viernes. 29.03.2024

La democracia en peligro

debate electoral

La política en España se ha convertido en el ruiseñor de Huidobro, que cantaba sobre un cañón. El deslizamiento verborrágico y mental del conservadurismo cada vez más extremo hacía espacios conceptuales predemocráticos están convirtiendo la vida pública en “formas que pesan” como Joan Perucho definió la pintura de Ramón Calsina, actos de plomo que intoxican de inautenticidad la política, secuestrada de su pulsión cívica, y transfigura la democracia en un ejercicio amoral de sombras chinescas. No hace mucho tiempo -vivimos momentos convulsos en los que las aceleraciones históricas producen que la medida del tiempo se nos antoje sumamente subjetiva- existía en el mosaico partidario la sensación de que era necesaria reformas de índole política que regenerara un régimen que había acumulado demasiados déficits democráticos como para generar desencanto e irritación de las mayorías sociales.

El aprovechamiento de la crisis económica por las minorías extractivas y las fuerzas conservadoras para reordenar el flujo de la riqueza nacional en un solo sentido, provocando el más sangrante trasvase de las rentas del trabajo a las rentas del capital, degradando el mundo obrero y profesional con salarios de hambre y arbitrando ajustes estructurales que consolidaran la desigualdad y la pobreza endémica en amplias capas de la población, demandaba que la regeneración que pedía la calle y los partidos progresistas se sustanciara por el poder real en un enjalbegado lampedusiano que no afectara a la consolidación de la carencia de redistribución de la riqueza y el retroceso de los derechos sociales; bajo el mandato de la derecha y ante una falta alarmante en la izquierda de modelos alternativos y hegemonía cultural, se procedió a la solución autoritaria que no consistía en sobresanar la esclerosis democrática del Estado y la desigualdad social sino dar respuesta punitiva al malestar ciudadano.

Decía Leonardo de Vinci que donde se grita no hay buen conocimiento y hoy la vida pública nacional sufre de un exceso de griterío predemocrático donde los prejuicios han sustituido a los valores y la desideologización de la izquierda producen ese vacío en el ámbito del pensamiento crítico

Los más elementales derechos y libertades cívicas se veían socavadas cínicamente en nombre de una democracia cada vez más disminuida, se encarcelaba, menoscabando la libertad de expresión, a actores, titiriteros y tuiteros aplicando leyes antiterroristas a presuntos delitos de opinión; toda disidencia se convertía en una cuestión de orden público, la legislación laboral condenaba al trabajador a vender su fuerza laboral por debajo del nivel de supervivencia, ampliando, de este modo, el empresario la plusvalía a costa de la depauperación del trabajador. Las costuras del régimen del 78 para sostener en todos sus términos una democracia plena eran cada vez más endebles en virtud de la incompatibilidad de los intereses representados por la derecha con un sistema de libertad y soberanía ciudadana. En cuanto a la cuestión territorial, ha existido, y existe, en los conservadores una voluntad de largo aliento encaminada a la recentralización del Estrado. En este contexto, el problema catalán, o el problema español, que venía siendo incoado por la derecha impugnando estatutos y boicoteando productos catalanes, ha cundido y tenido bulto para que el régimen haga aflorar en su extensión su rizoma más definitorio

Esta idea de limitar la participación política, consagrada en la Constitución, en función de las ideas que se defiendan en el programa electoral no es nueva. La lanzó Casado después del referéndum del 1-O. “Yo tipificaría la ilegalización de los partidos que reclaman la independencia” dijo el líder conservador. El PP de Casado también ha deslizado la posibilidad de ilegalizar organizaciones “comunistas y populistas”. Lo hizo cuando presentó en el Senado una enmienda en la que condicionaba su apoyo a una propuesta socialista de condena del franquismo a que se prohibieran las organizaciones que exaltasen “el comunismo o aquellas ideologías populistas que fomenten el enfrentamiento entre ciudadanos”. En este sentido, C’s comparte estos planteamientos e inercias retrógradas con el PP y Vox constituyendo paradójicamente lo que denominan bloque constitucional. 

Hemos visto en el debate electoral televisivo posiciones impensables hace años: supresión de las autonomías, ilegalización de los partidos nacionalistas y la generalización conceptual, incluso en espacios de la izquierda, de una hegemonía cultural sobremanera poco compadecida con la solución democrática a las graves tensiones territoriales y sociales que afligen al Estado español. Repasando con cierta atención la historiografía del régimen de poder de los últimos cien años en nuestro país, puede colegirse la presencia de una pertinaz endósmosis entre la clase política y la realidad de la sociedad española. Hablando de la restauración canovista advertía Ortega y Gasset: “No se trata de que un Gobierno se haya apartado en un asunto transitorio de legislación o de ejercicio autoritario, de la opinión pública, no; es que los partidos íntegros de que esos Gobiernos salieron y salen, es que el Parlamento entero, es que todas aquellas Corporaciones sobre que influye o es directamente influido el mundo de los políticos, más aún, los periódicos mismos, que son como los aparatos productores del ambiente que ese mundo respira, todo ello, de la derecha a la izquierda, de arriba abajo, está situado fuera y aparte de las corrientes centrales del alma española actual.”

Decía Leonardo de Vinci que dove si grida non è vera scienza, donde se grita no hay buen conocimiento y hoy la vida pública nacional sufre de un exceso de griterío predemocrático donde los prejuicios han sustituido a los valores y la desideologización de la izquierda -el dirigente socialista Ábalos define la política del PSOE con los conceptos antitéticos de progresismo moderado como la fracasada tercera vía de Blair se sustanciaba con la absurda definición de centro radical- producen ese vacío en el ámbito del pensamiento crítico y las alternativas reales a un régimen de poder cada vez más inclinado al autoritarismo y la desigualdad.

La democracia en peligro