viernes. 19.04.2024

El comisario Scalambri y el problema catalán

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Cada vez es más evidente que la derecha apuesta por la línea dura, por crispar al máximo la situación como parte de la estrategia para Cataluña del Ejecutivo de Rajoy

En las ideologías autoritarias no existe el adversario político, ni la misma política, sólo afines o delincuentes. Es una lectura de la vida pública donde la democracia queda reducida a un pretexto o un malentendido. El Partido popular, organización salpicada en todos sus ámbitos por la delincuencia común,  avasalla a sus adversario políticos como el comisario Scalambri de la novela “Todo modo” de Leonardo Sciascia que presumía de ser capaz de doblegar al Papa y al mismo Dios metiéndoles en una sórdida comisaría y mandándoles quitarse los cordones de los zapatos y el cinturón de los pantalones. Cualquiera, por muy poderoso que sea, -concluía el comisario- se desmorona cuando se le trata como a un ladronzuelo de gallinas. Ello supone extraditar el debate político a los intersticios policiales y judiciales. En este contexto,  la juez de la Audiencia Nacional, a petición de la Fiscalía, dependiente del reprobado Fiscal General Maza, nombrado por la Moncloa, enviaba a los Jordis a prisión por los incidentes del 20-S ante la Conselleria d’Economia, y todo se ha vuelto más espeso. Las palabras que pronunció antes Sigmar Gabriel, ministro alemán de Exteriores, acerca de que aún había margen de maniobra para tratar la crisis catalana, perdieron significado.

Sobre esto llama la atención la falta de un grand récit socialista involucrado sin fisuras en las soluciones de orden público y judiciales de los conflictos políticos llevadas a cabo por los conservadores. Ello supone una contemporización aún peor que la de la investidura porque como advierte el constitucionalista Pérez Royo, el PSOE no debería apoyar en ningún caso el recurso a la “coacción federal”. Si lo hace, cierra la puerta a cualquier posible reforma de la constitución y se sitúa en una posición subalterna en el sistema político español y en el subsistema político catalán por tiempo indefinido. El nuevo Partido Socialista posterior a las primarias no encuentra comodidad como genus dicendi, como forma de expresión, en ninguno de los ámbitos del debate político. El argumento en el caso catalán de que no apoya al Partido Popular sino al Estado es de una gran puerilidad conceptual, puesto que para apoyar al Estado no hay que hacerlo necesariamente apoyando las políticas del PP, sino arbitrando aquellas alternativas desde el ámbito de la política y criterios progresistas, más acordes con la etiología y la identidad del problema.

Porque cada vez es más evidente que la derecha apuesta por la línea dura, por crispar al máximo la situación como parte de la estrategia para Cataluña del Ejecutivo de Rajoy. Cada día los indicios apuntan al peor escenario: una intervención prolongada de la autonomía catalana, unos cuantos dirigentes catalanes en prisión e incluso la ilegalización de las formaciones independentistas, a través de la misma Ley de Partidos que se aplicó en su momento a la izquierda abertzale. Ante esta eventualidad, la posición y la función del PSOE como coéquipier necesario de la solución de orden público conservadora, vuelve a situar al socialismo español en el ámbito más favorable para el Partido Popular y en el más alejado de su coherencia ideológica por una torcida adherencia al maquiavélico arte dello Stato.

El comisario Scalambri y el problema catalán