miércoles. 24.04.2024

La insoportable levedad del irresponsable Rajoy

A Rajoy le cuesta más que antes mantener la unidad de las fuerzas políticas contra el soberanismo, entre otras cosas porque es difícil conseguir adhesiones sin propuesta política alguna

Una mentira, nos indica Alfred Adler, no tendría sentido si la verdad no fuera percibida como peligrosa. Es por ello, que Mariano Rajoy ante las contingencias que pesan sobre él y su partido se sienta cómodo en los territorios de las posverdad e intente elevar la falsificación a la categoría de relato político aunque sin percibir que, en realidad, transmite un desmoralizante mensaje a la sociedad. “Podría haber utilizado aquella frase o cualquier otra”, respondió cuando se le preguntó en la Audiencia Nacional sobre su SMS a Bárcenas (“Hacemos lo que podemos”). Es decir, nada tiene importancia, las cosas son como son, y todo va como va. Porque la naturaleza es de derechas, podríamos afirmar, la naturaleza es la que dice que las cosas son como son. Pero Adorno nos advierte que la naturaleza es estiércol y, sin embargo, el conservadurismo ha hecho de la política  una pieza separada de la vida y de la realidad, como si fueran cosas diferentes. Y a partir de ahí un déficit moral cuya coartada es la gobernación.

Todo esto ha desencadenado una crisis ética, institucional y de pensamiento extendida a todos los intersticios del Estado como abscesos de un envenenamiento político y social que pone en cuestión los ámbitos de nuestra estructura de convivencia. La derecha ha venido arrojando al roquedal de la pobreza y la indefensión social a amplios sectores de la ciudadanía mediante el non sequitur de lo irreversible, estultas ucronías y peregrinos argumentos, más extensos que profundos, que se arropan en lo inconcuso: “No me gusta lo que hago, no es lo que quería hacer –es el ritornello de Rajoy- pero no tengo más remedio.” Los sinister interests no necesitan ya tener razones para llevar a cabo sus propósitos sino que les basta con ser inevitables. Es consecuencia de un sistema basado en la banalización de la ética que produce que los principios éticos que se suponen son asumidos socialmente no vertebran las decisiones morales sino que son sustituidas por una casuística que lleva a la abolición de hecho de la política en su acto más señero de actividad cívica.

Esto conlleva un défaut democrático e institucional que ha arrastrado a una crisis política, social, moral e histórica que se concreta en un grave vacío en los fines trascendentes del Estado y que degrada, como consecuencia, a sus órganos sensibles junto al colateral descrédito de los entes representativos. Todo ello supone la abolición de la responsabilidad política, que Rajoy lleva a rajatabla. Pero esta irresponsabilidad no es reciente. Se pudo comprobar en su relación con el problema de Cataluña. Que empieza con una irresponsable campaña callejera contra el Estatuto catalán. La estrategia de Rajoy se fundamenta en criterios de una gran frivolidad: que el independentismo se agotará por sí mismo, que la sociedad catalana se fracturará, que no hay que hacer ninguna concesión a Cataluña porque el PP allí es y será siempre minoritario, y, en consecuencia, que no tiene nada que proponer a los catalanes. Resultado: desplazamiento a los tribunales. Como consecuencia, a Rajoy le cuesta más que antes mantener la unidad de las fuerzas políticas contra el soberanismo, entre otras cosas porque es difícil conseguir adhesiones sin propuesta política alguna.

Este aferrarse a la irresponsabilidad política sólo puede conducir a una sociedad donde se han abolido los ideales, los sueños de dignidad, de respeto a la vida y de convivencia pacífica entre las personas, se enfanga en los intereses individuales y grupales y pierde el sentido del bien vivir en común. Es la instauración del plebeyismo del que hablaba Ortega como consecuencia de la democracia morbosa. Plebeyismo en cuanto a la carencia de altura de miras, de principios, de la política concebida como un impulso ético encaminado al bienestar colectivo.

La insoportable levedad del irresponsable Rajoy