jueves. 28.03.2024

Donald Trump, el capitalista antisistema

 

Después del colapso ideológico de la izquierda, el poder necesita ocultarse en la complejidad y en la imposición a los sometidos por él de un pensamiento mediocre y acrítico para que, del mismo modo, que el Dios del Sinaí dice ser el que no tiene nombre, el poder en la sociedad posmoderna no pueda ser interpretado. El fin, como nos advirtió Jean Paul Sartre, es que lo importante no sea lo que hacemos sino lo que hacemos con lo que han hecho de nosotros. Cuánto más ocultación se mantenga desde el poder, más nos acercamos a un rumbo autoritario hasta llegar a un límite en que las ocultaciones se convierten en represión.

El poder actúa para que la gente de la calle confunda los ideales con los arquetipos. Para Ortega y Gasset era un gran y morboso desvarío obstinarse en no distinguir los arquetipos de los ideales. Los ideales son las cosas que según estimamos deberían ser. Los arquetipos son las cosas según su ineluctable realidad. El que Donald Trump se haya convertido en el mainstream de la rabia de la clase trabajadora y la clase media baja estadounidense mientras Clinton pasaba por un instrumento antitético del cambio y propicia al establishment es consecuencia de todo ello. El deseo de que las cosas cambien y el rechazo de las supuestas fuerzas progresistas al mismo cambio es lo que ha convertido a Trump en un millonario antisistema.

El ciudadano aherrojado por un poder que le causa desazón porque intuye que es el causante de la quiebra de su vida material y al que le resulta imposible interpretar y, por tanto, identificar con claridad, es empujado a una acción ciega. El peligro no es la pasividad sino la pseudoactividad, el impulso de ser activo y de participar para encubrir la vacuidad de lo que pasa. En 1937 George Orwell escribió: “Todos censuramos las distinciones de clases, pero pocos desean seriamente abolirlas. Aquí llegamos a la importante constatación de que todas las aspiraciones revolucionarias extraen parte de su fuerza de la convicción secreta de que nada puede ser cambiado.”

Trump ha sido transformado por el imaginario colectivo de arquetipo a ideal buscando un cambio que no está tanto en él como en el hecho de que su indudable éxito sea un correctivo para aquellos que han desistido del ideal del cambio para instalarse en el arquetipo de lo establecido como inconcuso.

Donald Trump, el capitalista antisistema