martes. 23.04.2024

España y la regeneración imposible

La política en España, o su simulacro, se ha convertido en el ruiseñor de Huidobro, que cantaba sobre un cañón. La táctica menuda y el maquiavelismo de aldea han supurado toda su medianía en los intersticios de la vida pública hasta convertirla en una teatralidad vacía, la política ya no es, como afirmaba Azaña, una lucha de la inteligencia contra la primacía del error, sino más bien todo lo contrario, una lucha permanente del error contra la inteligencia.

El miedo a la inestabilidad, heredado de los años del caudillaje y que suponía para los poderes fácticos una garantía de continuidad, se derivó en una reducción de la carga ideológica de las formaciones partidarias lo que a su vez produjo un déficit de explicaciones políticas. Esa inercia ha supuesto que el problema hoy no sea la inestabilidad sino el bloqueo. Es la consecuencia de un relato imposible que mediante los instrumentos propagandísticos y psicológicos del sistema se ha transformado en políticamente inevitable.

La descatalogación ideológica de las organizaciones políticas ha reconducido la prioridad partidaria hacia una lucha endógena y exógena por espacios de influencia a la que han adaptado todos sus resortes de actuación mediante estructuras apropiadas a ese objetivo, creando para ello redes clientelares, liderazgos que a falta de ideas se convierten en mesianistas y todos aquellos artefactos que en realidad suponen la reducción de la política a una mera lucha por el medro, el cabildeo  y el usufructo de las suntuosidades del poder.

¿Qué regeneración del régimen institucional puede construirse con unos actores políticos que son parte de la quiebra del sistema? ¿Es posible salvarse como el barón de Münchhausen, que se sacó él mismo de un lago tirándose de la coleta? ¿La ideología, los principios y los valores tienen alternativas honorables? Es indudable que una oxigenación del sistema tiene poco recorrido al estilo de la Rusia que Potemkin le presentó a Catalina II la Grande cuando visitaba algún poblado, levantando con antelación una ciudad de decorado. Bonitos edificios de atrezzo a uno y otro lado del camino por donde pasaría su alteza imperial Catalina y una población atractiva y entusiasta, traída de los teatros de la capital, para sustituir a los pobres lugareños.

No es coherente establecer una regeneración en la mejora de aquello que ha sido artífice de la decadencia institucional y sus excrecencias que padece el país. La solución sólo puede estar en una rehabilitación de las ideologías, singularmente en la izquierda que ha sido la más desnaturalizada en el ámbito de las ideas y los valores, que conduzca a un auténtico cambio político y cultural, con modelos alternativos de sociedad y una verdadera redistribución del poder que reconstruya la soberanía y centralidad de los ciudadanos. El arte de los decorados ya no es suficiente.

España y la regeneración imposible