidos coaligados, es evidente que es una posibilidad remota. Y lo grave de estas circunstancias es que, a pesar de la apariencia, no se trata de un elemento accidental o episódico, sino el resultado de una constricción estructural. Ello sólo es posible constatarlo si somos capaces de transcender a la trivial lucha por imponer su relato de ambas organizaciones que es la parte más antipolítica de todos estos hechos.

El régimen del 78 se configuró, por sus propias necesidades de pervivencia en una arquitectura institucional basada en la desconfianza concibiendo como estabilidad la imposibilidad de una redistribución del poder, y, como correlato necesario, la limitación de lo pensable y la praxis de aquellas ideologías que tuvieran como elementos axiales la democratización del poder y el cambio social. Por ello, la izquierda desde la Transición ha tenido que pagar la gabela de la inmunodeficiencia ideológica. El equilibro de lo mesurado es de tal excentricidad que se contempla en la esgrima de la vida pública española cómo la derecha radical reclama, de acuerdo con el ortopédico y parcial ecosistema político, una prudencia a la izquierda que obliga a la desnaturalización de los progresistas para ser parte del régimen. Esa desconfianza tenida como estabilidad, hogaño se ha convertido en bloqueo. La monarquía posfranquista sufre una profunda crisis institucional con grave toxicidad en todos los intersticios del Estado.

Es la hora de la política con mayúsculas, con solvencia, sin frivolidades, con menos imágenes sustitutivas y más imaginación

Las negociaciones llevadas a cabo por el PSOE y Podemos, muy incardinada a la teatralización de narrativas demonizadoras del presunto socio, con sus epifenómenos de filtraciones periodísticas, han supuesto la construcción de un ámbito abovedado poco propicio para el acuerdo. Quizá porque no se podía hacer otra cosa en un régimen de la alternancia sin posibilidad de auténtica alternativa, que era lo que Norberto Bobbio consideraba como la pulpa nutritiva de la democracia y que era lo único que daba sentido al hecho de votar. El bloque de izquierdas que los ciudadanos han demandado en las urnas, por ahora, es imposible.

Hay una cita que se atribuye frecuentemente al primer ministro del Reino Unido de 1957 a 1963, Harold MacMillan, cuando un periodista le preguntó qué era lo que más temía en su trabajo, comentó MacMillan: "Acontecimientos, hijo mío, acontecimientos". La izquierda se ha resignado a constituirse en un ente del no-acontecimiento, se ha privado de sus recursos trascendentes con la ideología en el dulce otium de lo trivial y el marketing sobreactuado. El inexorable proceso de oxidación de las ideas tiene como sustitutivo la concepción en imágenes de la política. No cambia esencialmente el escenario, sino la ambientación y el atrezzo de la obra representada pasionalmente sobre las tablas teatrales de siempre: la eterna lucha por el poder y sus inmediatas, múltiples y contagiosas enfermedades. Pero habrá de entenderse que es la hora de la política con mayúsculas, con solvencia, sin frivolidades, con menos imágenes sustitutivas y más imaginación. Buscar nuevos niveles de soberanía popular y nuevos procedimientos para tomar las decisiones democráticamente, en un imperativo contexto donde los espacios económicos, políticos y jurídicos están dolosamente desvertebrados en contra de los más débiles. ¿Pero es esto posible hoy en España?

La izquierda imposible