jueves. 28.03.2024

Los incorregibles barones y jarrones chinos del PSOE

Iceta, Page y Lambán

Decía Borges que los peronistas no eran ni buenos ni malos, sino incorregibles, lo que se puede atribuir a un envejecido sector del PSOE, incapaz de entender que Suresnes, como la propia Transición, se han convertido en una caligine fantasmagórica donde el régimen de poder, en trance de Estado fallido, promueve los escombros de un posmodernismo trufado de trincheras autoritarias y propaganda alienadora que  como en el verso de Pier Paolo Pasolini “toglie il pane ai poveri e la pace dei poeti” (niega el pan a los pobres y la paz a los poetas).

Hoy vuelven a ponerse estiradamente exquisitos en la exigencia de große Koalition (gran coalición) en igual maridaje con la derecha por el cual defenestraron al actual presidente del gobierno con actitudes en su versión bufa del shakespereano Ricardo III

Todo ello, parece ser el empecinado cieno de aquel bluff de octubre negro en que la deslealtad tenía los ojos de los que hoy siguen manteniendo en el Partido Socialista los planteamientos convenientes al establishment  recalcitrante y a un conservadurismo extremoso y estridente al objeto de impedir la existencia de un gobierno progresista utilizando sin rubor los mismos argumentarios que la derecha y los poderes fácticos, en contra de la militancia y los electores socialistas.

Es aquel sector del PSOE desautorizado clamorosamente por las bases en las memorables primarias en las que la shrill voice de Lambán elevaba ridículamente a la categoría de blanca paloma a Susana Díaz proclamando urbi et orbi: “Le decía yo que Susana era una trianera tocada por los dioses del socialismo y la política, creo que los dioses la cubren con un manto poderoso".

Palmeros de aquella extravagante conspiración que rompía al PSOE al objeto de conseguir que el candidato socialista no fuera investido presidente del gobierno para apoyar la continuidad de Rajoy en la Moncloa, como así fue, estaban García-Page –quien dijo que uniría su destino político al de Susana Díaz-, Fernández Vara; los jarrones chinos de Suresnes, Felipe González y Alfonso Guerra; los jefazos de la patronal y el Ibex 35; la prensa carpetovetónica con Marhuenda a la cabeza y un largo y bochornoso etcétera.

Hoy vuelven a ponerse estiradamente exquisitos en la exigencia de große Koalition (gran coalición) en igual maridaje con la derecha por el cual defenestraron al actual presidente del gobierno con actitudes en su versión bufa del shakespereano Ricardo III. Hay en el grupo una desafección de la ideología de progreso evidente heredera del Suresnes ad hoc con el postfranquismo dinástico y un abandono, por lo tanto, de los valores propios de la izquierda que se dan por amortizados como antiguallas que estorban para el ususfructo de un poder institucional autorizado por el poder fáctico real. Ello supone una desgracia para las clases populares, una mayoría social cuyos intereses se ven socavados por los déficits democráticos de la desideologización de una parte de la izquierda y la pérdida, por ello, del sujeto histórico.

Un país como España que es campeón de la desigualdad social, con una pobreza impropia de su potencial y, por tanto, de índole ideológica, los salarios de hambre, los empleos precarios, las escandalosas transferencias de las rentas del trabajo a las rentas de capital, las tensiones territoriales con motivo de la falta de un proyecto ilusionante de nación, la degradación democrática de un Estado aherrojado por los fines universales de las mismas minorías que lo forjaron en el franquismo, mantiene, empero, un espacio estepario en el ámbito político que es la carencia de una cosmovisión progresistas que amplíe el horizonte tanto de la democracia política como la económica.

Porque el verdadero problema de la nación es que la desigualdad, la pobreza, los salarios de hambre o las tensiones territoriales no constituyen problemas en sí para el poder real del régimen del 78, ya que son fenómenos y epifenómenos creados ideológicamente para beneficio de las minorías influyentes y, como consecuencia son elementos estructurales del mismo sistema. Por tanto, no se trata de corregirlos sino mantenerlos sin efectos indeseables para esas minorías y, consecuentemente,  convertir el malestar ciudadano que pueden acarrear en materia de orden público.

La profunda y poliédrica crisis que padece el régimen de la Transición por su exceso de artificialidad democrática y social pudiera colapsar definitivamente si se frustra el gobierno progresista que propone Pedro Sánchez o si hay que recurrir a unas nuevas elecciones. Otra cosa, como la derecha, los poderes fácticos y los suresnistas desleales del PSOE proponen, sería no ver la nariz de Cleopatra, que es la perspectiva que marcaba Ortega para estar a la altura del tiempo histórico.

                                                                                                                                                                                                                       

Los incorregibles barones y jarrones chinos del PSOE