viernes. 26.04.2024

Estado de Excepción

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Aprovechando los fluidos de la crisis catalana, se ha apelado por la derecha y el resto del bloque constitucional, al catalizador del viejo patriotismo mesetario

Las cosas ocurren porque tienen posibilidad de hacerlo y porque como saben bien los historiadores y, particularmente, algunos filósofos para los cuales todo lo que ocurre tiene siempre razón, y lo que no ocurre, tiene siempre la culpa. En la vida pública española los sucesos políticos que nos asaltan últimamente contienen esos sesgos adyacentes a lo paradójico y excéntrico que han tenido la posibilidad de construir una realidad culpabilizando a cierta racionalidad en las decisiones políticas que no tuvieron posibilidad alguna de encarnarse por la deriva retardataria del gobierno conservador y sus ocasionales comanditarios del llamado bloque constitucional, lo que ha creado un ecosistema institucional cada vez más restrictivo para libertades y derechos que configuran un grave deterioro del formato polémico de la vida pública y, consecuentemente, de la calidad democrática.

M. Rajoy ha dicho tácita y manifiestamente las siguientes dos cosas que dan el tono de cómo se está delineando el dintorno de la realidad institucional española: que ha devuelto la normalidad a Cataluña y que si los comicios dan una mayoría soberanista volvería a aplicar el artículo 155. Es evidente que el presidente del Gobierno central y ahora también de la Generalidad de Cataluña, denomina normalidad a un escenario muy poco normal, con candidatos en la cárcel o autoexiliados, con lo que se podía dar el caso extravagante de que el presidente de la Generalidad elegido democráticamente se encuentre en prisión. Además, del hecho, también insólito, de la advertencia del Tribunal Supremo a los candidatos en libertad condicional sobre el mensaje que divulguen en el transcurso de la campaña electoral, pues según el tenor del discurso que emitan, a criterio del instructor, podrían volver a ser encarcelados. A pesar de que se dice que las ideas no son perseguidas, se compadece poco con ello el que se exija la palinodia de los afectados para definir su situación procesal. En cuanto a volver a aplicar el artículo 155 si los soberanistas pueden mediante el voto popular volver al gobierno catalán es poco catalogable democráticamente, pues puede llevar a la situación absurda de tener que vivir una y otra vez un día de la marmota hasta que los resultados complazcan a Rajoy.

Pero Cataluña no deja de ser el laboratorio de un propósito más general que afecta a las dos partes del Ebro. La ley mordaza, el delito de odio, la misma aplicación del artículo 155 en instituciones cuyas políticas no gusten al poder conservador y fáctico, son instrumentos para la construcción de los apropiados déficits democráticos para hacer punible la protesta como expresión del malestar ciudadano y, consecuentemente, anatematizar la disidencia arrojándola a los tenebrosos abismos del delito. Los conservadores han sustituido la Constitución por el código penal. Los espacios de convivencia se han convertido en territorios de poder donde hay un revisionismo de lo posible limitando el ámbito de lo opinable. Es la consecuencia de una política con poca esencia, o con principios vacíos, insustanciales, en la medida en que la fidelidad a unos principios no se nota ni se ve reflejada en la práctica política.

Aprovechando los fluidos de la crisis catalana, se ha apelado por la derecha y el resto del bloque constitucional, al catalizador del viejo patriotismo mesetario  -la izquierda ha sido incapaz de imponer un concepto de España progresista de tradición liberal y democrática-, al objeto de crear una corriente de opinión anticatalana que no podía adherirse sino al españolismo apuntalado por la vieja derecha y el caudillaje y que ha emergido como una fantasmagórica decantación del franquismo sociológico devenido ahora en franquismo palingenético con toda su carga de azufre político. Y en este magma de simbolismo sepia, en un bucle paradójico, se nos dice  defender la democracia limitando la democracia y fijando la normalidad en los estados de excepción.

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